Cada 10 de diciembre se celebra la festividad de la Traslación de la Santa Casa de Nazaret a Loreto. Su sola presencia en la liturgia (reforzada por las letanías lauretanas con las que concluye el rezo del rosario) ya sugiere que se trata de un hecho debidamente asentado en la Tradición de la Iglesia, pese a lo cual no es infrecuente referirse al hecho como una tradición (con minúsculas) o una leyenda piadosa que los cristianos medievales habrían creído ciegamente pero no podrían aceptar los católicos de hoy.
Pero lo cierto es que el pasado 8 de diciembre, con la apertura de la Puerta Santa en la basílica de Loreto, comenzó el Jubileo Lauretano, que transcurrirá hasta el 10 de diciembre de 2020 y con el cual Francisco ha querido conmemorar el centenario de la proclamación por Benedicto XV de la Virgen de Loreto como patrona de la aviación. Un patronazgo que no tiene sentido si se prescinde del «vuelo» que le dio origen. Durante todo el año jubilar, tres imágenes peregrinas de la Virgen de Loreto que partieron el mismo domingo recorrerán los aeropuertos de todo el mundo: una, los italianos; otra, los aeropuertos civiles de todo el mundo; y una tercera, los aeródromos militares.
¿Sobre qué bases documentales reposa la fe de la Iglesia en esta reliquia? «El santuario de Loreto es distinto a los demás santuarios marianos porque custodia la Santa Casa», explica el arzobispo Fabio Dal Cin, delegado pontificio para Loreto: «Otros santuarios dedicados a María han sido edificados a raíz de una aparición mariana o por la presencia de una imagen milagrosa de la Virgen. Sin embargo, el fundamento del Santuario de Loreto es una reliquia. Se trata de las paredes de la Casa de Nazaret donde vivió María y luego la Sagrada Familia. Incluso los estudios más avanzados confirman que las piedras de las paredes de la Casa son típicas de los lugares y de la época de Jesús».
Pero ¿cómo llegaron hasta allí?
En 1291, tras la caída de la ciudad cruzada de San Juan de Acre, el Reino Cristiano de Jerusalén quedó a merced de los musulmanes, y la Casa de Nazaret donde había tenido lugar la Anunciación, un lugar de peregrinación para los cristianos, corría un peligro cierto de ser profanada. Para salvarla de la destrucción, sucedió la primera de las traslaciones milagrosas, y en la noche del 9 al 10 de mayo unos ángeles la tomaron desde sus cimientos y la depositaron en Tersatto, hoy un barrio de Rijeka (Fiume, en italiano), en Croacia. Allí la descubrieron los leñadores del bosque, y avisaron al párroco, Alejandro Giorgiewic, a quien se le apareció la Virgen explicándole que aquellas tres paredes eran la de su hogar en Nazaret, y curándole del edema que padecía como prueba. Pese a todo, el sacerdote, junto con una delegación que ordenó, enterado de lo sucedido, el virrey Nicola Frangipani, se desplazó hasta Tierra Santa, donde comprobó que las tres paredes sobre las que se había construido la Basílica de la Anunciación ya no estaban.
La Santa Casa permaneció en la actual Croacia hasta la noche del 9 al 10 de diciembre de 1294. Los ángeles la trasladaron hasta Posatora, cerca de Ancona. Nueve meses después fue llevada a un lugar en un bosque que luego se denominó Banderuola porque los fieles situaron allí una bandera en lo alto de un árbol para que los peregrinos se orientasen de su ubicación. Cuando en esa región empezó a actuar un grupo de bandidos, la Santa Casa fue trasladada por cuarta vez a Monte Prodo, a un terreno de los hermanos Rinaldi, quienes quisieron apropiársela para rentabilizar la afluencia de peregrinos. Fue entonces cuando, en 1296, fue tomada por los ángeles y depositada en su ubicación actual, en lo que entones era una vía pública que iba desde Recanati (en las Marcas, en el centro-oeste de Italia) hasta su puerto. Una vía que, así entorpecido el paso, tuvo que ser modificada.
Como explica Ermes Dovico en La Nuova Bussola Quotidiana, de cada una de estas etapas existe sobreabundancia de documentación: la toponimia, la presencia de inscripciones que mencionan los tránsitos, la construcción de iglesias en los distintos lugares por donde pasó…
Pero es la misma investigación sobre la Santa Casa la que confirma el milagro.
- Las medidas de las tres paredes (que se apoyaban sobre una gruta natural) y el espesor de los muros coinciden con los fundamentos de la casa en Nazaret, donde fue venerada durante trece siglos. También pudo ser medido notarialmente el perímetro en Tersatto, y también coincide.
- Las piedras de la Santa Casa son típicas de Palestina y trabajadas con técnicas específicas locales.
- La colocación de la puerta sobre la pared larga y la orientación de la casa, con la ventana hacia el oeste, son anómalas en los edificios del siglo XIII en las Marcas.
- La Santa Casa reposa sobre una zanja que había en la vía donde fue depositada, como pudo comprobar Giuseppe Sacconi, director de los trabajos de restauración de la Basílica Lauretana llevados a cabo entre 1884 y 1905. En otra investigación de 1922, Federico Mannucci certificó que la Santa Casa no reposa sobre un suelo preparado para un edificio de esas características, sorprendiéndole que, a pesar de todo, «se conserve inalterada, sin haber cedido y sin la más mínima alteración de los muros».
- Las piedras de la Santa Casa están selladas con mortero de cemento típico de Palestina, y según una técnica propia del pueblo de los nabateos y desconocida entonces en Italia y uniforme en todos los puntos, lo cual, segun Emanuele Mor, profesor de electroquímica, excluye una traslación humana ladrillo a ladrillo, «porque se habría puesto de manifiesto una diferencia en la composición química del mortero».
Entre 1962 y 1965 se llevó a cabo en el santuario de Loreto un estudio arqueológico dirigido por el profesor Nereo Alfieri (1914-1995) en coordinación con el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén, que corroboró todas estas observaciones.
En la homilía de la misa de apertura del Jubileo, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, recordó que coincidía el acontecimiento con la festividad de la Inmaculada Concepción, e invitó a contemplar este misterio desde el milagro de la Traslación de la Santa Casa, «donde María vivió y recibió el anuncio del ángel». Desde ese lugar, pidió contemplar a la Virgen «sin temor, con absoluta confianza, sin miedo a la luz que emana de su perfección, sintiéndonos atraídos por su santidad… Dejémonos fascinar por María Inmaculada».