Breve historia sobre las Visiones de la Virgen María
Las Sagradas Escrituras, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia Católica constituyen la única revelación obligatoria para los cristianos.
El fenómeno de las apariciones en la historia de la Iglesia se viene dando desde épocas muy antiguas.
El más antiguo que conocemos corresponde a la visión de la propia Virgen María (La Virgen del Pilar), aún viva, del apóstol Santiago en el año 40 d.c. junto a otros ocho testigos, a las orillas del Río Ebro, cerca de Zaragoza.
En el siglo III, San Gregorio Taumaturgo, obispo de Neocesarea, Asia Menor (+270), se le apareció la Virgen María para instruirlo en algunos misterios de la fe que él desconocía.
En el siglo IV (+397) San Martín de Tours y en el siglo VI, San Idelfonso de Toledo (+567), ambos explican que habían experimentado manifestaciones de la Madre de Dios, durante sus vidas.
En el siglo VII, el Papa San Gregorio Magno, nos cuenta que María se le apareció a una niña, para anunciarle su muerte próxima.
En el siglo VIII, San Juan Damasceno (+749) recobró la mano derecha por la intercesión de la Virgen María que se le apareció.
En 1208, la Madre de Dios en persona, le enseño a Sto. Domingo de Guzmán a rezar el Rosario y le exhortó a propagar esta devoción y a utilizarla como arma poderosa en contra de los enemigos de la fe.
En 1251, la Virgen María se le aparece a San Simón Stock en Cambridge, como respuesta a las súplicas de auxilio a la oprimida orden del carmelo.
Durante la Edad Media, surge una proliferación de visiones y profecías. Grandes santas recibieron la visita de la Santísima Virgen:
Santa Gertrudis, fueron muy aceptadas y leídas sus profecías (+1302).
Santa Ángela de Foligno (+1309).
Santa Brígida (+1373), sus revelaciones fueron de gran trascendencia.
Santa Catalina de Siena ( +1380).
Santa Juana de Arco con sus voces y visiones (+año 1431).
El día 12 de diciembre de 1531, se produce la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe al indio San Juan Diego.
En el siglo XVI los abusos relacionados con las apariciones y fenómenos extraordinarios eran realmente numerosos. Frente a este panorama, se propugnaron dos posiciones contrapuestas:
- Los defensores, como San Ignacio de Loyola ( +1556), en cuya vida los fenómenos extraordinarios serán fundamentales.
- Los oponentes, como San Juan de la Cruz (+1591) y Santa Teresa de Jesús(+1582).
La Iglesia decidió tratar el asunto en el V Concilio de Letrán, celebrado en el año 1512. El concilio investigó, analizo y decidió que correspondía al Papa decidir si una aparición de la Virgen, se consideraba auténtica o no, así como autorizar su culto. Si alguna circunstancia urgente lo requería, podía permitirlo el obispo del lugar.
Será el cardenal Lambertini, más tarde nombrado papa con el nombre de Benedicto XIV, quién dará la respuesta definitiva a este problema. En 1783, dos años antes de ser nombrado papa, publicó un tratado titulado “ La Beatificación de los Siervos de Dios”. En él distinguía dos clases de revelaciones: la Revelación Pública,a la que Dios hizo al pueblo de Israel a lo largo de su historia, comenzando por Abraham y finalizando con la muerte de Jesucristo y la de sus apóstoles. Esta revelación duró unos 1900 años y ya ha concluido. Actualmenteestá recogida en la Biblia y se la considera obligatoria e imprescindible para la vida y la salvación de cualquier creyente cristiano.
Pero además puede darse que Dios, la Virgen María o algún Santo, quieran revelarle a un creyente algún mensaje personal. Estas son las denominadas Revelaciones Privadas, de las que Benedicto XIV, dice que aunque sean aprobadas por la Iglesia, no se les debe atribuir asentimiento obligatorio. Por lo tanto uno puede rechazarlas y negarse a aceptarlas. También el papa Pío X asumía y afirmaba esta misma actitud en la Encíclica Pascendi, del 8 de septiembre de 1907.
A partir del siglo XIX, entramos en la época de las grandes apariciones marianas, cuyas devociones son autorizadas por los obispos locales y recomendados por los Pontífices. Son ejemplo de ellas: La devoción a la medalla milagrosa (Sta. Catalina Labouré), La Salette, La Virgen de Lourdes (Sta. Bernardette Soubirous) y en el siglo XX: la Virgen de Fátima.
La Iglesia no se pronuncia oficialmente en el 90% de las veces que ocurre una aparición de este tipo, pues conserva extremada prudencia.
El número 67 del Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nos advierte varias cosas:
1.Que no todo lo que dice recibir revelaciones sobrenaturales las recibe realmente, ni todos los mensajes vienen necesariamente de Dios.
2.Que los fieles deber saber discernir, guiados por el Magisterio de la Iglesia, entre las que son auténticas y las que no lo son.
3.No debemos esperar que la Iglesia se pronuncie sobre cada mensaje de la Virgen María, sino que somos los laicos quienes debemos aprender a diferenciar lo verdadero de lo falso.
Es oportuno aplicar siempre la siguiente regla de oro:
la Revelación pública”.