Una imagen de la Virgen de 11 metros domina Marsella: dentro cuelgan del techo unos curiosos exvotos

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En Marsella siempre huele a mar, sobre todo los días de viento y lluvia, cuando las olas zarandean las pequeñas embarcaciones atracadas en el Puerto Viejo. Huele a sal, a noches de miedo en plena tormenta, a vidas difíciles. Desde ahí abajo, la basílica de Notre Dame de la Garde, construida en lo alto de una colina, siempre parece impresionante, como un asidero al que agarrarse, como el ojo que todo lo ve. (Ver abajo vídeo.)

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En esta ciudad tan grande -la segunda más poblada de Francia- todos los caminos apuntan a La Garde. Se puede subir a pie, aunque la travesía no es precisamente corta ni fácil; en un tren turístico que zigzaguea por las callejuelas del puerto, o en el autobús número 60. En cualquier caso, el destino merece la pena.

La primera referencia de este templo se remonta a 1214, cuando el padre Pierre lo hizo construir. En 1477 se amplió, aunque entonces seguía siendo un espacio muy pequeño, con capacidad para cincuenta o sesenta personas. El nuevo santuario, el que hoy vemos, se remonta a 1853-1897.

En primer lugar, una aclaración: Notre Dame de la Garde son dos templos. En la parte inferior hay una cripta o pequeña capilla, terminada unos años antes que la basílica, que no fue consagrada hasta el 4 de junio de 1864. Segundo aspecto llamativo: la enorme estatua de la Virgen -once metros- que corona el campanario, visible desde cualquier punto de Marsella. Y el tercer detalle, por supuesto, el interior de la basílica, único. ¿Por qué cuelgan estos barcos y aviones del techo?, pregunta un turista al entrar.

Notre Dame de la Garde es hoy un museo original lleno de cientos de exvotos, ofrendas donadas para agradecer la ayuda de la Virgen. Las hay de todo tipo, por ejemplo placas colocadas en casi cualquier hueco de las paredes. Y cuadros, como puede verse en una de las fotografías que acompañan estas líneas. Muchos de esas ofrendas son reproducciones de barcos en las que alguien se salvó de un accidente que podía haber sido fatal. Esta práctica es anterior a la construcción de la actual basílica. La primera noticia la encontramos en un documento de 1425. Jean Aymar pagó cinco florines por unas imágenes de cera ofrecidas a la Virgen.

Lo que empezó como una curiosidad se convirtió con el tiempo en categoría. Notre Dame de la Garde, de estilo románico-bizantino con mucho mármol y pórfido, es una basílica única por la enorme cantidad de objetos/ofrendas alojados entre sus muros. Cada uno tiene una historia, una gota de agua en el mar.

En España también hay pequeñas iglesias de la costa con algún barco o cuadros que recuerdan un naufragio, como en San Andrés de Teixido, en el municipio de Cedeira (La Coruña).

Artículo publicado originalmente en el blog Próxima Estación, que mantiene Juan Francisco Alonso en ABC.

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