Su madrastra rompió su rosario y no la dejaba ir a misa, pero ella sabía que la Virgen la escuchaba

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Bryson Hall perseveró y se aferró a la Virgen, pues sabía que iría en su ayuda

Bryson Hall recuerda bien cuándo estableció su firme relación con la Virgen: fue en octubre de 1996, cuando ella tenía 12 años, y murió su hermanastra de 10 años en un accidente de automóvil.

“Papá conducía. Llegué a casa y mi madrastra me echaba la culpa. Decía que era yo la que tenía que haber muerto, no su hija”. Durante años, la mujer cargó sobre la niña esa rabia.

Bryson había sido bautizada católica, pero su madrastra era pentecostal y no permitía que nadie de la casa fuese a misa. Tampoco permitía a Bryson visitar a su madre. “Ella no me pegaba pero abusaba psicológicamente de mí”, recuerda Bryson. Su padre no era malo pero tampoco la protegía y murió dos años después del accidente fatal.

Un rosario y una promesa: la Virgen escucha

En el velatorio de su hermanastra, una mujer se acercó a Bryson. “Vino, me dio la mano y puso un rosario en mis manos, como escondiéndolo, sabiendo cómo era mi madrastra. Dijo: ‘Nuestra Madre Bendita te escucha’”.

Bryson lo guardó en el bolsillo y empezó a usarlo para rezar con frecuencia. Pero un día la madrastra lo encontró y lo rompió. “Dijo que no quería nada de esas cosas paganas en su casa”. Bryson recogió las cuentas del suelo mientras su madrastra decía “déjalo que vuelva al infierno de donde vino”. Bryson tomó el rosario roto y lo enterró en el desierto, pidiendo perdón a la Virgen por no haberlo protegido mejor.

“Aunque el rosario estaba roto, yo dije: ‘Madre Bendita, ayúdame, sólo ayúdame’. Y creo realmente que me ayudó durante todos esos años”.

Volviendo a ir a misa

Su madre logró restablecer el contacto con ella y empezó a llevarla a misa. Ella crecía en la fe. Cuando murió su padre pudo perdonarlo sinceramente. Más adelante, en una mañana de domingo que acudió a misa enfurecida con todo el mundo, escuchó cómo el sacerdote predicaba acerca de cómo Jesús perdonaba a los que le insultaban, le maldecían y crucificaban. Bryson tenía agravios que pensaba cobrarse de mucha gente. “Pero el sacerdote habló del perdón y supe que eso era para mí”. Fue entonces cuando pudo perdonar a su madrastra.

Bryson ha contado su testimonio al Catholic Sun de Arizona.

Hoy vive en la Reserva India de Gila River (www.gilariver.org) y enseña música y danza nativa americana a los niños de la escuela india de la Misión Saint Peter en Bapchule, en Arizona. Les habla de vez en cuando acerca de la importancia de perdonar. Cuando perdonas, les dice, te haces una persona más grande.

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