Jubileo de la Virgen de la Victoria de Lepanto: el obispo Reig explica por qué lo convoca y qué nos enseña hoy aquella victoria

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La fiesta de la Virgen del Rosario se celebra el 7 de octubre, mismo día de la victoria de Lepanto

Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, cumplirá durante este curso que ahora empieza cincuenta años de su ordenación sacerdotal y 25 desde que fue consagrado obispo. Declarado mariano, el prelado ha querido publicar una extensa carta pastoral “Para gestar nuevos cristianos ‘Monstra te ese Matrem’ donde reflexiona sobre la situación actual y la necesidad urgente del anuncio del Evangelio. Y en este enorme reto para los cristianos la Virgen tiene un papel fundamental.

De hecho, en la introducción de esta carta pastoral recuerda que “desde mi más tierna infancia fui educado por mis padres, por mis maestros y por la tradición de mi pueblo (Cocentaina, Alicante) en un amor grande a la Santísima Virgen María con la advocación de Virgen del Milagro (la Mare de Deu)”. Y así, “recién nacido fui consagrado a la Virgen y Ella me ha acompañado como buena Madre a lo largo de toda mi vida. Para mí la piedad mariana ha sido algo connatural y Ella ha sido siempre mi intercesora y mi punto de referencia en la fe. Por eso al tener que escoger un lema para mi episcopado no pude menos que recurrir al himno Ave maris stella (Salve, estrella del mar) en el que se dice en una de las estrofas Monstra te esse matrem (Muestra que eres Madre).

Precisamente, uno de los aspectos centrales de la carta es el anuncio de un jubileo muy significativo en la diócesis de Alcalá, el de la Virgen de la Victoria de Lepanto.

El 7 de octubre de 2021 se cumplirán 450 años de la batalla de Lepanto, en la que la Liga Santa formada por el Imperio español, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la de Génova, la Orden de Malta y el Ducado de Saboya, todos ellos capitaneados por Juan de Austria, vencieron al Imperio Otomano convirtiéndose en un momento capital en la historia de la cristiandad.

Felipe II, el rey de Hispania, puso al lado de Juan de Austria, de tan sólo 24 años entonces, como mentor a Luis de Requesens, Comendador mayor de Castilla en la Orden de Santiago, cuya sede estaba en Villarejo de Salvanés, pueblo de la actual diócesis de Alcalá de Henares. Luis de Requesens fue en su momento embajador de España ante la Santa Sede y, por tanto, tuvo ocasión de conocer la Sede de Pedro y al futuro Papa San Pío V.

Monseñor Reig recuerda que “a pesar de los ruegos de San Pío V, la desunión de los príncipes cristianos hacía difícil la empresa. Francia e Inglaterra con sus intereses y la presión de los protestantes hicieron imposible afrontar juntos la avalancha del Islam. Fue Su Santidad el Papa, y la generosidad de España, la que por fin logró poner las condiciones posibles para la Liga Santa. San Pío V le confirió un sentido religioso a la batalla, preparó a los participantes en la Liga Santa enviando predicadores que animaran y asistieran a los que formaban la Armada, con el fin de  mantener vivo el espíritu religioso en sus gentes. Antes de emprender la batalla se celebró la Santa Misa con confesiones. El mismo Papa oraba a la Santísima Virgen buscando su intercesión. Unos días antes del desembarco estaba en su oratorio ante la Virgen y tuvo una visión que le anticipaba la victoria de la Liga Santa. Desde ese momento siempre pensó que la victoria de Lepanto, ocurrida el 7 de octubre de 1571, había sido una concesión de la Virgen del Rosario”.

Por ello, concluida la batalla con la victoria, el Papa Pío V ordenó que todos los años en el día 7 de octubre se hiciese una fiesta en acción de gracias en memoria de “Nuestra Señora de la Victoria” (Decreto consistorial de 17 de marzo de 1572). Por su parte el Papa Gregorio XIII determinó, el día 1 de abril de 1573, que la fiesta en lo porvenir se celebrase como fiesta del Santo Rosario en la primera dominica de octubre (Bull. Rom. VIII, 44, ss.).

Esta explosión mariana tras la victoria tuvo una gran resonancia en la localidad de Villareje Salvanés. Agradecido a la Virgen, Luis de Requesens, quiso erigir un convento en esta localidad que albergara una imagen de la Virgen del Rosario.

