San Juan Pablo II, el Papa de la Virgen de Fátima: así fue la profunda unión entre María y el santo polaco

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Si hay un Papa vinculado a la Virgen de Fátima de manera especial ese es San Juan Pablo II, cuya vida y pontificado estuvo muy ligado a esta advocación mariana. Un 13 de mayo, el de 1981, casi muere en un atentado en la Plaza de San Pedro, y el santo polaco siempre habló de la intervención sobrenatural de la Virgen. Justo un año después viajó a Fátima a dar las gracias a María. Hoy la Virgen lleva incrustada la bala del ataque en su corona.

Sin embargo, la relación de San Juan Pablo II con la Virgen de Fátima es todavía más profunda. Y de cara a la fiesta mariana que se celebra este jueves Aciprensa ha hecho un completo recorrido a lo largo del pontificado del Papa polaco:

Una historia que unió el cielo y la tierra

El 13 de mayo de 1981 San Juan Pablo II recorría la Plaza de San Pedro en el papamóvil, saludando y bendiciendo a los fieles. De pronto, entre la multitud, el turco Alí Agca sacó un arma y disparó contra el Santo Padre que cayó gravemente herido. Este atentado no acabó con la vida del Papa peregrino porque una “mano materna” intervino.

Cuando San Juan Pablo II se recuperaba en el Hospital Gemelli pidió toda la documentación disponible sobre la Virgen de Fátima. Luego se pondría a trabajar para cumplir el segundo secreto confiado por la Madre de Dios en sus apariciones: consagrar Rusia a su Inmaculado Corazón.

Una imagen de Nuestra Señora de Fátima le fue llevada al Papa en Castel Gandolfo y San Juan Pablo II pidió que se construyera en la frontera entre Polonia y Rusia una pequeña iglesia, donde fue colocada la imagen mirando hacia Rusia.

Un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viajó por primera vez a Fátima para «agradecer a la Virgen su intervención por la salvación de mi vida y el restablecimiento de mi salud».

En 1983, Juan Pablo II formalizó su devoción y agradecimiento a la Virgen donando al Santuario de Fátima la bala que le extrajeron y que está engarzada en la aureola de la corona de la imagen de la Virgen.

El 8 de diciembre de 1983 San Juan Pablo II envió una carta a los obispos del mundo, incluyendo a los ortodoxos, expresando su intención de consagrar Rusia al Corazón de María. En el texto les propuso una oración especial para que ellos hicieran lo mismo en sus diócesis.

Días después, el Papa visitó en la cárcel a Alí Agca, quien le preguntó al Papa: «¿Por qué no murió? Yo sé que apunté el arma como debía y sé que la bala era devastadora y mortal. ¿Por qué entonces no murió? ¿Por qué todos hablan de Fátima?». En ese encuentro el Pontífice perdonó a su agresor.

El 25 de marzo de 1984, Fiesta de la Anunciación, el Pontífice consagró todos los hombres y pueblos, incluida Rusia, a María Santísima. Luego Sor Lucía, la tercera vidente de Fátima, confirmó que esta consagración se hizo “tal como Nuestra Señora había pedido”.

En el año 2000 San Juan Pablo II viajó a Fátima y el 13 de mayo beatificó a los otros dos videntes de la Virgen, Francisco y Jacinta Marto. Luego se anunció la publicación de la “tercera parte” o el tercer secreto de Fátima, lo que ocurrió el 26 de junio de ese año.

El entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, hizo un comentario teológico sobre el secreto en el que se menciona a un obispo vestido de blanco que muere ante una cruz.

“¿No podía el Santo Padre, cuando después del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del ‘secreto’, reconocer en él su propio destino? Había estado muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó el haberse salvado, con las siguientes palabras: ‘… fue una mano materna a guiar la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se paró en el umbral de la muerte’ (13 de mayo de 1994)”, destacó el Cardenal.

“Que una ‘mano materna’ haya desviado la bala mortal muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones”, enfatizó.

María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros.

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