Hacer de su devoción por María su dedicación total en el día. Este es el sueño que ha visto cumplido una joven familia jienense que desde hace un año es la encargada de cuidar a la Virgen de Linarejos en su santuario situado en Linares. La madre de familia la sirve todo el día y ahora vive junto a ella y exultante cuenta en Ideal cómo su amor por la Madre de Dios ha crecido aún más:
Lucía Palomares, junto a su marido José y sus hijos pequeños Andrés y Alba, son los encargados de este cometido. En realidad, es la matriarca sobre la que recae toda la responsabilidad ya que fue la persona contratada para suceder en estas labores a los Franciscanos. Se ha convertido en una santera, tal y como figura en su contrato y, como no puede ser de otra manera, su vida ha dado un giro de 180 grados. «Hacer lo que te gusta y que encima te paguen eso no lo puede decir todo el mundo», subraya Palomares.
Fue el pasado 8 de enero cuando el anterior presidente de la Hermandad Virgen de Linarejos, Agustín Vázquez, les pidió con urgencia que tenían que ocupar el Santuario para suplir la marcha de la congregación franciscana y, tras una serie de pequeñas reformas en la vivienda, fue el 23 de dicho mes cuando se trasladaron definitivamente a la casa de la patrona de Linares.
Es como vivir en el cielo
«Mucha gente me pregunta y les digo que yo no se cómo se vive en el cielo, pero seguro que el paraíso es esto», asegura la santera que ya realizaba estas funciones de forma altruista en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y Nuestra Señora del Pilar. No se olvida de Ana López, quien fuera catequista de su hija hace diez años y quién la animó a participar en varios grupos de esta parroquia.
Su cometido en el santuario no es otro que su limpieza, preparar los cultos y ceremonias que se ofician, recoger los ornamentos y todo lo que precisen los párrocos y ser la encargada de abrir y cerrar las puertas de la ermita. Ella recibe un pequeño sueldo, mientras que le han cedido la vivienda y la hermandad corre con los gastos corrientes. Asegura que nunca imaginaba que iba a terminar ejerciendo este oficio aunque su marido le decía que «cualquier día te llevas la cama a la iglesia», afirma Palomares, por el tiempo que le dedicaba a la iglesia del Sagrado Corazón.
El santuario está abierto desde las ocho de la mañana hasta la una y media del mediodía, aproximadamente, mientras que por la tarde ahora lo hace de cinco a nueve. Un horario que varía en verano retrasando su apertura y cierre por las altas temperaturas que se registran.
Devoción por la patrona
«Es muy raro que el santuario esté alguna vez solo porque siempre hay alguien rezando. Hay mucha fe y devoción por la Virgen de Linarejos y hay gente que viene todos los días independientemente del tiempo que haga», insiste Palomares.
Reconoce que la devoción que sienten muchos linarenses era compartida por su madre y suegra y que el hecho de vivir dentro de la ermita también ha hecho que experimente la fe de forma distinta. «Se vive la fe de otra manera estando aquí. Cambias no solo por ti, sino por la gente que viene y compruebas el cariño que le tienen a la Virgen. Ha venido gente de Canarias, Valencia, el País Vasco y hasta de Argentina que se quedan maravillados cuando ven a la Virgen de Linarejos», explica Palomares. Ahora mismo, ella vive un particular ‘sueño’ porque ha conseguido trabajar en lo que le gusta y la relación con la Hermandad es excelente.
Aunque admira la belleza del santuario, confiesa que su rincón favorito es el patio y que todas las noches le lanza un «¡Buenas noches, vecina!» desde la ventana en la que se ve el camarín de la patrona.