Un pastor luterano dibujó un icono mariano en el infierno de Stalingrado: hoy lo veneran católicos

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En la esquina de las calles Praga y Comunismo en Volgogrado, la antigua Stalingrado, en Rusia, rodeada de bloques soviéticos de típicos cinco pisos, se erige una iglesia católica edificada en el siglo XIX dedicada a San Nicolás.

En el altar, debajo del crucifijo, se halla un icono tallado: se llama la “Madonna de Stalingrado”.

Es una réplica del dibujo hecho por un pastor protestante alemán, Kurt Reuber.

A menudo esta imagen es llamada “Nuestra Señora de la Reconciliación”.

Kurt Reuber, oficial del servicio médico de la división 16 de tanques que formaba parte del 6º Ejército alemán bajo el mando del general Friedrich Paulus, tuvo una vida complicada…

Nació en una familia campesina, estudió teología, fue ordenado pastor y oficiaba en la pequeña iglesia evangélica en el pueblo de Wichmannshausen.

Estudiando en la universidad, conoció de cerca al filósofo, teólogo y médico, futuro premio Nobel Albert Schweitzer.

Debido a esa influencia Reuber quedó fascinado por la medicina y no solamente cursó estudios para licenciarse médico sino que presentó una tesis doctoral: “Ética de la clase médica”.

Desde entonces, el día del pastor Kurt Reuber se dividió en dos: el hospital por la mañana y la iglesia por la tarde.

Además, tenía una gran capacidad artística, llevaba dibujando desde niño. Así, era teólogo, médico, pintor, padre de tres hijos

Además, hay datos que indican que las autoridades nacionalsocialistas lo consideraban subversivo: en algunos sermones se pronunció en contra de los poderes oficiales y un día, en la época más dura de persecución contra los judíos, se dirigió a la ciudad vecina para visitar demostrativamente a un sastre judío y encargarle un traje.

Kurt Reuber, pastor y médico, de buen humor 

Mirando sus fotos, en las que se le ve de buen humor y sonriente, es difícil entender qué le llevó a los campos de Rusia. Se ha escrito que fue llamado a filas como médico en 1939.

Trabajando en hospitales y trenes sanitarios, atravesó Rumanía, Bulgaria, Grecia. Resultó herido. Una vez repuesto, en verano de 1941, fue enviado a la URSS. Estuvo en la operación “Barbaroja”, en la toma de Kíev… trabajó en la zona ocupada. En sus ratos libres dibujaba retratos de los lugareños. De licencia en casa, trajo consigo 150 retratos.

En agosto de 1942, el médico militar Reuber, junto con su 16 división de tanques se escontraba en Stalingrado. Todas las cartas del frente, al igual que los dibujos de Kurt Reuber se guardan cuidadosamente en la casa de su hija Ute Tolkmitt. 

Escribió a su mujer: “Estamos llevando una cruzada sin cruz… En un año de la guerra rusa uno se vuelve más objetivo y justo en sus cualificaciones. He conocido a una gente formidable. Cuántos torrentes de sangre y lágrimas, terror de almas y cuerpos han atravesado este país”.

Para diciembre la situación de las huestes alemanes era fatal. El ejército del general Paulus ya estaba rodeado e intentaba, sin éxito romper el cerco. Muchos entendían que las cosas iban hacia una derrota total y no albergaban esperanzas. Mientras tanto se acercaba la Navidad…

“Algún soldado me preguntó si podía dibujarles un cuadro para la Navidad” – escribió Reuber a su mujer. – “Cuando comencé a dibujarlo, de líneas aisladas y trazos iba revelándose un todo. El cuadro parecía un fresco y a la vez una escultura. Eran una madre y un hijo que inclinaban las cabezas la una con el otro cobijados bajo el mismo trozo de tela grande. Cuando se abrió la puerta de tablas de mi bunker, y mis compañeros entraron dentro, se pararon como encantados, atónitos y guardaron un silencio de veneración frente al cuadro colgado de una pared de barro. Debajo del cuadro estaba encendida una luz en un tronco metido en un agujero de la pared. Todo el triunfo y toda la alegría luminosa de la Navidad brillaron en ese icono”.

La Madre de Dios, pintada con un trozo de carbón en el reverso de un mapa soviético “de trofeo”, estaba rodeada de palabras: “Luz. Vida. Amor. Navidad en el cerco – Fortaleza de Stalingrado”.

En la noche de Navidad la canción más interpretada fue “Noche de paz”. Los soldados con sus voces roncas la cantaban en sus refugios excavados en la tierra a la luz de unos cabos de velas guardados para tal ocasión.

El general Karl Strecker que inspeccionaba las posiciones avanzadas de sus tropas, quedó impresionado: “Aquí, en el infierno de la guerra, suena la canción “Noche de paz. Es una verdadera hermandad de los soldados…” –escribió luego en su diario.

