Pablo Lozano Gómez, Carlos R. Santos Carreón y Sofía Pérez Alonso, ganadores de los Cari Filii 2015

0
4261

Este jueves 11 de junio tuvo lugar en Madrid, en el auditorio de los Padres Carmelitas de la calle Ayala, la ceremonia de entrega de los Premios Cari Filii 2015. El acto estuvo presidido por don Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, y conducido por el presidente de la Fundación Cari Filii, Luis Cort Lagos, quien anunció los ganadores de esta IV edición:

Primer Premio: Pablo Lozano Gómez (España), por el vídeo clip musical de rap católico Cristianos perseguidos.

Segundo Premio: Carlos Román Santos Carreón (México), por la canción Confío en ti.

Tercer Premio: Sofía Pérez Alonso (España), por la aportación literaria María, Auxilio de los Cristianos.


Monseñor Berzosa entrega a Sofía Pérez Alonso el tercer premio por su testimonio literario sobre María como auxilio de los cristianos.

Abajo pueden verse, escucharse y leerse los tres premios.

Los premios Cuarto y Quinto fueron declarados desiertos, entregándose la dotación económica correspondiente a ambos a la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada.

No encontrándose en España Pablo Lozano, recibió en su nombre el diploma acreditativo del premio Josué Villalón, rapero cristiano amigo personal de los tres intérpretes del tema ganador: Fresh Sánchez, Stelion (nombre artístico del mismo Pablo Lozano) y Athenas Venica.

El diploma será remitido al segundo ganador, el mexicano Carlos Román Santos Carreón, de la parroquia de San Antonio de Padua y San José de la Montaña de la diócesis de Chihuahua, autor de la letra, música y arreglos de un tema que interpreta Blanca Jurado.

Sí recibió su título personalmente la tercera ganadora, visiblemente emocionada por el triunfo obtenido por un texto muy personal de carácter testimonial.

Un acto que dejó buenos recuerdos

El acto había comenzado con un vídeo explicativo de las labores de la Fundación Cari Filii, ejemplificada en su boletín de noticias, del que se expusieron diversos temas y vídeos informativos y de apostolado mariano.

Tras la conferencia sobre La Virgen María desde el misterio de Dios, desarrollada de forma amena y didáctica y en una agradable complicidad con el público asistente por parte de monseñor Berzosa, se entregaron los premios y finalmente el obispo dirigió el canto de la Salve Regina a la imagen de la Virgen que presidió el acto e impartió la bendición a los presentes.


Todos los asistentes, vueltos hacia la Virgen y dirigidos por monseñor Berzosa, entonaron la Salve Regina en latín.

Primer Premio Cari Filii 2015
Pablo Lozano Gómez (Stelion)
Vídeoclip Cristianos perseguidos
Intérpretes: Fresh Sánchez, Stelion, Athenas Venica

Segundo Premio Cari Filii 2015
Carlos Román Santos Carreón (letra, música y arreglos)
Canción Confío en ti
Intérprete: Blanca Jurado
Pincha aquí para escuchar la canción.

Tercer Premio Cari Filii 2015
Sofía Pérez Alonso
Trabajo literario: María, Auxilio de los Cristianos

¡“Oh María Inmaculada, estrella de la mañana que disipas las tinieblas de la noche oscura, a ti acudimos con gran confianza”! San Juan XXIII

Siempre has sido, Virgencita querida, auxilio de todos los cristianos, lo fuiste para los primeros amigos y discípulos de Jesús que te conocieron y vivieron contigo y desde ese momento lo has sido para cada uno de los hijos que hemos tenido la dicha de conocerte. Estás en mis primeros recuerdos, cuando mis padres y sobre todo mi madre, me enseñaban a hacer la señal de la cruz y aprendía las primeras oraciones…

Crecí despertando en mi corazón las raíces que nos unen a Dios, a Jesús, a María, a José… Esa época de la niñez, privilegiada por la inocencia, por la fe sin fisuras, por la confianza y el abandono total, ajeno a cualquier recelo o desconfianza racional, fue para mí un paraíso… Nuestra vida familiar no era todo lo feliz que hubiéramos deseado, no existió ese equilibrio entre esposos que proporciona paz y seguridad a los niños y que ayuda a crecer con buena salud y alegría, con buenas perspectivas de futuro. Vivíamos el conflicto entre dos personalidades que no llegaron a conseguir la paz; desde bien pequeña yo percibía el sufrimiento, la disensión y tenía penas y miedos. Sin embargo levantaba el corazón a Dios con total naturalidad, hablaba con el Niño Jesús, hablaba contigo, madrecita querida, no sólo con las oraciones aprendidas, también con mi lenguaje de entonces.

