Ring-Sakabe, el artista agnóstico y materialista convertido en «misionero para ateos» por la Virgen de Guadalupe

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Jordan Ring-Sakabe, con su hija junto al cuadro

Hasta no hace mucho, Jordan Ring-Sakabe era un artista ateo y materialista, orgulloso de reírse de los cristianos y muy conocido en Utah por sus obras figurativas y ambientales bajo el pseudónimo de J. Art Fox. Un perfil muy distinto al que muestra actualmente, convencido de ejercer con sus pinceles y paletas de color una misión evangelizadora a través de la belleza y la esperanza.

La pérdida de la fe

Criado en un hogar cristiano, Ring-Sakabe relata a LDS Living el abandono de la fe de sus padres en la universidad, orgulloso de reconocerse finalmente como el descreído que creía que debía ser.

Durante los siguientes nueve años, Ring-Sakabe profesó abiertamente el ateísmo, el materialismo y el darwinismo, mofándose en redes sociales de la Biblia y el cristianismo que una vez profesó.

En la Universidad de Utah conoció a la que sería su esposa, con la que se mudó a Seatle (Washington). La pareja no tardó en saber que esperaban a su primera hija, Luna, y tras años despreocupado de su fe, Jordan lamentó carecer de unas bases morales sólidas con las que criarla.

Buscando a Dios

Una noche se sorprendió a sí mismo de rodillas, sin saber cómo ni por qué, pronunciando lo más parecido que recuerda a una oración.

“Me encontré de rodillas y dije: ‘Sea cual sea el Dios que se preocupa por los seres humanos, dondequiera que estés, seas quien seas, ayúdame a encontrar la mejor manera de adorarte y conocerte, porque de verdad quiero ser un buen padre para mi hija”.

El artista comenzó a ser testigo de lo que define como intervenciones del Espíritu. Compró una Biblia y comenzó a leerla mientras trataba de afinar su oído espiritual, esperando una respuesta.

Un día cercano a Navidad, Sakabe escuchaba un fragmento de El Mesías de Händel que, en su interior, percibió como el preludio a la respuesta divina que esperaba.

“Empecé a llorar sin parar, como si la música me hubiera impactado. Las palabras que se repetían en mi mente eran: ‘Jesús tiene algo especial’”, relata.

Jordan comenzó a investigar en diferentes denominaciones, el cristianismo primitivo y se sorprendió rechazando su acérrimo materialismo y convirtiéndose poco después, en 2022, al catolicismo.

«Quiero que me pintes»

Entonces trabajaba como desarrollador web y estudiaba pintura con el artista Scott Waddell. Pero mientras profundizaba en sus habilidades artísticas, Sakabe comenzó a recibir un incesante bombardeo de inspiración relacionado con la figura de Cristo. “Quiero que me pintes”, escuchaba.

Por aquel mismo tiempo, el artista fue despedido. Era su oportunidad para dar un “salto de fe” y hacer caso a aquella voz. Se puso el plazo de seis meses para dedicarse de nuevo al arte y probar si era una opción económicamente viable para mantener a su familia.

Un cuadro muy significativo

Una de sus primeras incursiones fue su obra “De ellos es el reino”, en referencia al pasaje evangélico narrado en Mateo 19:14, cuando Jesús dice: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos”.

La obra, que muestra a Jesús caminando con una pequeña inspirada en su hija Luna, ocupa un lugar especial en el catálogo del artista. No solo era la primera pintura que llevó a cabo tras abrazar el catolicismo y reflejo de su nueva fe, sino también “un testimonio del poder transformador de las palabras de Cristo”.

A medida profundizaba en su fe, comenzó a impregnar su arte, llevando sus pinceladas hacia una fusión entre su viaje espiritual personal y la Biblia.

Conmovido por las profundas enseñanzas que descubría en la persona de Cristo, Jordan buscó así crear un legado tangible para sus hijos, que ilumina la fuente de la verdadera paz, la fortaleza y la salvación eterna.

El lienzo captura el momento en que Jesús resucitado abraza a la pequeña, representando el amor de Cristo por los niños y los recién nacidos a la fe, ambos aspectos muy presentes en su vida, mostrando “un mensaje de esperanza, redención y el amor de Cristo”.

Desde muy pronto, el artista se sorprendía de cómo su obra no solo consolaba y beneficiaba a su familia, sino a muchos otros, convencidos de que representaba a una hija que pudiese haber fallecido. “Ver esto y saber que Cristo tiene un plan para mi hijo me reconforta”, le decían interesados en su obra, reafirmándole en que “los caminos de Dios no son los nuestros”. Aunque no pretendía transmitir ese mensaje, “Dios usó la pintura para ayudar a los afligidos” como también usó la música para tocar el corazón del artista.

La «dificultad» de la Virgen

Su particular viaje a la fe desde el arte no estuvo exento de complicaciones. Y una de las principales fue la figura de la Virgen María.

Aunque pasó sus últimos años profesando el ateísmo, sus raíces protestantes le hacían ver las continuas alusiones a la Virgen con recelo, como si “eclipsase” a Cristo.

Conocedor de la importancia de María en la fe, Jordan decidió estudiar en profundidad la historia de la Virgen y representar algunos de los hitos marianos más relevantes en sus pinturas. La Virgen de Guadalupe fue especialmente relevante en el proceso y, tras plasmarla en “Nuestra Rosa del Tepeyac”, admitió comprender mejor no solo la aparición milagrosa, sino toda su visión en torno a la Virgen.

Pintar a Nuestra Señora de Guadalupe se convirtió para Jordan en un acto de devoción y en una forma de acceder al aumento de la gracia. Comprendió que María no es un obstáculo para Cristo, sino una brújula que apunta directamente hacia Él. Descubrió que la devoción mariana acerca a los fieles a la gracia de Cristo y que María, por su humildad y obediencia, refleja la luz de su Hijo y atrae a los creyentes a una relación más profunda con Dios.

Misionero para agnósticos y ateos

Consciente de que la belleza es para muchos el camino hacia Cristo, Ring-Sakabe decidió entregar su vida a transmitir la fe con sus obras, aportando un clima de acogida que invite a abrazar las bases de la fe.

Nuestra Rosa del Tepeyac, de Ring-Sakabe. “Me considero un misionero para los agnósticos y ateos. Como cristianos, necesitamos utilizar los talentos y recursos que Dios nos ha dado para acoger a los no creyentes con amor y belleza”, comenta.

Mirando atrás, el pintor admite que, como su pintura, su paternidad y su reencuentro con la fe, el mejor argumento para evangelizar es el testimonio espiritual y el amor de Dios.

“La experiencia religiosa que tuve en ese momento culminó con una profunda sensación de ser amado. Amor, gracia, Él es todo eso y sin Dios, no hay amor. Así que, cuando estás formando una relación con Dios, no tienes que imaginarlo en las nubes. No. Estás desarrollando una relación con el Amor mismo”, explica.

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