Fátima, Lourdes, el Rosario y la esperanza: la teología mariana de Benedicto XVI

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Benedicto XVI reza ante la Virgen de Fátima como Papa. Como prefecto de la Doctrina de la Fe, fue partícipe de la difusión del Tercer Secreto.

Benedicto XVI, fallecido este 31 de diciembre, no añadió misterios al rosario como hizo Juan Pablo II ni advocaciones a las letanías como Francisco. Tampoco escribió encíclicas sobre la Virgen, ni multiplicó las devociones o advocaciones marianas.

Pero desde Lourdes habló de María como foco de esperanza, desde Fátima recordó que el mensaje de oración y reparación ante la maldad es para siempre, fomentó el rosario como una devoción moderna y actual, y se apoyó en las advocaciones de distintas naciones (la Caridad del Cobre en Cuba, la Virgen del Carmen en Chile, la Virgen de Sheshan en China) para reforzar la fe de sus pueblos.

Benedicto XVI y Fátima

La relación de Benedicto XVI con Fátima es especial porque ya como Prefecto de la Doctrina de la Fe en el año 2000, por encargo de Juan Pablo II, reveló la tercera parte del secreto de Fátima. Según explicó, en un sentido directo esa parte se refería al atentado que sufrió Juan Pablo II en 1981 y a la lucha del comunismo ateo contra la Iglesia. Pero en un sentido más amplio, conectaba con todo el mensaje de oración, penitencia y reparación de Fátima.

Así, en 2010, siendo Pontífice, acudió a Portugal, al santuario de Fátima, diez años después de revelarse el secreto, para recordar ante medio millón de peregrinos que Fátima no se agota, que su mensaje «llama a la conversión permanente, a la penitencia y a las virtudes teologales fe, esperanza y caridad», indicó el Papa. La fe y estas virtudes, con ayuda de la Virgen, dijo, pueden cambiar a las personas dispuestas a ofrecer sacrificios idolátricos «en el altar de los egoísmos de las naciones, razas e ideologías».

También explicó que pedía especialmente a la Virgen «poner bajo su protección a los sacerdotes». Consagró a los sacerdotes a la Madre de Dios y les pidió «fidelidad y lealtad» para «que no cedamos a nuestros egoísmos, a las lisonjas del mundo y a la sugestión del diablo». Como Juan Pablo II, también él dejó una rosa de oro a los pies de la Virgen. Después visitó las tumbas de los beatos Jacinta y Francisco, beatificados diez años antes, los niños videntes de 1917 que murieron poco después.

Lourdes: el amor vence al mal, y la Virgen es estrella de esperanza

Antes de Fátima, en 2008, Benedicto XVI fue a Lourdes. Estaba inmerso en su encíclica sobre la esperanza del año anterior (Spe Salvi, de 2007) y proponía a la Virgen como signo de esa esperanza, también por los milagros que que hace en el santuario y la esperanza que despierta en los enfermos.

Se cumplían 150 años de las apariciones, y el Papa insistía en que la enseñanza de Lourdes es que «el poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza». Así lo explicó a  230 obispos, 1.000 sacerdotes y unos 5.000 peregrinos que habían dormido la noche anterior en la basílica subterránea.

«Este misterio de la universalidad del amor de Dios por los hombres, es el que María reveló aquí, en Lourdes. Ella invita a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación», aseguró.

La Virgen se presentó a la vidente, la joven Santa Bernadette, diciendo: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Benedicto entró a su análisis teológico: «María le desvela de este modo la gracia extraordinaria que Ella recibió de Dios, la de ser concebida sin pecado, porque ‘ha mirado la humillación de su esclava’». De esta forma, aclaró, «al presentarse en una dependencia total de Dios, María expresa en realidad una actitud de plena libertad, cimentada en el completo reconocimiento de su genuina dignidad».

«Es el camino que María abre también al hombre. Ponerse completamente en manos de Dios es encontrar el camino de la verdadera libertad. Porque, volviéndose hacia Dios, el hombre llega a ser él mismo. Encuentra su vocación original de persona creada a su imagen y semejanza», detalló.