No hubo escena tierna de la “Navidad en las trincheras”. El pastor ni siquiera pudo oficiar una liturgia navideña. Él y otros médicos estaban alrededor de la última botella de champán, “por todos los seres queridos”… pero no pudieron dar ni un sorbo.

Como escribió Reuber, en las inmediaciones de ellos cayeron unas bombas. Kurt, con su bolsa médica, salió afuera. Muy pronto el bunker adornado con las coronas de adviento, se convirtió en el hospital donde introducían a todos los heridos. Rueber anotó: “Uno de ellos estaba herido en la cabeza y ya no podía hacer nada por él. Era uno de aquellos que festejó con nosotros pero tuvo que salir de guardia. Al salir nos prometió que volvería para seguir cantando. Pero pasaron unos pocos minutos y estaba muerto. Aún sigue la noche de Navidad, pero cuánta tristeza hay alrededor…”

En las semanas posteriores la situación de los alemanes empeoró más aún. El 13 de enero de 1943, la “Madonna de Stalingrado” fue sacada del cerco en el último avión, estrujada por las manos de un comandante de subdivisión gravemente herido, Wilhelm Grosse. El refugio subterráneo donde se había creado la imagen de la Madre de Dios, pasada una semana fue destruido por una bomba directa.

Pronto las tropas soviéticas ocuparon Stalingrado. De más de 300.000 soldados del 6º ejército, 90.000 supervivientes cayeron prisioneros. Entre ellos estaba Reuber. Le enviaron al campo de prisioneros de Oranki, el antiguo monasterio de Nuestra Señora de Oranki.

“Al acabarse la batalla de Stalingrado, comenzaron a enviar aquí a los prisioneros de guerra” – relata la directora de la biblioteca del pueblo de Oranki, Tatiana Kovaleva. – “Primero fueron alemanes, húngaros, rumanos, italianos, españoles, belgas y hasta franceses. Los ancianos del pueblo dicen que muchos de los que vinieron en invierno de 1943 padecían congelamiento, desnutrición y paludismo severos. Es evidente que a los prisioneros, ante todo, les llevaban a los baños. Cuando les ordenaban desvestirse, los prisioneros, unos detrás de otros, se arrodillaban, lloraban y rogaban por piedad… Resulta que pensaron que les iban a llevar a las cámaras de gas”.

En el hospital del campo de prisioneros los médicos realizaron numerosas amputaciones de extremidades congeladas. Las autoridades del campo permitieron a los médicos prisioneros intentar a ayudar a salvar a sus compañeros.

No se sabe si Reuber también participaba en los cuidados médicos. Pero fue allí donde se enfermó de tifus. Se recuperó y fue trasladado al campo de Elabuga. Pero allí entró en coma y murió el 20 de enero de 1944. Poco antes de su muerte, Reuber envió a Alemania a su familia su último dibujo, la “Madonna de los Prisioneros de guerra”.

Durante muchos años, la “Madonna de Stalingrado” estuvo guardada por la familia de Reuber en el pueblo alemán de Wichmannshausen. El 26 de 1983, a petición del presidente federal de Alemania Karl Carstens, la familia entregó la imagen a la iglesia memorial del káiser Guillermo en Berlín. El templo había sido destruido en noviembre de 1943 en un bombardeo de los aliados. Luego el centro de la iglesia fue restaurado, quedando intactas las ruinas del campanario, y se convirtió en una especie de memorial de la destrucción y restauración.

En 1990, la imagen de Nuestra Señora de Stalingrado fue bendecida por los jerarcas de tres confesiones cristianas de tres ciudades europeas que sufrieron los ataques más crueles durante la II guerra mundial: el vicario de la catedral anglicana de Coventry, el obispo luterano de Berlín y obispo ortodoxo de Saratov-Volgogrado, Pimen (Jmelevskiy).

Tres años después, los veteranos de guerra austríacos que vinieron a Volgogrado a las celebraciones dedicadas al 50 aniversario de la Batalla de Stalingrado, regalaron a la parroquia católica del lugar una réplica tallada de la “Madonna de Stalingrado”.

La variante del icono que se venera en la parroquia católica de San Nicolás, en Volgogrado, la ciudad que lo vio nacer 

En esta imagen y su historia se entrelazaron muchas contradicciones… De un modo peculiar se unieron Stalin y la madre de Dios, unos nazis que sufren y bravos soldados rojos, luteranos, ortodoxos y anglicanos…

Por algo los católicos de Volgogrado veneran esta imagen bajo la advocación de “Nuestra Señora de la Reconciliación”

(Escrito por Mijaíl Fateev, cineasta y periodista, en Gaudete.ru; traducido del ruso para Cari Filii por Tatiana Fedótova)

Un documental en ruso y alemán con subtítulos en inglés dedicado a esta historia:

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