jueves, 21 de noviembre de 2024

Los Fenómenos Místicos Extraordinarios

Siendo Su Santidad Benedicto XVI, Cardenal Joseph Ratzinger, de la Congregación de la Doctrina de la Fe, nos decía:

«No podemos ciertamente impedir que Dios hable a nuestro tiempo a través de personas sencillas y valiéndose de signos extraordinarios que denuncian la insuficiencia de las culturas que nos dominan, contaminadas de racionalismo y de positivismo. Las apariciones que la Iglesia ha aprobado oficialmente ocupan un lugar preciso en el desarrollo de la vida de la Iglesia en el último siglo. Muestra, entre otras cosas, que la Revelación- aún siendo única, plena y por consiguiente, insuperable- no es algo muerto; es viva y vital.»

Los fenómenos místicos extraordinarios en la Biblia

La abundancia de visiones, experiencias religiosas y revelaciones descritas en el Antiguo Testamento, es un hecho que constituyó y constituyen un apoyo fundamental para examinar, estudiar y analizar las supuestas apariciones de la Virgen María en épocas antiguas y modernas, atendiendo a las diferentes formas y géneros literarios de la Biblia.La promesa de Dios a Abrahán y el mandato de sacrificar a su hijo Isaac (Gn 22, 1-19*), viene acompañada dedos apariciones de un ángel que le habla, a través del oráculo del Señor.*22,1-19 Con el relato de la prueba de Abrahán, conmúnmente conocido como el «sacrificio de Isaac», culmina el itienerario espiritual de este patriarca. Lo mismo que un día Dios pidió a Abrahán que renunciara a su pasado (12,1-3), ahora le pide que renuncie a su futuro: al hijo de la promesa, a su hijo único (22,2). Como cualquier padre, Abrahán estaría tentado de aferrarse a su hijo y de negarsea sacrificarlo. De haberlo hecho así, hubiera mostrado que el apoyo de su fe no estaba en Dios, sino en su hijo. Habría preservado a su hijo, pero no habría garantizado el futuro prometido por Dios. Pero Abrán antepuso el temor/amor a Dios al amor al propio hijo, superando la prueba y dejando abierta la vía de la promesa. En la tradición cristiana, el sacrificio de Isaac prefigura el de Cristo, el Hijo único de Dios.

La visión de la zarza ardiente y la revelación de Dios a Moisés: «El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre zarzas (….) Yo soy el que Soy” (Ex 3,2-14).

La narración del profeta Isaías sobre su visión del Señor (Is 6,1;21,2): «El año de la muerte del rey Ozías*, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso(….) Me fue comunicada una visión siniestra: el traidor, traiciona, el devastador, devasta*.

*6,1 Como en el caso de las vocaciones de Jeremías y Ezequiel, el texto de Isaías lo forman tres secciones: la visión, la reacción del profeta y la misión que recibe.

Ezequiel y Daniel también recibieron revelaciones sobre su misión.

En el Nuevo Testamento podemos leer y meditar sobre estos fenómenos místicos y sus consecuencias en diversos pasajes.

El Apóstol Pedro hace suya la profecía de Joel (Hch 2,17; Jl 3): «No es, como vosotros suponéis, que éstos estén borrachos, pues es solo la hora de la tercia, sino que ocurre lo que habia dicho el profeta Joel: Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda la carne y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán y vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños…»

San Pablo, que tuvo la visión de Cristo en su camino a Damasco (Hch 16, 9-10) y que él mismo confesó: «Aquella noche, Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos». Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio».

San Pablo que tuvo una visión del Señor: «Una noche dijo el Señor a Pablo en una visión» No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo, ya nadie te pondrá la mano para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad» (Hch 18, 9-10).

Testimonio de San Pablo ante Agripa: «Así pues, rey Agripa, yo no he sido desobediente a la visión del cielo, sino que he predicado primero a los judíos de Damasco, luego a los de Jerusalén y de toda Judea, y por último a los gentiles, que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de penitencia » (Hch 26,19-20).

El propio Jesús en Lc 10,18-20*: «Él les dijo: Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno*. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» .

*10,18 Esta frase significa básicamente que para Jesús los exorcismos realizados por sus enviados manifiestan que Satanás , el acusador de los hombres, ha perdido su puesto, de modo que ya no hay quien acuse a la humanidad ante Dios.

En la agonía de Getsemaní, » Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba» (Lc 22,43).

Por una visión, José fue disuadido de repudiarla en secreto, tras haber conocido que María estaba en cinta. También por otra visión recibió aviso del plan de Herodes y se marcharon a Egipto. Supo por una visión que ya podían regresara a Nazaret .

Mt 1,20: «Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños* un ángel del Señor que le dijo» José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo».

*1,20 El género literario de las apariciones en sueños se emplea varias veces en Mt 1-2; las revelaciones divinas y su cumplimiento se corresponden de forma escrita (1,20-24; 2,12;2,13 s; 2,19-31).

