¿Qué le dijo la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego?

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La Virgen de Guadalupe insistió ante San Juan Diego en que se la venerase como madre compasiva.

La Virgen María se apareció cinco veces al indio Juan Diego entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 en el cerro de Tepeyac, una presencia que sería milagrosa corroborada con su aparición ante el obispo fray Juan de Zumárraga en la tilma que se venera desde entonces.

La influencia de estas apariciones en la evangelización de América entera es incalculable. Como lo es el impacto de los estudios sobre la tela, que no consiguen explicar el origen de la imagen, y dan cuenta de su procedencia sobrenatural.

El amor popular a la patrona de la Hispanidad, cuya fiesta se celebra el 12 de diciembre, y en particular del pueblo mexicano, y tantos favores concedidos por Nuestra Señora bajo esta advocación, hacen olvidar en ocasiones una parte importante del acontecimiento, como son las palabras que dirigió la Virgen a Juan Diego para explicarle la misión que le encomendaba, y sobre todo para darle a entender cómo quería ser venerada y querida por los cristianos.

Éstas son algunas de esas palabras, tal como aparecen recogidas en el Nican Mopohua, escrito en 1556 por Antonio Valeriano, indígena noble azteca y sobrino de Moctezuma, a partir de las declaraciones del propio Juan Diego.

– “Ten la bondad de enterarte, por favor pon en tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, y tengo el privilegio de ser Madre del verdaderísimo Dios, de Ipalnemohuani (Aquel por quien se vive), de Teyocoyani (del Creador de las personas), de Tloque Nahuaque (del Dueño del estar junto a todo y del abarcarlo todo), de Ilhuicahua Tlaltipaque (del Señor del Cielo y de la Tierra). Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a Ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación. Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos Ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión. Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores”. (Primera aparición)

– “Escucha, hijito mío el más pequeño, ten por seguro que no son pocos mis servidores, mis embajadores mensajeros a quienes podría confiar que llevaran mi aliento, mi palabra, que ejecutaran mi voluntad; mas es indispensable que seas precisamente tú quien negocie y gestione, que sea totalmente por tu intervención que se verifique, que se lleve a cabo mi voluntad, mi deseo. Y muchísimo te ruego, hijito mi consentido, y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y de mi parte adviértele, hazle oír muy claro mi voluntad, mi deseo para que realice, para que haga mi templo que le pido. Y de nuevo comunícale de qué manera nada menos que yo, yo la siempre Virgen María, la Venerable Madre de Dios, allá te envío de mensajero”. (Segunda aparición).

– “Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna? Por favor, que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe, ojalá que no te angustie la enfermedad de tu honorable tío, de ninguna manera morirá ahora por ella. Te doy la plena seguridad de que ya sanó”. (Tercera aparición).

El momento de la manifestación milagrosa de Nuestra Señora en la tilma que desplegó Juan Diego ante fray Juan de Zumárraga.

– “Hijito queridísimo, estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en ellas mi deseo, y con eso ejecute mi deseo, mi voluntad. Y tú… tú eres mi plenipotenciario, puesto que en ti pongo toda mi confianza. Y con todo rigor te ordeno que sólo exclusivamente frente al Obispo despliegues tu tilma y le muestres lo que llevas. Y le contarás con todo detalle cómo yo te mandé que subieras al cerrito para cortar las flores, y todo lo que viste y admiraste. Y con esto le conmoverás el corazón al Gran Sacerdote para que interceda y se haga, se erija mi templo que he pedido”. (Cuarta aparición).

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