Roberta Morise es una artista polifacética. Pese a que tan sólo tiene 32 años tiene tras de sí una larga carrera como modelo, actriz, presentadora y hasta cantante. En 2004, con tan sólo 18 años participó en Miss Italia quedando finalmente en cuarto lugar. Sin embargo, esto le abrió numerosas puertas que le han llevado a presentar diferentes programas en la Rai y en Sky. En septiembre ha vuelto a la Rai 2 para dirigir otro espacio televisivo.
Pese a su juventud, Roberta ha vivido momentos de gran dificultad, sobre todo cuando su padre murió siendo apenas una adolescente. En aquel momento se refugió en la Virgen María. Con ella encontró un gran consuelo y desde entonces siempre se ha sentido muy acompañada por la madre de Cristo.
En una entrevista en la revista María con te, especializada en temas marianos, la artista italiana habla de su devoción a la Virgen, la pérdida de su padre y el vínculo especial que le une al santuario de la Piedad de Mirto Crosia, donde se refugia para rezar y encontrar el silencio para necesario para encontrarse con Dios.
La fe, una parte importante de su vida
La presentadora asegura que “la fe es una dimensión necesaria en mi vida”, y explica que “el silencio es absolutamente necesario. Vivimos en un mundo en el que todo está agitado, donde las palabras no dicen demasiado. Necesito, siento la necesidad de aislarme de vez en cuando en la iglesia de Crosia”.
Roberta confiesa que “el silencio en la oración es fundamental. Necesitas escucharte, y al mismo tiempo, dirigirte a alguien que es más grande que nosotros. Pedir ayuda es humano, siempre lo he hecho”.
La muerte de su padre
Todo esto que cuenta se puso a prueba siendo muy jovencita. Había recibido la fe en su familia, pero todo se tambaleó con la muerte de su padre. El dolor, la ira y las preguntas sobre por qué ese sufrimiento tan grande acabaron en paz después de descansar una noche en el Señor haciéndose la señal de la Cruz. Sólo entonces encontró el descanso.
“Siempre he sido creyente, desde que era niña. Cuando perdí a mi padre estaba en una fase diferente. Pero en momentos como estos, el dolor es tan grande que buscas desesperadamente el consuelo, pero al mismo tiempo, maldices. Pero lo que me hizo sentir mejor en aquel momento tan difícil fue la noche en la que en el silencio de mi habitación, en mi cama, me hice la señal de la Cruz. Confiar en Jesús a través de ese gesto fue mi consuelo”, asegura, tal y como recoge la versión italiana de Aleteia.
La Virgen tomó el relevo en ese momento. Tras la muerte de su padre se convirtió en apoyo y guía para esta joven. Roberta Morise asegura que todos los días das las gracias a María por su ayuda y protección que le otorga en todas las circunstancias.
Las gracias dadas por la Virgen
“Estoy muy apegada a la figura de María, me hace sentir bien guiada, me reconforta”, asegura. Pero además, cuenta que “nunca rezo por mí. Siempre lo hago por mi madre y mi hermana, y por supuesto para que vigile y proteja a mi sobrino. A la Virgen le hablo a menudo de él. Y luego se lo agradezco continuamente. Mi vida es bella, no podría pedir nada mejor”.
Lejos de cosas alejadas de la realidad o del día a día, Roberta asegura no pedir grandes milagros a la Virgen sino que el mayor regalo ha sido el que la ayudara a no ahogarse en el dolor y poder sonreír también en las adversidades.
“El mayor agradecimiento fue definitivamente el de ser una roca para mi familia, para mi madre y mi hermana, que son más frágiles que yo. La muerte prematura de mi padre nos puso a prueba. Y en retrospectiva, creo que tuve una fuerza mayor de lo que podía imaginar. A los dieciocho años no es fácil encontrarte en una ciudad nueva para mí como Roma a donde me había mudado para trabajar, con la tragedia que nos había sucedido y tener que enfrentarte a una nueva vida sin él y una madre desesperada que se encontraba viuda con 40 años y con dos hijas por cuidar. La gracia que recibí en estos años fue precisamente la de no derrumbarme, y poder enfrentarme a la vida, a pesar de todo, con una sonrisa porque nunca perdí eso. Por ello doy las gracias a la Virgen todos los días”.
Un pequeño santuario como refugio del mundo
Un lugar mariano muy importante para ella el santuario de Mirto Crosia, donde llegó un día por casualidad junto a su madre y una de sus amigas. Ya tenía el deseo de acudir a este lugar, pero nunca lo había visitado. Aquel tampoco era el día indicado. “Teníamos que ir a Cosenza y estaba en el coche con mi madre y una amiga mía, pero de repente, en un desvío repentino nos encontrábamos a pocos kilómetros de la Piedad de Mirto Crosia. El camino para llegar al lugar está lleno de curvas, era terrible. Y a medida que avanzaba, sentí vibraciones particulares, un estado de felicidad que me invadió de una manera positiva. Al llegar allí, dentro de esa humilde y pequeña iglesia, sentí una gran paz frente a María. Siempre digo que fue el camino el que me llevó allí o quizás la Virgen la que aseguró que la alcanzara”.
Y citando al Papa Francisco, esta joven presentadora asegura que “si queremos ser cristianos, debemos ser marianos”.