Es difícil volver a contar la historia de Navidad de forma creativa pero fiel y que emocione. El musical teatral La noche del 24 (Teatro Fernández-Baldor, Calle Arroyo de los Viales, Torrelodones, España) lo consigue. La misma fórmula del teatro musical ayuda a ello: se combina el humor, la música y la cercanía al público para conectar y emocionar.
El protagonista de la historia es Aarón, un nuevo oficial de Herodes, con ganas de «triunfar» pero que va entendiendo que en la corte hay intrigas, traiciones y cabezas que ruedan tras puñaladas traperas. Hay crítica a Herodes (el poder ejecutivo corrupto) pero más crítica a los poderes fácticos, ocultos pero efectivos, detrás de Herodes.
Herodes y sus jefes encargan a Aarón investigar los rumores sobre un niño nacido en Belén, que sería de interés para unos rebeldes. Con la ayuda de una taquígrafa (ejemplo de funcionaria que trata de ser un engranaje pero que en realidad es humana) interroga a un joven pastor bobalicón y a un matrimonio de posaderos alborotadores y parlanchines, que echan la culpa de todo a los romanos. Todos ellos han visto al Niño, y a sus padres… y han quedado cautivados por ellos. «Esa familia tiene algo…»
Preguntas serias entre risas y música
Después, Aarón empieza a conectar con testigos sobrenaturales. ¿Sueño o realidad? Entre risas y chanzas, plantean las preguntas más serias. El ángel consigue presentar al público el origen de toda la historia: la Creación de un mundo bien hecho, la Caída, el pecado, el espacio que separa al Hombre de Dios, y que Dios ahora quiere saltar, las diferencias entre los ángeles, que ven las cosas como son, y los hombres entorpecidos. Hay un planteamiento directo, pero discreto, del kerigma: el hombre necesita a Dios, y Dios se hace hombre para acercarse.
Después, Aarón se encuentra interrogando a un borrico, con sones flamencos y acento andaluz. Hay mucha fiesta y alegría, y de nuevo preguntas importantes: ¿Son fiables los testigos? ¿De verdad Dios habla al corazón?
Después, vestida de dorado y purpurina, una estrella de Oriente, diva de vieja escuela que se reconvierte en influencer, habla de Dios como el mejor creativo y empresario del espectáculo: ella anuncia la grandeza de Él, brillando y llamando la atención. Los personajes del borrico y de la diva, muy buenos en lo musical y los que más divierten a los niños, son también los que plantean las grandes preguntas espirituales.
Aarón y Judith, interpretados por Fran del Pino y María Petri en «La Noche del 24».
Cuando la fe entra en el matrimonio
En La Noche del 24 hay una parte romántica que conecta con el público adulto más que con el juvenil. Aarón descubre que su esposa Judith conoce al Niño misterioso y a sus padres y también ella ha quedado fascinada. Como tantos adultos en nuestra época, se asombra al descubrir que la religión no es «eso que tienen otros» sino algo que se entromete en tu casa y puede ser incluso peligroso, porque ese amor implicará persecución. Pero ¿y si es verdad? Y ¿acaso no hay belleza en Judith y su alegría, esperanza y valentía al tener fe?
Aarón es cualquiera de nosotros. Primero conoce al Niño por rumores, luego por testigos, incluso por personas enamoradas y fascinadas por Él. Finalmente, ha de dar el paso. Por un lado, reclamar la tradición de su pueblo, de sus padres, las antiguas profecías del Mesías (y se recita con fuerza el Cántico de Zacarías).
Por otro lado, hay que tener trato personal con el Niño, hay que vivir adoración auténtica, y Aarón podrá hacerlo. Los espectadores nunca vemos a la Sagrada Familia, les conocemos solo por su efecto en los demás. Como en la vida real, hasta que adoramos.
Aarón, cuando le amenazan e interrogan por el reino de Dios.
Atrapa a niños y mayores
El trabajo de los guionistas (Javier Lorenzo, de Abuelos, y Benjamín Lorenzo, de Pettson and Findus y Treasure Trekkers) es astuto y equilibrado. Evitan mostrarnos a la Sagrada Familia en sí, y así nos centramos en nuestra relación con ellos: todos somos investigadores buscando conocerles. Parece un espectáculo sencillo porque cuenta con un protagonista, una historia conocida y una docena de actores (8 a la vez en el escenario), pero no es fácil combinar teología, fidelidad a la tradición, lo sublime y lo divertido, comedia y tragedia (la conciencia de persecución y martirio) en una sola historia que logra atrapar a niños y a mayores.
El espectador queda fascinado por la combinación de música, movimientos e ideas, la sucesión de cambios y emociones, y no tendrá posibilidad de desconectar ni de distraerse en todo el espectáculo. A los niños les gustarán los personajes divertidos, los adultos prestarán más atención al matrimonio protagonista y sus dificultades de fe y de relación. Quizá los adolescentes sean los que pueda costarles más conectar, aunque la estrella-diva les resultará muy cercana.
La música de Álvaro Galindo (Abuelos, Lunch Ladies) es perfectamente adecuada para el musical, variada en sus estilos, con homenajes a distintos géneros y al menos dos canciones que podría usar cualquier grupo de alabanza y de festividad navideña. Las coreografías de Susana Blanco logran crear magia y cambiar el tono (del peligro a lo festivo, de lo burlesco a lo solemne) con gran eficacia.
Quizá el punto más débil esté en la resolución de la trama: al final, un malvado resulta no ser tan malvado y nuestros protagonistas pueden respirar aliviados. Pero sabemos no solo por la Biblia sino por la Historia que esa actitud descuidada es inconcebible. La necesidad del final feliz se impone. Siendo un musical, cualquier otro recurso mágico, fantástico o dramático habría sido más adecuado, sobre todo porque el resto de la historia es cuidadosamente fiel a los datos bíblicos.
Quedan unas 20 sesiones abiertas al público hasta el 4 de enero (además, los colegios y otros colectivos pueden contratar pases especiales). La Noche del 24 es una forma especialísima de vivir de verdad la Navidad y salir del teatro haciéndose preguntas sobre nuestra relación con ese Niño, su hermosa Madre, su generoso padre, que tanto han fascinado a tantos y que cautivan a ángeles y estrellas.