Y os hablaba desde el corazón, como tú nos dices en Medjugorje que hagamos, sin cortapisas de ningún tipo, como actúan los niños, inmersa en la Luz y en la Gracia de Dios sin saberlo. Se disipaban las pequeñas tinieblas de esas primeras oscuridades en mi corazón, porque si grande era la confianza en mis padres, en vosotros era total y definitiva; había entendido que Dios era Bueno y que podía solucionar todo, había que quererlo mucho, decirle nuestras necesidades y rezar y si además te lo pedíamos a ti, entonces Él siempre respondía. ¡Que añoranza tan grande de ese estado siente mi espíritu, Virgencita!

En el colegio, durante el internado, fuiste mi modelo sin ningún tipo de duda, yo quería ser como tú, inocente todavía a las complicaciones del mundo, no imaginaba aún las dificultades de ese empeño. Me consagré a tu Corazón Inmaculado y al Corazón de Tu Hijo. Podía sumergirme en ti, hablarte, confiar… Seguías siendo consuelo y auxilio, madre querida; mi timidez se refugiaba en ti, mis miedos te los confiaba a ti, eras confidente en los pequeños disgustillos con mis compañeras o profesores, tu presencia suavizaba la situación familiar; sentía tu bondad, tu calor, tu alegría, contigo estaba segura…

Eras mi auxilio María, eras mi modelo. Pero esa fe viva y auténtica, esa sensación de seguridad que me proporcionaba alegría, se fue perdiendo, despacito pero se fue perdiendo; poco a poco, al ir surgiendo las primeras ocupaciones juveniles, al ir configurándose mi personalidad, mi yo, al irme sumergiendo en el mundo. Sin darme mucha cuenta al principio pero de forma constante me fui separando poco a poco de Dios y de ti. Además mi madre empezó a leer la Biblia y se separó de nuestra Iglesia y ella, que fue una gran cristiana, dejó su papel de acicate que nos mantenía cerca de Dios. No sólo se desdibujo el amor en mi corazón, también comenzó una alejamiento de lo que Dios nos pide, la misa, la oración…, empezaron a ser obligaciones un poco tediosas.

La época de la Universidad fue deplorable, viví un mayo del 68 que llegaba con diez o doce años de retraso y la Universidad de Madrid estaba en plena lucha contra el régimen y no fui capaz de defender mis creencias ni de situarlas de manera que me sirvieran de equilibrio, de apoyo y alimento. En medio de un ambiente en el que la mayoría de mis compañeros se burlaban de todo lo religioso, donde la progresía laicista era lo único admitido y donde había que ser muy valiente para decir “creo en Dios” (jamás olvidaré a un compañero de curso al que he visto más de una vez sangrando, le pegaban con cadenas por defender su fé; ni tampoco olvidaré como también yo sangraba por dentro por no haberlo defendido), elegí el camino más fácil. Mi miedo era mayor y también mi necesidad de no destacar y de agradar a todos buscando la seguridad que me faltaba.

Fue el principio de mi esclavitud en Egipto, madrecita, mi alma aún ahora se lamenta en ese recuerdo, un lamento desconsolado porque ahora si veo donde, cuando y cómo comienza mi caída, mi hundimiento en la oscuridad. Todo intento de estar mejor me alejaba de ese objetivo, me obligaba a ser como no soy, a pensar como no pensaba, a actuar como actúa la mayoría y me hundía más y más en la tristeza y en la oscuridad…

No sabía que se podía estar mucho peor todavía; cuánto más me alejaba de Dios, madre querida, experimentaba que esas tinieblas en las que estaba mi alma eran reales, no una metáfora. La tristeza penetró hasta el último rincón de mi alma, perdí la alegría y quizá esto no lo pueda entender nadie que no la haya experimentado, pero se puede perder la alegría del cuerpo y del alma por completo. Fui campo abierto, sin barreras para el príncipe de este mundo y diversas enfermedades se fueron apoderando de mí. Y entonces el mal brillo en todo su esplendor, llegó el rechazo definitivo, me parecía increíble haber creído en Dios, me refugiaba en “psicologías baratas” que explicaran mis traumas y mis historias, búsquedas inútiles en diferentes campos, mentiras a mis familiares…

Erré en todo pero, aunque yo no lo creía ni pensaba para nada en eso, Dios está siempre y en Su Amor y Misericordia no me había abandonado. Un buen día por completa “casualidad”, entré en una pequeñísima capilla dedicada a la Virgen del Carmen en un pueblo marinero, ni siquiera sabía que existía esa capilla. Y de pronto me encontré llamándote, Madre Mía, a grito pelado. Mi corazón gritaba y te pedía ayuda y te pedía auxilio sin pensamiento, sin intermediación de nada; ahora sé que siempre que os pedimos algo de esa manera, con verdad, con autenticidad, jamás, jamás, jamás dejais de escucharnos, pero entonces no lo sabía.

