Publican en español por primera vez cartas de 1870, 1871 y 1872 de Melania, la vidente de La Salette

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Los niños pastores Maximino, de once años y Melanie, de quince, vieron a la Virgen María, el día 19 de septiembre de 1846, en una meseta montañosa al sudeste de Francia, cerca del poblado de la Salette. La historia de estas apariciones se puede consultar en la ficha de Cari Filii, y en noticias que hemos publicado sobre ellas (aquí y aquí).

La novedad ahora reside en que el portal en español ForosDeLaVirgen.org presenta unos textos que serían las primeras traducciones al español de las cartas de Melanie en 1870, 1871 y 1872, unos 25 años posteriores a las apariciones.

Varios años después de las apariciones Melanie abrazó el estado religioso en Francia. Las autoridades políticas la exiliaron a Inglaterra, donde ingresó en un convento de monjas carmelitas descalzas, con el nombre de Sor María de la Cruz Víctima de Jesús. Vivió en el convento en Darlington cerca de Durham, diócesis de Hexam, norte de Inglaterra. Años después regresó a Francia. Durante algún tiempo vivió en el Convento de la Providencia en Marsella.

Más tarde, cuando se vio obligada a abandonarla, se mudó a Castellamare, cerca de Nápoles, Italia. Desde Castellamare escribió una carta profética para su madre (que publicamos abajo), que ha sido autenticada por el cura de Corps, cerca de La Salette. En Castellamare era profesora de cinco o seis niñas bajo obediencia inmediata del obispo de Castellamare di Stabia.


Maximine y Melanie en una fotografía de 1850, a los 4 años de iniciarse las apariciones

Estos son los textos que presenta ForosDeLaVirgen.org.

CARTA DEL 22 DE SEPTIEMBRE 1871
Grandes castigos sobrevendrán, porque los hombres no se convierten; sin embargo, sólo su conversión que puede detener estos flagelos. Dios comenzará a golpear a los hombres infligiendo castigos más ligeros con el fin de abrir los ojos.

Él puede detenerse o puede repetir sus anteriores advertencias para dar lugar al arrepentimiento.
Pero los pecadores no hacen uso de estas oportunidades. En consecuencia, enviará castigos más graves, con ansias de mover a los pecadores a la penitencia, pero todo será en vano.

Por último, la obstinación de los pecadores hará caer sobre sus cabezas las mayores y más terribles calamidades.

EXTRACTO DE UNA CARTA DE 16 DE JUNIO DE 1872
¡Todos somos culpables! No se hace penitencia, y se incrementa el pecado diariamente. Los que deben adelantarse para hacer el bien son restringidos por el miedo. El mal es grande. Un castigo moderado sólo sirve para irritar los espíritus, porque consideran todas las cosas con ojos humanos.
Dios puede hacer un milagro para convertir y cambiar la faz de la Tierra sin aplicar su disciplina. Dios obrará un milagro: será un golpe de su misericordia. Pero después que los impíos se hayan embriagado a sí mismos con sangre, el flagelo deberá llegar.

¿Qué países serán preservados? ¿Dónde iremos en busca de refugio? Yo, a mi vez, pregunto: ¿Cuál es el país que observa los mandamientos de Dios? ¿Qué país no está influenciado por el miedo humano cuando el interés de la Iglesia y de la gloria de Dios están en juego?

A menudo he pensado ¿dónde podríamos ir en busca de refugio, teniendo los medios para el viaje y para nuestra subsistencia? Pero pronto renuncio a estos pensamientos inútiles. ¡Somos muy culpables! A consecuencia de esto, se hace necesario un muy grande y terrible flagelo que venga a revivir nuestra fe, y a devolvernos la razón, que hemos perdido por completo.

Los hombres malvados son devorados por la sed de ejercer su crueldad; pero cuando hayan llegado al punto sumo de su barbarie, Dios mismo extenderá su mano para detenerlos, y muy poco después, se efectuará un cambio completo en todas las personas que sobrevivan.

Entonces van a cantar el Te Deum Laudamus con la más viva gratitud y amor. La Virgen María, nuestra madre, será nuestra liberadora. La paz reinará, y la caridad de Jesucristo ha de unir todos los corazones…

Dios no quiere castigarnos tan severamente. Nos habla de muchas, muchas maneras para que nos volvamos a Él. ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo tercos?
Oremos, oremos; nunca cesemos de orar y hacer penitencia. Oremos por nuestro Santo Padre el Papa, la única luz para los fieles en estos tiempos de oscuridad…
Pidamos a la buena, a la dulce, a la misericordiosa Virgen María; porque estamos en gran necesidad de sus poderosas manos sobre nuestras cabezas.


Conjunto escultórico que recuerda la aparición de la "gran señora" a los dos niños pastores en La Salette

CARTA DE MELANIE A SU MADRE, DEL 21 DE SEPTIEMBRE DE 1870
Mi muy bien amada madre:
Que Jesús sea amado por todos los corazones. Esta carta no sólo es para ti, sino que también es para todos los habitantes de Corps, mi ciudad natal tan querida.

Un padre de familia, lleno de afecto por sus hijos, al ver que éstos eran bien olvidadizos con sus obligaciones, y después de que abandonasen la ley que él mismo les dejó para seguir, resolvió castigarlos severamente.

Su cónyuge, la madre de la familia, oró por obtener su perdón, y se dirigió de inmediato a visitar los dos más jóvenes, es decir, a los dos más débiles e ignorantes de todos sus hijos.

