«El arte de vestir a la Virgen», una completa enciclopedia sobre 5 siglos de tradición en Andalucía

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Vestir las imágenes de la Virgen María, especialmente en las regiones del sur de España, es un arte y un privilegio, y también una expresión cultural y de devoción. Todas estas dimensiones se analizan en un nuevo libro de editorial Almuzara que comenta Luis Miranda en la edición cordobesa de ABC Andalucía (el 28 de marzo de 2017) y que reproducimos a continuación por su relevancia para la cultura mariana.

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Pocos son conscientes, pero cuando están ante una imagen de la Virgen María y se presenta con manto, saya y tocado, lo que tienen delante es un arte, que como tal ha evolucionado con escuelas y tendencias a lo largo de los años y que es el producto de mucho tiempo de aprendizaje.

Tres personas han reunido en un libro gran parte del saber sobre ello, y esta obra, que pasará a ser de referencia en Andalucía, la acaba de publicar la firma cordobesa Almuzara. «El arte de vestir a la Virgen» acaba de ver la luz escrito por el investigador José Ignacio Sánchez Rico, el profesor Jesús Romanov y el vestidor Antonio Bejarano, que entre otras imágenes sevillanas se ocupa del atavío de la Reina de los Mártires.

La obra hace un completo análisis histórico de un camino de siglos. Jesús Romanov explica que la primera imagen que se vistió fue Nuestra Señora de los Reyes, la patrona de Sevilla. Las imágenes por la época eran de talla, pero aquel fue un caso único, y más adelante, ya en el siglo XVI, muchas se empezaron a adaptar. El libro habla de un caso conocido: el de la Virgen de la Soledad de Madrid, vestida como viuda de luto de la corte de los Austrias en el siglo XVI. «Era como la Macarena de la época», y su estilo marcó a las demás: manto negro con saya del mismo color que se cubre con una toca blanca.

 

La Virgen de las Angustias, en un cuadro del siglo XVII
La Virgen de las Angustias, en un cuadro del siglo XVII

 

Los testimonios gráficos muestran que se expandió por todas partes. También en Córdoba: la Virgen de las Angustias aparece así vestida en varios cuadros, como el de las Capuchinas, del que Jesús Romanov destaca las cintas de la pasión, una especie de estola que aparecía en algunas imágenes. Del siglo XIX se conserva un grabado de la Virgen de los Dolores con la estética de los Habsburgo.

En el siglo XVI, las Dolorosas estaban hechas para vestirse en ese estilo: «No era como ahora que se diferencian por las advocaciones y el estilo, eran como las Inmaculadas y no se distinguían». «Desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII apenas hubo cambios, y a muy principios del siglo XIX sí se empieza a notar», explica. Las Dolorosas empiezan a desaparecer y se usan las mantillas. Los cambios se aceleran en el siglo XX, «cuando Juan Manuel empieza a vestir a la Macarena, con tocados que podemos llamar murillescos, ya que se inspiraban en la pintura».

El vestidor culmina el trabajo del imaginero

El libro hace un recorrido por todos estos cambios de estilo y por los distintos vestidores, sobre todo de Sevilla, y cómo la Esperanza Macarena, icono de referencia, hace populares todos sus estilos. Para Jesús Romanov, el trabajo del vestidor culmina el del imaginero. «Hay una frase del profesor Palomero que dice que el vestidor es a la imagen de vestir lo que el policromador a la de talla», resume, porque estas imágenes sólo tienen el busto, y quien hace este trabajo la acaba: «La dota de un ropaje que hace que la imagen tenga una apariencia u otra. La está terminando».

Jesús Romanov habla de la Virgen de los Dolores como de un caso particular. «Es de las pocas imágenes que han resistido lo que era la moda del siglo XIX y XX y ha quedado casi como en el siglo XVIII. No es el atavío Habsburgo puro, porque tiene introducciones de su época, como los rostrillos de joyería, y el uso de las joyas», dice tras ponderar su muy personal estética, que «da una imagen muy definida y muy personal, tanto de la Virgen como de la propia Córdoba, y tendría que haberlo conservado la Virgen de las Angustias. Se ve en las fotos antiguas que lo conservaba a principios del siglo XX, y está mejor que ahora».

Gran parte del libro se dedica a la biografía de los grandes vestidores. Entre lo popular y lo más refinado, a veces con la ayuda de personas cultas, captaban ideas de las modas de su tiempo o hasta el cine, como el célebre tocado «del refregador» de la Esperanza de Triana, que el cinéfilo Fernando Morillo Lasso sacó de un vestido de drapeado de Rita Hayworth.

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