El Heraldo de Honduras recogía el pasado 22 de enero la peregrinación de garífunas a la basílica de la Virgen de Suyapa en Honduras.
Los garífunas son descendientes de indios caribes y negros africanos, que durante siglos vivieron libres y combativos en el Mar Caribe, sobre todo en la Isla San Vicente, luchando a veces contra los franceses y más a menudo aliados de los franceses contra los ingleses.
Por fin, en 1797 los ingleses los vencieron y deportaron a una isla frente a las costas de Honduras. Sólo quedaban unos 2.500. Entonces contactaron con las autoridades españolas y pidieron permiso para establecerse en el territorio español de Honduras, cosa que se les concedió.
Eran negros libres y súbditos del Rey de España como tantos otros hispanoamericanos. Según parece, los garífunas y las autoridades españolas cooperaban en animar a los esclavos negros de la vecina Belice, bajo control inglés, a escaparse al territorio español donde serían libres.
Hasta 1813 la Iglesia no pudo dedicar misioneros a evangelizarles. Cuando llegaron las guerras de Independencia en América Central, casi todos los garífunas lucharon del bando español, es decir, el bando perdedor. Con la independencia en 1821, muchos se fugaron a Belice (territorio inglés) o a la zona casi inalcanzable de Moskitia para evitar represalias.
Así, fueron súbditos de España apenas 24 años, y tenían algún sacerdote a su cargo sólo 8 años cuando llegó la independencia. Pero la fe católica arraigó con fuerza en ellos, y con los años se multiplicaron y difundieron por la costa del Caribe.
Se considera que hoy hay medio millón de personas, o más, de etnia garífuna.
Muchos hablan su propia lengua, que es de la familia de lenguas indias arahuacas (de donde el español tomó palabras como hamaca, caquice, canoa, iguana, tiburón, caníbal…). Parte de su vocabulario viene del francés e inglés, una parte menor del español, y hay también palabras de origen yoruba nigeriano. Los garífunas de Nicaragua y Honduras hablan español, y los de Belice, inglés.
"Madre, cuídanos"
Este es el pueblo peculiar de indios negros que cantó con emoción a la Virgen de Suyapa, coreando “Nuguchu endabava” (Madre, cuídanos). Veneran así a la Patrona de Honduras cada año, “con música y danza al ritmo de los tambores y el caracol que invadió junto con el aroma del incienso el santuario y convirtió la celebración en una fiesta de regocijo espiritual”, según recoge el diario hondureño.
La Virgen de Suyapa es una imagen que según la tradición encontró bajo su costado el campesino Alejandro Colindres, pasando una noche a la intemperie en 1747. La colocó en un altarcito y 20 años después se le atribuyó un primer milagro. Se le construyó una primera capilla en 1777, es decir, veinte años antes de llegar los garífunas. Es patrona de Honduras desde 1925.
El diario hondureño comenta que los indios negros sienten con fuerza la maternidad de la Virgen. “Es bajo este amparo maternal donde no se sienten relegados ni marginados mucho menos abandonados, como suele pasarles con las autoridades gubernamentales”, añade el rotativo.
Tambores garífunas en la Basílica de la Virgen de Suyapa, patrona de Honduras (es basílica desde octubre de 2015)
María Madre de la Iglesia
En el octavo día de la novena dedicada a la Virgen, el tema central tratado en la basílica –lo es desde octubre de 2015- fue “La Virgen María Madre de la Iglesia”. Presidió la misa Michael Lenihan obispo de La Ceiba. El evangelio fue tomado de San Juan en el texto que revela que Jesús antes de expirar dejó a María como madre de la humanidad en la presencia del apóstol San Juan.
Previo a su lectura, una feligrés garífuna presentó la Biblia en el altar "al compás de cadenciosa danza".
“No hay nada más hermoso que el abrazo de una madre, y cuando nos sentimos bien en los brazos de la Madre Santísima podemos sentir ese amor eterno y maternal como lo sentimos aquí en el Santuario de Suyapa”, apuntó el obispo Linihan.
A su vez declaró que la importancia a María no se la da la humanidad sino los Evangelios donde las grandes maravillas que hace en ella el Altísimo la proclaman bienaventurada, a través de todas las generaciones.
“Esta generación de hondureños debe llamar dichosa a la Virgen María pues ella nos ayudará a ser hondureños dignos”, señaló.
Tabletas, pan de coco y cazabe se presentaron como parte de la herencia culinaria de los garífunas al igual que el pan y el vino se llevaron a la mesa del Señor con devoción y júbilo.