Esta señora, que no podía llorar en la mansión de su esposo, que es el Cielo, encontró abundancia de lágrimas en los campos de estos niños miserables.
Anunció a ellos las quejas y amenazas de su Amo y Señor, que se llevarían a cabo si sus hijos no se volvían a Él cumpliendo con sus mandamientos. Sin embargo, sólo un número muy pequeño abrazó de corazón una reforma sincera ateniéndose a la sagrada ley del padre de familia. La mayoría continuaba en sus crímenes, cayendo cada vez más profundamente en el vicio.

En consecuencia, su padre inflige varios castigos a fin de doblar su obstinación. Pero estos niños miserables, en lugar de caer de rodillas para pedir perdón, misericordia y prometer un verdadero cambio de conducta; rompen la varilla con la que están siendo castigados, imaginando que así se escapan del castigo.

El padre, cada vez más irritado, los golpea hasta que reconozcan su culpa, se humillen e imploren misericordia al Señor y Rey de los Cielos y la Tierra. [Esta es una muy sencilla y modesta alusión a la aparición de La Salette]

¡Ustedes entienden, querida madre, y queridos conciudadanos de Corps! ¡Este padre de la familia es Dios! …Todos nosotros somos sus hijos.
Ni ustedes ni yo lo hemos querido como conviene. No hemos observado sus mandamientos como deberíamos; como consecuencia, Dios nos castiga. Un gran número de nuestros hermanos mueren en la guerra. Muchas familias y ciudades enteras se reducen a la miseria.

Si la gente no vuelve a Dios, el castigo no se dará por terminado. París es culpable, muy culpable, porque ha premiado a un hombre impío (Renan) que ha escrito un libro en contra de la Divinidad de Jesucristo…

Los hombres sólo tienen un período limitado de tiempo para cometer sus pecados, pero Dios, siendo el Maestro de la Eternidad, elige el momento para castigar a los malvados.

Dios está irritado por una multitud de pecados y porque Él es casi desconocido y olvidado por los hombres. ¿Quién será capaz de detener esta guerra que causa en Francia tanta desolación y que pronto comenzará en Italia y en otros lugares? ¿Quién será capaz de detener este flagelo de la guerra?
Es necesario, en primer lugar, que Francia reconozca en esta guerra la verdadera mano de Dios. En segundo lugar, es preciso que se humille a sí misma y ??ruegue con todo su corazón y alma por el perdón de sus pecados. En tercer lugar, es necesario que Francia prometa sinceramente estar al buen servicio de Dios y observe sus mandamientos, sin mirar los respetos humanos.

Hay personas que oran y piden al buen Dios por el éxito de nuestros ejércitos franceses. Pero esto no es lo que Dios quiere. (¿No era esto una clara profecía de la derrota de los ejércitos franceses por los soldados prusianos?)

Dios exige la conversión de los franceses. La santísima Virgen vino a Francia (en La Salette), pero Francia no se convierte. Ella es más culpable que otras naciones. Si ella no se humilla a sí misma ante el buen Dios, ella será humillada grandemente.

¿Quién va a salvar a la ciudad de París, el centro de la vanidad y la arrogancia, si no son las fervientes y continuas oraciones que ascienden al corazón del buen Maestro?

Qué placenteros recuerdos, mi muy querida madre, y bien queridos habitantes de mi ciudad natal querida. Recuerdo esas piadosas procesiones que han realizado en el santo monte de La Salette para mantener el cólera de Dios fuera del vecindario.

La Santísima Virgen se mostró satisfecha con sus oraciones fervientes, sus penitencias, con todas sus buenas obras realizadas por el amor de Dios. Espero que continúen con esas hermosas procesiones por la salvación de Francia.

Pueda ser que Francia por fin regrese a la buena voluntad de Dios, Él espera esta conversión para retirar la varilla con la que castigará a su pueblo rebelde. Oremos mucho; sí, oremos. Hagan sus procesiones como las hechas en 1846 y 1847. Creo que Dios escuchará, Él siempre escucha las oraciones de los corazones humildes. Oremos juntos; oremos continuamente.

Nunca me gustó Napoleón, porque tengo en mi memoria toda su historia. Que el Divino Salvador del mundo le perdone tanto el mal que ha hecho como el mal que está todavía haciendo.

Recordemos que hemos sido creados para el amor y servicio de Dios, sin el cual no puede haber ninguna verdadera felicidad.
Que las madres críen a sus hijos de manera cristiana, porque el tiempo de las tribulaciones aún no está terminado. Si yo divulgase el número y la calidad de estas tribulaciones, ¡estarían aterrados! Pero no quiero asustarlos.

Tengan confianza en Dios, que nos ama. ¡Recemos! ¡Recemos! y el favor de la Virgen María será siempre con ustedes. La oración desarma la ira de Dios. La oración es la llave del Cielo.

Oremos por nuestros pobres soldados. Oremos por tantas madres desoladas ante la pérdida de sus hijos. Vamos a consagramos a nuestra buena Madre del Cielo. Recemos. Oremos por aquellos enceguecidos y engañados, que no ven que es la mano de Dios que aplica castigo a Francia en este momento. Oremos mucho. Hagamos penitencia.

Estemos fuertemente unidos a la Santa Iglesia y al Santo Padre, Jefe de la Iglesia, el Vicario en la Tierra de Nuestro Señor Jesucristo. En sus procesiones, en sus penitencias, recen mucho por el Papa.

Finalmente, estad todos en paz. Amaos los unos a los otros como hermanos. Prometan a Dios mantener sus santos mandamientos y háganlo en la práctica. Entonces, a través de la Divina Misericordia serán felices, usted tendrán una buena y santa muerte. Estos son mis deseos para ustedes, los coloco bajo la augusta protección de la Virgen María. Mi salvación está en la Cruz.

María de la Cruz, Víctima de Jesús.
El corazón de Jesús cuida de mí.

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