El convento fue confiado a los Franciscanos, quienes mientras se construía ya se hicieron presentes en la Casa de la Tercia. El Papa Pío V autorizó la fundación del convento y de él se obtiene la Bula Quam preclara meritorum con la obtención de indulgencias. Pero lo que verdaderamente fue el mejor tesoro para Villarejo fue, con el tiempo, la Imagen de la Virgen del Rosario, llamada Virgen de la Victoria que, según la tradición, fue un regalo de San Pío V, con la presunción de que era la imagen a la que rezaba el Papa en el fragor de la batalla. La presencia de esta imagen de la Virgen, y los milagros que se le atribuyen, ha conseguido que alcanzara el corazón de todos los fieles y llegara a ser, como se dice, “una estrella del cielo fijada en el mar de Castilla”.

“Para nosotros, católicos del siglo XXI, lo más importante es recuperar un signo más de la intercesión de María que acompaña el caminar de su pueblo. Nosotros creemos en la Providencia y sabemos que Dios no está al margen de la historia. Es más, conduce nuestra vida e ilumina nuestra historia para que desemboque en el bien de los que aman al Señor (Cf. Rm 8, 28). Del mismo modo, la Virgen María intercede por cada uno y se muestra como Madre, como quise recordarme en mi lema episcopal: “’Muestra que eres Madre’”, explica el obispo Reig.

Por ello, con motivo de esta efeméride el obispo ha solicitado a la Sagrada Penitenciaría de Roma un Año Jubilar que “nos ayude a volver la mirada a la Virgen de la Victoria buscando su intercesión y para actualizar y propagar entre los fieles, también los niños, las familias y las parroquias el rezo del Santo Rosario privada y públicamente. Encargo a una comisión los aspectos particulares de este Año Jubilar que se va a extender desde el primer domingo de adviento de 2020 hasta la fiesta de Cristo Rey de 2021. En todo este año la Imagen de la Virgen del Rosario y su convento en Villarejo de Salvanés serán designados como lugares de peregrinación y de oración en comunión con las imágenes del Rosario diseminadas en toda la diócesis”.

Y es que hay otros Lepantos en este momento de la historia. Así lo explica Reig: “el contexto en el que nosotros vivimos es muy diferente al que se vivió en el siglo XVI y que llevó a la batalla del Golfo de Lepanto. Sin embargo, este acontecimiento nos puede servir para profundizar en nuestra situación actual y para ser conscientes del combate que supone la vida cristiana. Como entonces ocurrió, los cristianos no estamos unidos, ni siquiera en el seno de la Iglesia Católica. Este es un motivo que nos debe invitar a la oración y a formar, unidos a Pedro, una liga santa de almas orantes invocando a María con el rezo del Santo Rosario y suplicando su intercesión”.

El santuario de Nuestra Señora de la Victoria de Lepanto se encuentra en la localidad de Villarejo de Salvanés (Madrid)

“En el siglo XVI concretaron el enemigo de la civilización cristiana en el imperio otomano. Hoy el enemigo está más diluido e incluso se ha hecho presente en el seno de la Iglesia. Hoy los ataques no se sitúan en un territorio concreto, sino que han penetrado en el interior de las almas. Se trata de una situación, la nuestra, en la que se prescinde de Dios y se pretende “deconstruir” la persona humana, la familia, la educación y el sentido cristiano de la vida social y política”, señala el obispo de Alcalá.

De este modo, considera que “para afrontar adecuadamente esta situación debemos conocer bien al enemigo y saber cuáles son sus tácticas y estrategias. Hoy estamos ante una batalla cultural que, desde siglos, ha ido perfilando sus principios y sus dogmas. Más allá del marxismo o del liberalismo, de la ideología de género y sus consecuencias, la lucha se articula como una guerra desarrollada por los poderosos contra los débiles”.

“Nuestra batalla, siguiendo la analogía de la batalla de Lepanto, es una batalla compleja y que comienza en nosotros mismos y el poder del pecado que nos amenaza. La Iglesia, con la sabiduría de siglos, ha sabido detectar bien los enemigos del alma (mundo, demonio y carne), analizar las tres concupiscencias que anuncia San Juan en su carta (1 Jn 2,  15-16) y, con la sabiduría de los Padres del desierto, detectar los pecados capitales que son raíz de todos los demás pecados. Desde la soberbia y la codicia se abren en el espíritu humano los llamados vicios capitales: la vanagloria, la envidia, la avaricia, la ira, la tristeza o acedia, la gula y la lujuria. Este combate contra el mal, que se ha dado siempre, hoy se ve acrecentado por una crisis del hombre que tiene su origen en el olvido de Dios. También nosotros, como ocurriera en el siglo XVI con la batalla de Lepanto, necesitamos la voz de Pedro que nos invite a servirnos de los auxilios divinos para salir victoriosos en la batalla. Nuestra moral de victoria descansa en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte”, añade Reig Pla.

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