En los días que rodean al 3 de febrero, Tegucigalpa recibe más de un millón de peregrinos (algunos dicen que hasta dos y medio) que llegan de toda Honduras y de toda Centroamérica para rendir homenaje a la patrona de Honduras, la Virgen de Suyapa, una diminuta imagen de madera negra a la que llaman también «La Morenita» y «la Chiquita y Milagrosa».
La misa solemne en la basílica menor de Suyapa es todo un acontecimiento, que este año presidió el cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez, junto al cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez.
La Virgen de Suyapa es, entre otros honores, capitana de las Fuerzas Armadas de Honduras. Contrasta la devoción del pueblo con el tamaño de la imagen: una estatuilla de seis centímetros tallada en madera de cedro, que fue hallada, dice la tradición, por los campesinos Alejandro Colindes y Lorenzo Martínez el 3 de febrero de 1747.
Muchos días de festejos y peregrinos agradecidos
Los festejos duran más de una semana y la prensa hondureña aprovecha para publicar crónicas del ambiente y recoger declaraciones agradecidas de personas beneficiadas por los milagros y favores de la Virgen.
Por ejemplo, Besy Lara, de 41 años, encendió velas en acción de gracias en la Catedral de San Pedro Apóstol. “Mi hermana, de 43 años, estaba grave el año pasado para estas fechas, y no sabíamos qué tenía. Había visitado médicos de Honduras, El Salvador y Estados Unidos y nadie le podía diagnosticar nada. Un día que estaba en Tegucigalpa le pedí a mi mamá que fuéramos a visitar la basílica de Suyapa. Yo le dije a la Virgen que si hacía un milagro en mi hermana yo haría la peregrinación”, recuerda Lara. La enferma mejoró mucho. «Le diagnosticaron la enfermedad, la operaron y está llevando una vida normal”.
Santos David Núñez, de 45, coloca una vela ante el nuevo mural de la Virgen recién pintado por el artista Rolando Rodríguez, conocido como Sambo.
“Hace más de un año estuve grave del páncreas en el hospital. Le pedí de corazón a Dios y a la Virgen de Suyapa que me curaran. Ahora me siento bien. Yo creo en la Virgen porque ella también curó a mi mamá de un grano que tenía en un pie”. Explica que su madre le enseñó que quien sana a los enfermos «que piden con sinceridad» es Dios Todopoderoso.
Un embarazo asombroso
Carmen Galeano (52 años), una católica que vende imágenes sacras, no duda en contar su testimonio. “Por la Virgen yo tengo un hijo. Yo tenía seis meses y medio de embarazo y se me reventó la fuente. Me estaba muriendo con él adentro. Yo le prometí a la Virgen de Suyapa que si ella me lo daba, se lo iba a presentar y le llevaría la candela más bonita que encontrara, y a la Virgen de Guadalupe le dije que si le daba vida, él sería uno de sus indios”. dice. Carmen dio a luz un niño de buen peso. Lo bautizó con el nombre de Enmanuel de José y luego lo llevó a la basílica en Tegucigalpa. “Virgencita este hijo es tuyo y mío”, le dijo cuando lo alzó ante la imagen. Enmanuel de José ahora tiene 15 años «y es un gran católico», dice.
Una peregrina llegada de Estados Unidos, Sofía Walter, relató que hace 27 años, cuando estuvo embarazada de su segundo hijo, los médicos le aconsejaron no tenerlo porque el bebé padecía de una enfermedad que lo dejaría con defectos físicos, sin habla o “cieguito”. Ella volvió triste a casa, orando a Dios.
«Vi a la Virgen y el niño nació sano»
“Hágase tu voluntad, si tú quieres que yo tenga un hijo ciego o con problemas, que así sea tu voluntad«, rezaba. «Y en el momento en que yo dejé que Dios tomara las riendas, la vi”. “Yo no soy una persona demasiado religiosa, no sé, pero yo de repente vi a la Virgen, ella estaba en una esquina y yo me pinchaba, sin creerlo… Cuando ella apareció, la vi con sus manitas extendidas, con una luz azul y sentí un calor en mi vientre, y en ese momento me di cuenta también que iba a ser un niño”, dijo Walter. El milagro sucedió en el día de la Virgen de Suyapa. Su hijo nació sano y hoy tiene 27 años.
Otro testimonio lo contó Juan Francisco Morga, llegado de El Zapotillo, Jamastrán. Hace la visita cada año, agradecido porque su hijo JUan Andrés slavó la vida. “Mi hijo ahora tiene 35 años, pero cuando tenía nueve meses, se me enfermó y yo lo traje al Materno y me dijeron que no tendría vida, me lo iban a operar y me decían que no iba a tener vida, entonces les dije que así lo dejaran, de una fiebre se quedó morado, yo le pedí a la Virgen de Suyapa que me lo dejara con Dios y ahí lo tengo”.
María, una madre a la que pedir intercesión
«María es la madre de Dios, ella es una intercesora entre nosotros y Jesús, ella pide al hijo y el hijo intercede al Padre», dice el padre Jaime Matheu, el párroco al frente del santuario, cuando le preguntan sobre los milagros de la Virgen de Suyapa.
«La mamá tiene mucha fuerza por el amor que tiene hacia nosotros; entonces, lo que una madre pide a su hijo este se lo va a conceder. La Virgen María es la mediadora entre nosotros y Jesús, quien es el único que puede interceder ante Dios Padre por nosotros, y acudimos a ella porque Jesús siempre la escucha, tal y como se relata en varios pasajes de la Biblia», añade.
Una iconografía con base en la historia
En la catedral de San Pedro Sula, un nuevo mural recoge la historia del hallazgo. El pintor, Rolando Rodríguez, conocido como Sambo, explica: “Esta historia tiene varios matices, algunas personas que la cuentan difieren porque no hay un manuscrito. La historia está basada en relatos que han contado a lo largo del tiempo. Para hacer este mural me basé en el relato más fidedigno que la Iglesia apoya”.
Después de dos meses de investigación sobre lo ocurrido en esa mañana de un día de 1747, Rodríguez esbozó el mural y lo presentó ante las autoridades eclesiales (monseñor Ángel Garacha y el párroco de ese entonces José Antonio Canales).
“Alejandro Colindres y Lorenso Martínez eran labradores, campesinos, y, en el mural, están en una milpa. Como eran campesinos, pensé en el tipo de vestimenta usada en aquel tiempo. Según la historia, usaban mucho la manta”, arguye el pintor al explicar sobre la iconografía.
Rodríguez dice que los personajes de la historia, ahora en el mural, “no vestían ropa nítida, blanca, porque trabajaban en el campo. Calzaban sandalias de cuero, porque no había zapatos”. “La historia dice que el hecho tomó lugar cerca de un riachuelo. En el mural incluí el riachuelo, una milpa e insinué un pueblo, Santa Lucía. También las herramientas”, dice. “La historia no habla de que el adulto y el niño eran indígenas, eran un tanto mestizos”.
Para Rodríguez, católico, convertir una de las historias más valiosas de feligreses en mural representó “una gran responsabilidad porque uno puede crear la imagen definitiva de la historia”.