Atrás, muy atrás, por completo olvidada, quedaba mi relación contigo y con Dios. Sin embargo tú, Madre del Amor, no me habías olvidado, tú me seguías queriendo, tú sabías madrecita que mi amor por vosotros, que la elección de mi corazón era auténtica y yo sin embargo no. Ahora sé que siempre habías estado a mi lado como lo estás ahora mientras escribo esto y noto nuevamente tu ternura y tu apoyo. Sucedió entonces que olvidé de esa petición y esa visita hasta que me sacudió un suceso imposible. Yo sé que fue tu respuesta Virgencita, yo sé que intercediste por mí ante el Padre, yo sé que fue un milagro en el momento justo, al borde del abismo.

Para los médicos fue “casi” un milagro que reflejaron en una memoria; me había quedado embarazada cuando eso era imposible desde el punto de vista orgánico ya que sólo tenía una trompa, la derecha y un ovario el izquierdo, como consecuencia de unas operaciones.

Y a partir de ahí comenzó el camino de regreso, lenta, muy lentamente porque yo soy lenta y pecadora y tozuda y aún tuve recaídas serias, pero me habíais regalado lo único que podía hacerme reaccionar, una preciosa hijita, lo que no hubiera hecho por mí, me empujasteis a hacerlo por ella. Despacio fui acercando mi corazón al Padre y ahora sé que Ella siempre ha estado conmigo, Ella me ha llevado de la mano y ha vuelto a despertar ese amor apasionado, cada vez más, hacia Mi Señor y Mi Dios.

Pero yo no notaba su presencia porque María es también discreción y prudencia. Así que en estos seis o siete últimos años en mi vuelta al Padre, alguna vez me he preguntado por qué mi devoción por María parecía más apagada que el ferviente amor a Dios. También sé ahora que ella ha propiciado ese amor, ese enamoramiento, ese saber que mi alma, aún pequeñísima como es y con mil fallos, es esposa de Jesús, sé que no quiere nunca ser protagonista pero está ahí, con nosotros, con sus hijos, siempre.

También sé que ha intervenido en algunos sucesos que han tocado mi alma y para que en mi camino se crucen excelentes sacerdotes que me han ayudado infinitamente a encontrar y permanecer en el camino como el padre J. H., el padre G. R. y mi muy, muy querido padre Bojorge que es guía y dirección para mi alma y que ha escrito un libro sobre la Virgencita, recién publicado, del que os adjunto reseña porque leerlo nos aportará riqueza y luz y que cito porque sé que no le importa que lo haga.

Siempre eres, madre, fuente inagotable; en cada etapa de nuestra vida vas mostrando nuevas riquezas, nuevas ternuras, nuevas atenciones para cada uno de nosotros. Incansable frente a nuestros tropiezos, en ti el ser madre es riqueza constante, dar sin cesar y sin medida, continuamente, aquello que necesitamos. En ti, madre querida, reconozco todo lo que me gustaría ser y no soy para mi hija, todo lo que me gustaría darle y no le doy, todo lo que me hubiera gustado encontrar en mi madre…

¡Qué infinita ternura con la que Dios Creador, madre mía, te inundó y te inunda para que nos arrulles, qué Luz bendita en tus ojos para que solo veas que somos hijos, que empeño sin pausa para acercarnos a Él!…

Te agradezco inmensamente tu obediencia perfecta a Dios, te pido perdón con todo el corazón por todo lo que has tenido que sufrir por tu Hijo a causa de nuestros pecados y aunque estuviera toda la eternidad llenándote de mimos y cariños no podría agradecerte no habernos rechazado al pie de la cruz.

Este es mi pequeño homenaje a ti, Madre querida, está escrito con todo mi amor, con todo el que soy capaz de sentir y me alegra finalizarlo hoy día en que celebramos tu aparición en Fátima. Y me despido de ti uniéndome a San Ignacio de Loyola.

“Por mucho que ames a María Santísima, Ella te amará siempre muchísimo más de lo que la ames tú”. San Ignacio de Loyola.”

Quiero recibir Cari Filii News gratuitamente

Quiero suscribirme

Dejar comentario

Please enter your comment!
Please enter your name here