María del Carmen y Carmen son el primer y el tercer nombre de mujer más común en España. La Virgen del Carmen es una advocación con devotos sin orillas desde la aparición a San Simón Stock en 1251, con la entrega de un regalo mariano al mundo, a través de los carmelitas: el escapulario.
Son 98 los pueblos de España que tienen como patrona a la Virgen del Carmen. De 14 comunidades autónomas diferentes.
Son datos que demuestran que la patrona del Mar y de la Armada Española tiene arraigo y su devoción se extiende sin fronteras.
En Europa, la Virgen del Carmen también tiene su foco de piedad, especialmente en Italia. Y en América Latina, la devoción a esta advocación de la Virgen es un mar con orilla, pero sin límites: es Reina y Patrona de Chile, Patrona de Colombia, Alcaldesa Perpetua de Lima (Perú), Patrona del Ejército de Venezuela, y referencia mariana constante en Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, México, Panamá, Puerto Rico…
Esta devoción no es una tradición en marea baja. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística de España, en 2015 «Mari Carmen» era el nombre de mujer más extendido en el país. Además, «Carmen», a secas, es el tercer nombre propio más común entre las españolas. Son datos elocuentes.
Siglo XIII: la Virgen se aparece a un carmelita
Según la tradición, el 16 de julio de 1251 la Virgen del Carmen se le apareció a san Simón Stock, superior carmelita, al que le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano de la orden.
Los anales de la época y la tradición extendida en estos casi ochocientos años cuentan que ese mismo día la Virgen del Carmen prometió liberar del purgatorio a todas las almas de las personas que vistieran el escapulario durante su vida dirigiéndolas al cielo el sábado siguiente a su muerte. Desde 1587, esta revelación en forma de regalo ha sido respaldada por los Papas.
Un «obsequio del cielo»
Aquel 16 de julio de 1251, la tradición cuenta que la Virgen le dijo a san Simón: «El que muera vestido de este escapulario no sufrirá las penas del fuego eterno«, y el santo interpretó desde entonces el escapulario como un «obsequio del cielo».
Las narraciones de la época destacan que la promesa de la Virgen incluía estas palabras: «Perseverad llevando puesto devotamente el santo escapulario, porque es mi hábito. El hecho de andar vestido de este hábito mío, significa que estáis continuamente pensando en mí; y que yo, en turno, siempre estoy pensando en vosotros, y ayudándoos en asegurar la vida eterna».
Sor Lucia, una de las videntes de Fátima, recuerda que, en la última aparición de la Virgen en octubre de 1917 «María apareció con el hábito carmelita y el escapulario en la mano, y recordó que sus verdaderos hijos lo llevaran con reverencia».
¿Qué es el escapulario?
El escapulario está reconocido por la Iglesia como un sacramental: un signo que ayuda a vivir cristianamente. Ni es un amuleto que asegura la salvación, ni comunica las gracias propias de los sacramentos, pero dispone al amor de Dios. Tiene tres significados: amor y protección maternal de la Virgen, la pertenencia a María y el suave yugo de Cristo que la Virgen ayuda a llevar.
Este regalo de la Virgen empezó siendo sólo para los religiosos, y poco a poco se fue extendiendo también entre los laicos. Según san Alfonso María de Ligorio, «así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio y son miembros de la familia de la Madre de Dios».
El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto sobre el devoto con la siguiente oración: «Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna». Puede ser impuesto también a los no católicos.
El escapulario y los santos
El beato Papa Gregorio X, coetáneo a las apariciones de aquel 16 de julio de hace 765 años, fue enterrado con su escapulario y 600 años después, cuando abrieron su tumba, el objeto de devoción mariana estaba intacto.
Algo similar le sucedió a san Alfonso María de Ligorio. San Juan Bosco, San Pedro Claver y San Juan Pablo II son otros santos que asumieron públicamente la tradición del escapulario de Nuestra Señora del Carmen en vida y hoy están en los altares.
El punto 500 de Camino, de San Josemaría Escrivá de Balaguer, resume esta tradición cristiana consolidada: «Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. —Pocas devociones —hay muchas y muy buenas devociones marianas— tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices».
En este sencillo consejo que se encuentra justo en el ecuador del libro más difundido del san Josemaría, se recoge la experiencia propia del fundador del Opus Dei, que llevó el escapulario toda su vida y habló de él, como una expresión de su particular amor por la Virgen María.