Cada año los obispos de Estados Unidos ponen en marcha el «Mes de Respeto a la Vida», difundiendo folletos y argumentarios sobre el aborto, el suicidio y la eutanasia, las distintas prácticas que llevan a matar al débil (o incitarle a que se mate él mismo) y que ofrecen también ayudas para el final de la vida o el cansancio de los cuidadores. Todos estos materiales, en inglés y también en español, se pueden descargar aquí.
Este año, los materiales tienen por protagonista a la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego. Ella, una madre embarazada, se dirige a su desanimado Juan Diego, le da ánimos… y cambia una cultura que aún estaba enraizada en los sacrificios humanos y la sangre derramada.
Copiamos por su interés esta reflexión provida y mariana.
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Reflexión Respetemos la Vida 2018-2019
Toda vida: atesorada, escogida, enviada
En 1531, cuando los indígenas de México habían sido conquistados y la práctica del sacrificio humano todavía era un recuerdo reciente, la Madre de Dios se apareció a Juan Diego como una indígena embarazada, ahora conocida como Nuestra Señora de Guadalupe.
La Virgen lo envió con flores milagrosas en su tilma para que le pidiera al obispo que construyera una iglesia donde las personas pudieran recibir a su Hijo y el amor y cuidado compasivo de ella. Cuando Juan Diego abrió la tilma ante el obispo se reveló la imagen de Nuestra Señora que vemos aún hoy.
La capilla se construyó, millones se hicieron cristianos y la Iglesia aumentó su protección por los indígenas. Al abrazar la misión que se le confió, san Juan Diego ayudó a llevar el amor transformador de Cristo a culturas atrapadas en la opresión y la muerte.
Hoy nuevamente vemos el desprecio por la vida humana. Niños son abortados antes de nacer y los enfermos reciben apoyos para quitarse la vida. ¿Cómo respondemos?
La esencia de nuestra identidad es que somos creados a imagen y semejanza de Dios y somos amados por Él. Nada puede disminuir el valor inestimable de cada vida humana. Cada persona es atesorada.
Dios crea a cada persona para la unión eterna con Él y continuamente nos invita a tener una relación amorosa con Él. Cada persona es elegida.
Estamos llamados a ser embajadores del amor de Dios, tratándonos unos a otros como personas atesoradas y elegidas por él. Al hacerlo, ayudamos a construir una cultura que respete toda la vida humana. Cada persona es enviada.
Como san Juan Diego, abracemos nuestra misión diaria de ayudar a otros a encontrar el amor de Dios, que transforma y da vida.