La Virgen Tejedora, la Visitación y la Anunciación: 3 mosaicos marianos de Rupnik con himno oriental

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El padre esloveno Marko Iván Rupnik es un referente mundial en el arte sacro moderno por su técnica y espiritualidad del mosaico, que bebé de la iconografía oriental y occidental. Con su taller artístico del Centro Aletti (www.centroaletti.com) ha difundido toda una manera de expresar lo sagrado. Una de sus temáticas principales es la mariana (como se puede observar en este recopilatorio de ejemplos). 

Recientemente, se ha publicado un libro con imágenes de Rupnik y textos asociados, a menudo escritos por autores del cristianismo oriental (se trata de Mosaicos de la madre de Dios, traducido del italiano por Pablo Cervera Barranco).

A modo de ejemplo iluminador colocamos aquí tres piezas marianas con el texto asociado para meditar.

1) Somos seres visitados 
Teología de la Inmaculada. Detalle de la Visitación, Iglesia de las Religiosas Ursulinas Hijas de María Inmaculada, Verona (2006).



Dios se hace reconocer en su visita. En el encuentro entre las dos mujeres, María tiene en el pecho la Palabra de Dios, que es «lámpara para sus pasos, luz en su sendero» (cf. Sal 118), e Isabel, en señal de acogida, abre el manto. Al ver a María, el niño de Isabel salta de alegría. Los dos niños se reconocen antes que sus madres, que también eran primas. El hijo prometido a Israel estéril reconoce visceralmente su realización, el Antiguo Testamento acoge el Nuevo y el Nuevo —María— recurre al Antiguo para comprender el regalo que lleva en sí.

Himno
María, nube llena de vida, se levantó y fue a apagar la sed de la tierra sedienta [es decir, Isabel] y a hacerla fructificar. El Rey se sentó en su carro lleno de majestad para ir con prontitud a visitar a su siervo.

La joven susurró al oído de la anciana. Su palabra se deslizó por él y despertó al Predicador de la Verdad. Un salto se apoderó de él, preso de alegría, como David, el hijo de Jesé, que danzó ante el arca.

En el sexto mes, cuando las almas de los niños callan todavía, Juan danzó con gran júbilo en el seno de su madre. Oyó que aquel que moraba en el vientre como un hijo de hombre era su Señor y le ofreció la adoración debida a la divinidad.

Gloria al Padre que envió a su Hijo para nuestra salvación; adoración al Hijo que en su providencia visitó a su siervo; agradecimiento al Espíritu, por medio del cual el niño en el vientre saltó en la presencia de su Señor y fue llenado de alegría y de alegría intensa».

(LITURGIA SIRO-ANTIOQUENA, Fiesta de la Visitación de María a Isabel: Fenqitho II, 181).

2) «Y el ángel la dejó»
Trilogía del Espíritu Santo. Detalle de la Anunciación, Iglesia de Santa Clara en el Colegio Francés, Roma (2004).



En esta escena, el ángel acaba de partir, dejando a la Virgen en una actitud de total apertura ante el rollo de la Palabra, que, acogido por ella con un abrazo, la atraviesa totalmente. María se queda sola, pero esa soledad da lugar cada vez más a una presencia, a la Palabra a la cual se ha entregado y que ahora habita en su seno. María acoge al Verbo apoyando su rostro con ternura sobre el rollo.

Himno
«Mi boca no sabe cómo llamarte
oh hijo del Viviente. Si me atrevo a llamarte
hijo de José tiemblo,
porque tú no eres semilla suya. Pero de negar su nombre
tengo miedo, porque es a él a quien he sido dada como esposa.
Aunque seas Hijo del Uno, te llamaré
hijo de muchos porque no son suficientes para ti
miles de nombres: tú eres Hijo de Dios
pero también hijo del hombre, e hijo de José,
hijo de David e hijo de María.
¿Quién ha hecho al que no tiene lengua
Señor de las lenguas? Debido a tu concepción pura
me calumnian los malvados. Sé tú, oh santo,
el defensor de tu madre. Muestra prodigios
que les persuadan sobre el origen de tu concepción.
Por tu causa me odian todos,
oh tú que amas a todos. Soy perseguida
por haber concebido y dado a luz al único refugio
de los hombres. Que se alegre Adán
porque eres la llave del paraíso.
Se estremece el mar contra tu madre,
como contra Jonás. Herodes,
como un ola furiosa, quiere ahogar
al Señor de los mares. ¿A dónde debo huir?
Enséñamelo tú, oh maestro de tu madre.
Huiré contigo para obtener la vida,
por medio de ti, en todo lugar. Contigo la fosa
ya no es una fosa, porque en ti se sube
al cielo. Contigo el sepulcro
ya no es sepulcro, porque tú eres también la
resurrección»
(De San Efrén el Sirio, Himnos sobre la Natividad, 6,1-6).

3) La Tejedora
Llamados a la resurrección. La Anunciación, Capilla de la Nunciatura apostólica, París (2004).



«Tejedora» es un antiguo título mariano de las Iglesias siríacas. María tiene en la mano el ovillo con el que teje un cuerpo al Verbo. Cristo recibe de ella el vestido del cuerpo, es decir, la humanidad.

María, a su vez, gracias al Verbo que la habita, viste ese traje de gloria que era propio de Adán y de Eva en el paraíso y del que ellos habían sido despojados por el engaño de la serpiente, debiendo luego contentarse con las hojas de higuera, vestimenta extranjero que es signo del pecado y de la desnudez de la humanidad.

Himno
«El Hijo del Altísimo vino y habitó en mí,
y yo me convertí en su madre. Como yo le di el nacimiento
—su segundo nacimiento— también él me dio el nacimiento a mí
una segunda vez. Él vistió el traje de su madre:
su cuerpo; yo me vestí de su gloria»

(San Efrén el Sirio, Himnos sobre Natividad, 16,11).

En el vídeo, el Canto XXXIII de Dante en La Divina Comedia, con música de Marco Frisina e imágenes de Rupnik

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