Gema Mesas es una joven que recientemente ha descubierto un mundo nuevo en el cristianismo. “Me he sentido transformada, mi manera de pensar ha cambiado, pensamientos que antes me atormentaban ya no están, se han esfumado, y no tengo necesidad de saber qué pasará mañana”, afirma esta chica que aunque bautizada no había asistido nunca a misa. En Garabandal descubrió a la Virgen, y por ella a Dios, dejando así una vida inmersa en la Nueva Era con el tarot, las runas, las cartas astrales o las meditaciones.
Este proceso tuvo su culmen cuando el pasado mes de enero, y tras un periodo de catequesis y acompañamiento con un sacerdote, recibió Primera Comunión. Ahora no necesita saber nada más que Dios la quiere.
En una entrevista en el programa Cambio de Agujas de EUK Mamie, Gema cuenta que sus padres se habían criado en la tradición católica y que por eso ella había sido bautizada. Sin embargo, ni practicaban ni transmitieron la fe a ella y sus dos hermanos. Aunque su adolescencia fue normal la separación de sus padres la afectó.
Ajena a Dios e inmersa en la Nueva Era
No quería estudiar y empezó a salir de noche y a estar con chicos. Vivía completamente ajena a la existencia de Dios, hasta que con 28 años empezó a hacerse algunas preguntas existenciales.
En busca de esta felicidad buscó en internet y en las redes sociales entrando en contacto con la Nueva Era. “Esta es muy amplia, tienes muchos caminos para elegir, y empecé a hacer meditaciones de todo tipo desde budismo, hinduismo o chamanismo”, cuenta ella.
Al principio sentía que esto la llenaba. “El objetivo –afirma Gema- era llegar a la iluminación, además a parte yo leía otros libros no de brujería, pero casi, porque me gustaba mucho el tarot. Nos echábamos el tarot entre las amigas, y también las runas”.
La Nueva Era, «engancha»
Ahora se da cuenta del riesgo al que se enfrentó. Ella misma experimentó que estas prácticas “te enganchan, quieres saber más, ver qué te dicen las cartas, y ante cualquier problema miras estas cartas”.
Además, asegura que esta Nueva Era “te condiciona”. Según su experiencia, “los arquetipos del tarot los tienes que interpretar y pones obstáculos a tu futuro. Si tienes un problema miras el tarot y si te dice algo ya estás sugestionada… o lo provocas tú o pasa”.
Pero a la vez que ella se introducía más y más en las garras de la Nueva Era, su hermana pequeña tenía una conversión al catolicismo muy fuerte. Ambas vivían en el mismo techo hasta que su hermana, dos años menor, dejó más tarde el hogar al optar por la vida religiosa.
“Mi hermano era ya católico, y ellos se unieron mucho. Ella le explica que había sentido para acercarse a la Iglesia y a mí ella me decía: ‘¿qué estás haciendo?’. En aquel momento, chocábamos mucho y yo le decía que no la entendía y que la Iglesia adoctrinaba”, relata.
El viaje a Garabandal que trastocó su vida
Sin embargo, Gema siguió con sus tarots, sus runas y meditaciones orientales. Echando la vista atrás, esta joven piensa en cómo la figura de Dios es eliminada. “Lo que me impactó es pensar que tienes el poder de crear tu presente. La Nueva Era te dice que con tus pensamientos positivos proyectas al universo y creas tu vida, tu presente. Esto es muy esclavo”, confiesa.
Pero entonces en su vida ocurrió algo. En aquel momento Gema acudía a cursos de meditación a hacer mantras. Ya como religiosa, cuenta ella, “ella rezó muchísimo por mí, y al poco de entrar, a los meses, estaba aburrida en general, y mi hermano que tenía vacaciones me dijo que me fuera con él a Garabandal, que me iba a gustar”.
Por qué no, se dijo. Nunca había estado en Cantabria y así, en el gran cacao que tenía en su cabeza, pediría también cosas a la Virgen. Finalmente, fue a Garabandal, una pequeña aldea en las montañas en la que en los años 60 se habría aparecido la Virgen a unas niñas. Décadas después este lugar está despertando un nuevo interés. (Más información aquí).
«La Virgen hizo algo, me tocó»
En aquel lugar Gema quedó maravillada. “Fui a la misa, pero no escuché nada, porque iba con el chip de la meditación, de ‘oler la energía’”, explica. Sin embargo, sin que ella se percatase algo se había producido en ella. Se sentía bien, en paz, y una adicta a la Nueva Era y a la superstición se había ido de Garabandal sin haber realizado sus peticiones egoístas y exigencias a la Virgen.
“Estaba llena de un gozo sobrenatural, y no tuve necesidad de hacerle peticiones”, cuenta. Y esto era algo muy extraño en una chica que constantemente echaba las cartas para saber qué pasaría al día siguiente o cómo iba la relación amorosa de su amiga.
“La Virgen hizo algo, me tocó”. De vuelta a Barcelona fue a sus clases de meditación pero ya no se sentía identificada pues –agrega- “me parecía un circo, un teatro, me parecía hasta ridículo, así que lo dejé”.
Tras haber experimentado aquella sensación decidió volver a Garabandal. Allí rezó el primer Rosario de su vida, y conoció a un matrimonio de peregrinos que le regaló un libro sobre el Espíritu Santo. “Te lo regalo, pero tienes que hacer la primera comunión”, le dijo este matrimonio.
Conversión, Confesión y Comunión
Casi a la vez, en una de sus visitas a su hermana monja, ésta le recomendó que leyera el Evangelio, y que empezara por el de San Juan. “Para mi sorpresa empecé a entenderlo y a llorar. ‘¿Por qué ahora lo puedo entender?’”, se preguntaba.
El siguiente paso fue aceptar la invitación de una amiga suya para que hiciera los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. “Hacer el examen de conciencia fue un regalo del cielo”, recuerda. Aun así no fue fácil contar al sacerdote toda su relación con el tarot, las relaciones con chicos…
Al final, afirma Gema, “me confesé y salí nueva, una sensación que ni Nueva Era ni constelaciones… fue una sensación de perdonada. Lloré muchísimo”.
Aquel sacerdote le ofreció que hiciera la comunión y la acompañó espiritualmente y en las catequesis hasta que finalmente en enero de este 2018 recibió por primera vez el Cuerpo de Cristo. “Me he sentido transformada”, confiesa pues Dios sólo la pidió que diera el primer paso, Él hizo el resto.