La Medalla Milagrosa es un regalo que la Virgen María hizo a Santa Catalina Labouré hace 189 años y cuya devoción se extendió rápidamente por todo el mundo. En todo este tiempo numerosos milagros y hechos extraordinarios han rodeado a esta Medalla Milagrosa.
Con el permiso de la Iglesia, las primeras medallas se hicieron y distribuyeron en París en 1832. Aunque originalmente se conocía como la Medalla de la Inmaculada Concepción, se asoció con tantos milagros y bendiciones, que finalmente se popularizó como la Medalla Milagrosa. Y muchos cristianos que la poseen a día de hoy, todavía experimentan muchas de estas gracias.
Un caso excepcional se produjo en 2003 y así lo relató el matrimonio conformado por Rafael Aguirre y Ana Pastor, padres de Javier, militar fallecido en un accidente de tren ese mismo año en Chinchilla (Albacete), en el que murieron 19 personas.
En una carta del sacerdote Juan Delgado al padre Robert Maloney, entonces superior de la Congregación de la Misión y director general de la Asociación de la Medalla Milagrosa, explicaba este suceso.
El testimonio de los padres de Javier
Rafael y Ana eran feligreses de una parroquia en Cartagena de la que fue párroco el padre Juan Delgado. Este matrimonio quería exponerle “un acontecimiento que les había llenado de dolor y, al mismo tiempo, de paz”.
Javier, su hijo, tenía 24 años, y era militar. Debido a un problema en su pierna tuvo que trasladarse a Madrid para ser operado en un hospital propiedad de Defensa. Y para recuperarse decidió trasladarse a Cartagena con sus padres. Fue en ese viaje en tren en el que falleció calcinado debido al accidente.
Debido al estado de los cuerpos por el fuego del accidente ferroviario tardaron varios días en entregárselo a los padres. Cuenta el padre Delgado a su superior que “la familia Aguirre Pastor recibió, entre otros enseres, dos bolitas de oro y una medalla de la Virgen Milagrosa. ¿Qué significaba esto? Javier llevaba consigo una cadena y una medalla de oro, que el fuego había fundido, reduciéndolas a dos bolitas. Javier llevaba también, desde la edad de doce años, una Medalla Milagrosa de un material sencillo y sin valor económico alguno, de la que nunca se desprendía. Javier, que vivía como buen cristiano, profesaba un gran amor a la Virgen María y llevaba siempre consigo esa Medalla”.
La familia no lograba entender “cómo el fuego, que había destruido todo lo que se encontraba en el vagón, fundiendo incluso el oro de la cadena de Javier, no había alterado la insignificante Medalla Milagrosa”.
La pregunta que surgió a la familia era clara: ¿Acaso estaba esta Medalla fabricada a partir de alguna aleación especial resistente al fuego?”. Este sacerdote recoge que “Rafael Aguirre Rafael Aguirre, padre de Javier, no pudo contener su inquietud, y se acercó a Cieza, localidad en la que se encuentra la fábrica en la que se hacen estas medallas. Preguntó al responsable del taller por el tipo de aleación y por la temperatura de fusión. Este explicó que el material con el que se fabrican estas medallas, compuesto en un 99,50% por aluminio, funde muy pronto, apenas a 300º . Ayudado de un soplete, el encargado hizo varias pruebas con varias medallas, que al sufrir el contacto del soplete durante apenas un par de segundos, fundieron. Al explicarle el padre de Javier que una de esas medallas había soportado cerca de 1.800º C, el propio responsable del taller mostró su incredulidad, y aseguró la imposibilidad física del suceso”.
Un acto heroico
Pero la familia de Javier entendió en ese momento que aquella Medalla Milagrosa era un “signo”. De hecho, se la mostraron al sacerdote en un relicario. “La Medalla está completa, se puede leer perfectamente la inscripción, e incluso la argolla por la que pasa la cadena, permanece intacta”.
Pero además, los padres de Javier le contaron a este sacerdote un acto heroico de su hijo antes de morir. “Cuando se produjo el accidente, la fuerte colisión entre trenes produjo una tremenda explosión y de una rápida propagación del fuego. En ese momento, Javier se quitó su camisa para que la señora que estaba a su lado pudiera evitar que el humo la invadiera mientras trataba de salir del amasijo de hierros y poder así huir de las llamas. La señora, que salvó la vida, extendió su mano, una vez estuvo fuera, para intentar ayudar a salir de aquel horror a Javier, que tenía una pierna inmovilizada. Las llamas fueron más rápidas”, cuenta a su superior el padre Delgado.
Está bien, pero yo no difindiría esta noticia porque uno se puede preguntar¿Por qué no se libró este chico de las llamas si llevaba la medalla de la Virgen?