En Lourdes, recordó, «María sale a nuestro encuentro como la Madre, siempre disponible a las necesidades de sus hijos. Mediante la luz que brota de su rostro, se transparenta la misericordia de Dios. Dejemos que su mirada nos acaricie y nos diga que Dios nos ama y nunca nos abandona», exhortó. Por este motivo, concluyó, «el mensaje de María es un mensaje de esperanza para todos los hombres y para todas las mujeres de nuestro tiempo, sean del país que sean».

El Papa confesó entonces que le gusta invocar a María como «Estrella de la esperanza», como lo hace en el número 50 de su segunda encíclica, Spe salvi.

El Rosario, siempre vivo

En 2009 Benedicto XVI dedicó varias catequesis y conferencias a la devoción del Rosario, que, dijo, «no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia. Al contrario, el rosario está experimentado una nueva primavera».

10 enseñanzas de Benedicto XVI sobre la eficacia del Rosario: con María, pone a Jesús en el centro

 

Por un lado, constataba que «el rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María«.

Por otro, detallaba que «en el mundo actual tan dispersivo, esta oración -el rosario- ayuda a poner a Cristo en el centro como hacía la Virgen, que meditaba en su corazón todo lo que se decía de su Hijo, y también lo que El hacía y decía».

Detallaba además que «cuando se reza el rosario de modo auténtico, no mecánico o superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del Nombre Santísimo de Jesús».

Solía señalar el elemento cristocéntrico del Rosario: «Cuando se reza el rosario, se reviven los momentos más importantes y significativos de la historia de la salvación; se recorren las diversas etapas de la misión de Cristo», predicó.

Y añadía: «Con María, el corazón se orienta hacia el misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria».

Con las devociones locales

Cuando el Papa viajaba a diversos países, a menudo llevaba alguna imagen de la Virgen como regalo, especialmente si visitaba santuarios marianos -que era cosa frecuente- y otras veces traía imágenes de esos países, o los obispos se las enviaban a Roma, en cuyos jardines iban llegando más y más estatuas de la Virgen.

Así, en 2014 se realizó la bendición de una imagen de la Virgen de la Caridad de El Cobre, de Cuba, y el Papa benedicto fue a rezar con ella en los jardines, acompañado de los obispos cubanos que habían acudido a visitarle con esta excusa. Fue un gesto de devoción hacia esta imagen mariana, a cuyos pies Benedicto XVI ya había rezado en su viaje a Cuba en el 2012.

Otro caso se dio cuando Benedicto XVI regaló una Virgen del Carmen en 2010 al pueblo de Chile por los 200 años de su independencia. La habían realizado artesanos de Ecuador. Se convirtió en una Virgen del Carmen Peregrina, primero acudiendo donde las víctimas del terremoto chileno del 27 de febrerp de 2010, luego con las familias de los mineros atrapados en la mina San José, y más adelante, cuando Michelle Bachelet implantó el aborto en el país, los fieles la llevaron por muchas ciudades en actos de oración a favor de la vida y de los niños por nacer.

Otro gesto mariano importante fue su apoyo en la devoción a la Virgen de Sheshan en China, a cuyo pueblo católico dirigió una carta especial. Benedicto XVI no compuso muchas oraciones marianas, pero sí hizo una dirigida a la Virgen de Sheshan en 2008. Las autoridades a menudo han cerrado, desde entonces, su santuario a los peregrinos, aunque permiten que los turistas se acerquen por la zona.

Se trata de una oración social, comunitaria, para tiempos oscuros… y por lo tanto muy adecuada, no sólo para China.

«Llegaste a ser, de manera nueva, Madre
de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe
y lo siguen tomando su Cruz.
Madre de la esperanza, que en la oscuridad del Sábado Santo saliste
al encuentro de la mañana de Pascua con confianza inquebrantable,
concede a tus hijos la capacidad de discernir en cualquier situación,
incluso en las más tenebrosas, los signos de la presencia amorosa de Dios.

Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes en China,
en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando,
para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús.
En la estatua que corona el Santuario tú muestras a tu Hijo
al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor.
Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor,
manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia».

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