Un soneto a la Virgen por el nacimiento del Niño… y alguno más

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Un belén viviente en Corbera de Llobregat... la imaginación con fe busca representar el gran momento navideño

José Antonio Cué Palero es un joven poeta católico de Madrid que acaba de publicar su poemario Treinta y tres sonetos del alma y otras composiciones (Edición Personal). Entre esos sonetos, destacan los dedicados a la Virgen María, de los cuales recogemos algunos, empezando por el dedicado a la Natividad.

«Muchas veces me pregunto cómo se sentiría la Virgen María por haber sido elegida por Dios para tal trascendental tarea», escribe el poeta. «¿Y cuándo tuviese a Jesús en sus brazos? Se desharía de amor, de ternura, de cariño, de dulzura. Se le iluminaría de forma permanente el rostro al mirarle. Y tan buena Madre vio Jesús que Él tenía que quiso que fuera la nuestra también«. De esas reflexiones, brota el soneto.

Soneto a la Virgen María por el nacimiento del Niño Jesús

«Por su fruto la conoceréis»

Encinta estaba la Virgen María
y con paciencia esperaba al Niño Dios,
que del mundo sería el Salvador
para una nuestra mayor alegría.

Por su humildad, escogido la había,
su sencillez enamoró al Señor,
que por Ella a todos demostró
el gran amor que nos tiene y tenía.

Él quería para su Hijo ternura,
que nadie sino Ella podía dar;
ya que todo en María era dulzura.

Nacer Él debía de tal bondad,
de tal pureza y bendita hermosura,
de aquel gran don para la humanidad.

Otro de los sonetos marianos del autor explora la dimensión de la Virgen como auxilio ante el desamparo, a través de la simbología de la nieve.

«Es en realidad la recreación literaria de una ensoñación que tuve en la que estaba perdido y desorientado en medio de un paraje nevado y se me aparecía la Virgen para rescatarme y darme refugio. Recuerdo la calidez que sentí cuando llegué a una especie de casa pequeña con chimenea y con la Virgen estando a mi lado. Fue un sueño, pero vivido como si fuera real. Entendí que la Virgen socorre a los que imploran su ayuda, rescata a los que se desvían de la senda que lleva al Señor y lo hace todo con un amor de Madre tan ardiente que cura el frío de nuestra falta de Dios, retornándonos al verdadero Camino».

Soneto a la Virgen de las Nieves 

«María, Madre de Gracia, Madre de piedad y de misericordia, defiéndenos de nuestros enemigos; ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén». 

En un valle nevado soñé que me había perdido,
mas ahí estaba la Virgen de las Nieves,
¿sientes frío? -me dijo -hoy te vienes,
que muy a salvo estarás tú conmigo.

Refúgiate, pequeño, so mi abrigo,
que pronto se irá el frío que tú tienes,
y así mi amor te colmará de bienes
y en calidez se tornará tu frío.

De esta manera, me vi yo amparado,
so el manto de la Virgen protectora
de los que del Camino se han desviado.

Pues la Virgen, de las Nieves Señora,
auxilia a todo aquel desamparado
que fielmente pide que le socorra.

Otros poemas sobre María

El poemario incluye además un soneto a «María, Madre del Cielo y Señora / María, Reina por siempre admirable» y otro a María como faro en la tempestad: «Cuando seas tentado has de invocar / el bello y dulce nombre de María / que es el brillante faro que te guía / en esa ocasión de debilidad».

Además de los 33 sonetos que indica el título hay otras 11 composiciones, incluyendo un «Romance rimado a la Virgen María» y una «Lira a la Virgen del Pilar», que empieza así:

La Virgen del Pilar
patrona de la Hispanidad, sostiene
la fe, y así el amar,
de todo aquel que tiene
en su Jesús, al mayor de sus bienes.

Estos poemas pueden encontrarse en Treinta y tres sonetos del alma y otras composiciones (Edición Personal).

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