“Una de las razones por que tan pocas almas llegan a la plenitud de la edad en Jesucristo, es porque María, no está lo bastante formada en sus corazones….Quien desea tener el fruto de la vida, Jesucristo, debe tener el árbol de la vida, que es María….Cuanto más miréis a María en vuestras oraciones, sufrimientos, acciones….más perfectamente encontraréis a Jesucristo” (cf. Grignion de Montfort, San Luís, «La Verdadera devoción a la Santísima Virgen», Ed. BAC. c.5 a.5 n. 164-65, p.531-32).
Estas palabras de uno de los más autorizados intérpretes de la devoción a María, nos dan ocasión para examinar el papel importantísimo de la Santísima Virgen en la santificación de las almas.
María es sencillamente el camino más corto y seguro para llegar a Cristo y por Él al Padre, y ahí el contenido de nuestra santidad. No se trata de una devoción más sino de algo básico y fundamental en nuestra vida cristiana (cf: «Teología de la Perfección cristiana», P.1, Cap IV ; «La Virgen María y nuestra santificación», Antonio Royo Marín, BAC)
Alusiones a las Sagradas Escrituras y al Catecismo
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica nos revela la verdadera identidad de la Virgen María, con las respectivas citas bíblicas y correspondencia con los números del Catecismo de la Iglesia Católica (en adelante CAT).:
Madre de Dios
María es verdaderamente Madre de Dios strong>porque es la madre de Jesús (Jn 2,1:19,25). En efecto, aquél que fue concebido por obra del Espíritu Santo y fue verdaderamente Hijo suyo, es el Hijo de Dios Padre. Es Dios mismo (CAT 495 y 509).
La Inmaculada Concepción
Dios eligió gratuitamente a María desde toda la eternidad para que fuese la Madre de su Hijo; para cumplir esta misión fue concebida inmaculada. Esto significa que, por gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo, María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción (CAT 487- 492,508).
La Llena de Gracia, la Toda Santa
Por la Gracia de Dios, María permaneció inmune de todo pecado personal durante toda su existencia. Ella es la llena de gracia (Lc 1,28), la toda Santa. Y cuando el Ángel le anuncia que va a dar a luz al Hijo del Altísimo (Lc 1,32), ella da libremente su consentimiento por obediencia de la fe (Rm 1,5). María se ofrece totalmente a la Persona y a la obra de Jesús, su Hijo, abrazando con toda su alma la voluntad divina de salvación.
La Nueva Eva, la más perfecta realización de la Iglesia
María tuvo un único Hijo, Jesús, pero en Él su maternidad espiritual se extiende a todos los hombres, que Jesús vino a salvar. Obediente junto a Jesucristo, el nuevo Adán, la Virgen es la Nueva Eva, la verdadera madre de los vivientes, que coopera con amor de madre al nacimiento y a la formación de todos en el orden de la gracia.
Virgen y Madre, María es la figura de la Iglesia, su más perfecta realización.