Miles de argentinos, procedentes sobre todo de la provincia de Santiago del Estero y de Salta pero también del resto de regiones, celebraron este domingo el acto principal de la Virgen de Huachana, una de las festividades marianas más importantes del país.
Además de la tradicional procesión, que acompañó a la Virgen ataviada con su característico manto verde, el obispo de Añatuya, José Melitón Chávez, celebró misa y en la homilía invitó a “tener confianza en la bondad de Dios y no caminar aislados, sino juntos. Como dice la gente, la Virgencita de Huachana es por de más de milagrosa, pero hay un milagro más importante, que nos demos siempre la mano como hermanos”. Tanto la fiesta como la novena preparatoria se convocaban este año bajo el lema Con tu Misericordia renacemos hermanados como pueblo.
Un momento de la multitudinaria procesión de este domingo.
Como recoge Aleteia, la historia de la Virgen de Huachana se remonta a 1820, cuando una niña, Telesfora Verón, insistía a su familia en que veía en el monte a la Virgen María. La familia no la creía, hasta que parientes y vecinos acudieron al lugar y encendieron un fuego, entre cuyas cenizas apareció intacta una imagen de la Madre de Dios que habría sido escondida tras la desaparición de la misión jesuítica de San José de Petacas.
Desde entonces, y tras algunos avatares que llevan la devoción a Salta e incluso motivan una devoción hermana de esta advocación, se ha ido difundiendo la piedad popular en torno a la Virgen de Huachana, hasta alcanzar las decenas de miles de peregrinos que acuden a celebrarla cada 31 de julio.
Huachana se vive en familia. Año a año se ven abuelos con hijos y nietos con sencillez caminar y encender una vela, con frío por el invierno en el monte, pero con la certeza de que el fuego de la Virgen, como aquel 1820, abriga.
Este año todos tenían muy presente a la Mama Antula (María Antonia de Paz y Figueroa, 1730-1799), beata (el equivalente hoy a una laica consagrada) que será beatificada en su ciudad natal de Santiago del Estero el próximo 27 de agosto.
Mama Antula vestía una túnica negra, aunque no era religiosa, y organizaba grupos de mujeres, las Hijas del Divino Salvador, que ayudaban a los ejercicios espirituales y obras de misericordia de los jesuitas.
Evangelizaba descalza y vivía de la limosna. Así llegó a Buenos Aires, a más de mil kilómetros, donde convenció a las más altas autoridades del vierreinato de fundar una Casa de Ejercicios Espirituales por donde todos los seminaristas pasarían antes de ser ordenados.
Mamá Antula o María Antonia de San José, una laica consagrada de espiritualidad jesuítica que nació en Santiago del Estero casi un siglo antes de que naciese la devoción a Nuestra Señora de Huachana, pero a la que queda vinculada muy especialmente este año por su beatificación.
Falleció años antes de que se iniciase la devoción a la Madre de Dios en la advocación de su "paisana" Nuestra Señora de Huachana, pero en la devoción popular ambas han quedado vinculadas y este año, según declaró Juan Ignacio Liébana, párroco del santuario de Huachana, "gran parte de las celebraciones van a estar dedicadas a Mama Antula”.