Mt 2,12-19: «Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tienda por otro camino».

Y es el Apocalipsis de Juan, el último libro del Nuevo Testamento y de la Biblia, el que contiene mayor número de visiones de todo el Nuevo Testamento: “Una gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo los pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza* ; y esta en cinta , y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12,1-2).

*12,1 Adornada con un cúmulo de rasgos vistosos, que deben ser interpretados, la mujer representa a la Iglesia, en la feliz plenitud de su realización, anclada en la eternidad de Dios, partícipe de la misma vida de Dios, y como la coronación ideal de su pueblo.

Esta descripción de la mujer vestida de solo y coronada por estrellas, se ajustaba perfectamente al modo de describir a la Virgen Santísima en la Edad Media, desde el siglo VII al IX, de Oriente a Occidente.

Cuando finalmente el Apocalipsis pasó a formar parte del mismo canon que el Evangelio de Lucas y el Cuarto Evangelio, las diversas imágenes de la Virgen se reforzarían mutuamente.

Los fenómenos extraordinarios en la mística católica

Las llamadas apariciones marianas son fenómenos místicos extraordinarios y así vamos a exponer brevemente en qué consisten estas manifestaciones.Los fenómenos místicos se desarrollan siempre en algunos de estos tres campos de la persona o en varios de ellos a la vez: el intelectual, el afectivo o el orgánico.La mayor parte de los fenómenos místicos extraordinarios los producen las llamadas gratis dadas, que tienen por objeto inmediato o directo, no la propia santificación del que la recibe, sino la utilidad espiritual del prójimo, que se concede a un sujeto por encima del mérito de la persona, para que coopere a la utilidad de los demás y a la santificación de la Iglesia. Las gratis dadas son por ello independientes de la santidad del sujeto y en este caso del vidente o los videntes.San Pablo en su primera carta a los Corintios (1 Co 12,7-11) señala algunas de las innumerables gracias, gratias dadas, que el Espíritu Santo suele conceder a los hombres, principalmente a aquellos que más interesa para el apostolado y ministerio de la Iglesia:

1) Para tener un conocimiento pleno de ellas: la fe, la palabra de sabiduría, la palabra de ciencia.
2) Para confirmar la revelación divina. Y esto de dos maneras: obrando, don de curaciones y don de milagros; conociendo, profecía y discreción de espíritus.
3) Para proponer convenientemente a los oyentes la palabra divina: don de lenguas e interpretación de lenguas.

En virtud de las mutuas relaciones y dependencias entre los tres aspectos fundamentales de la vida humana: el intelectual, el afectivo y el orgánico, resulta muy difícil establecer una verdadera clasificación de los fenómenos místicos, toda vez que la mayoría de ellos tienen una repercusión simultánea o sucesiva en los tres órdenes fijados. Sin embargo según que la acción divina tenga su foco y asiento principal en el entendimiento, la voluntad o en el organismo del que los experimenta, podemos clasificar los fenómenos místicos en :

1) Fenómenos de orden cognoscitivo: visiones, locuciones, revelaciones, discernimiento de espíritus, hierognosis y otros.

2) Fenómenos de orden afectivo : el éxtasis y los incendios de amor.
3) Fenómenos de orden natural: la estigmatización, las lágrimas y el sudor de sangre, la renovación o cambio de corazones, la inedia o el ayuno prolongado, la privación del sueño, la agilidad, la bilocación, la levitación, la sutileza, la luminosidad, el perfume sobrenatural.Así las llamadas apariciones marianas se pueden clasificar dentro de los fenómenos místicos extraordinarios, como revelaciones privadas, diferenciándolas así de la única Revelación Pública, que es la que es el fundamento de nuestra fe, y sólo la Iglesia es su depositaria y guardiana: las Sagradas Escrituras.En unos casos, estas revelaciones privadas se presentan como visiones corporales, en otros como locuciones, en otros como mezcla de las dos, otras veces pueden ser revelaciones privadas iluminadas por el don de la profecía o el don de los milagros, o acompañadas de fenómenos como la estigmatización, el sudor de sangre o el perfume de flores.

A pesar de esta realidad descrita, las apariciones marianas no entran dentro del depósito de la fe, que descansa en la revelación hecha a los profetas y a los apóstoles, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición bajo el control y vigilancia de la Iglesia. No obstante, reconocidas como tales después de un prudente juicio, son para quienes las experimentan o reciben directamente, inclinación hacia ellas y para quines las escuchan o reciben indirectamente, piadosa creencia, que les ayuden a actualizar el mensaje evangélico, sin que por ello tengan que darles asentimiento de fe divina, aunque hayan sido aprobadas por la Iglesia como no contrarias al dogma ni a la sana moral.

(Ibid.)

(* notas a pie de página Sagrada Escritura, versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, año 2011)