Lo que ya a principios de marzo se adivinó como una tendencia en todo el mundo se ha convertido con el correr de los meses, en la mayor parte de las diócesis, como una norma de facto de cumplimiento implacable: está prohibido comulgar en la boca.
Comulgar en la boca es la ley vigente (la comunión en la mano sigue siendo una excepción admisible solo previa autorización episcopal) y un derecho del fiel, según establece la vigente instrucción Redemptionis Sacramentum de 25 de marzo de 2004: «Todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca» (n. 92). La instrucción remite a la Institutio Generalis del Misal Romano: «El que comulga… recibe el Sacramento en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo» (n. 161).
Pero la actitud mayoritaria de obispos y sacerdotes deja esto en papel mojado: la Iglesia está negando el Cuerpo de Cristo a quien pretenda recibirlo según sus propias disposiciones, las cuales no pueden ser contradichas por una disposición de rango inferior, que además en muchos casos ni siquiera existe.
Una imposición contraria a Derecho
Para examinar la realidad de los hechos, basta recorrer de arriba abajo la pirámide jerárquica de la Iglesia.
El Papa no se ha pronunciado al respecto, y de hecho solo podría hacerlo modificando la Institutio Generalis del Misal Romano, pues ni siquiera una afirmación pública (un discurso, una homilía) podría prevalecer sobre ella.
Sin embargo, la decisión del obispo Eduardo María Taussig de cerrar el seminario de la diócesis argentina de San Rafael, «siguiendo instrucciones precisas emanadas de la Santa Sede«, por el desacato a la prohibición de comulgar en la boca, muestra que no se trata de «algo que se le ocurrió al obispo» (según indicó el portavoz diocesano, José Antonio Álvarez). De hecho, ante el revuelo mundial por la trascendencia y extremosidad de la medida, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina respaldó expresamente al obispo («acompañamos la decisión«) y reiteró que esa decisión seguía «precisas directivas de la Congregación para el Clero».
Sobra añadir Francisco es argentino y que durante su pontificado ha tutelado de forma muy directa los posicionamientos de la conferencia episcopal de su país. Es impensable que la aprobación de estas medidas se haya quedado en el cardenal Bienamino Stella, prefecto de la Congregación para el Clero.
Es igualmente llamativo el silencio del prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el cardenal Robert Sarah. A título personal, en numerosas entrevistas ha reiterado que la ley de la Iglesia es la comunión en la boca, que es un derecho del fiel hacerlo así y que a nadie se le puede negar el Sacramento por pedir su recepción conforme a las normas de la Iglesia. «Ya existe una regla en la Iglesia que debe respetarse: los fieles son libres de recibir la Comunión en la boca o en la mano«, declaró a principios de mayo a La Nuova Bussola Quotidiana.
Pero habla como cardenal: como prefecto calla. Sus palabras, sobre el papel de un periódico o en la pantalla de un medio digital, son solo la expresión de un deseo. Hasta el momento, sobre el papel timbrado de su Congregación esa libertad de los fieles para comulgar en la boca no ha encontrado amparo alguno.
En cuanto a las diócesis, aunque hay algunas, como la de Alcalá de Henares en España, donde se mantienen vigentes las disposiciones de la Iglesia y se da la comunión en la boca con normalidad, en otras la comunión en la mano es solo una recomendación (lo cual señala a quien no la siga como un potencial agente del virus), y en la inmensa mayoría de las demás los obispos prohíben comulgar en la boca, esté o no por escrito esa prohibición.
Por su importancia, puede valer como ejemplo el caso de la basílica de Santa María de Guadalupe, en la archidiócesis primada de México. Ha difundido un vídeo con las normas sanitarias de acceso al templo donde expresa de manera extraordinariamente gráfica la intención de la Iglesia de negar la Eucaristía a quien pretenda recibirla conforme a las normas de la Iglesia.
Véase el minuto 2:34. Una mujer quiere comulgar en la boca. Cuando se le dice que no y se le indica que ha de hacerlo en la mano, su negativa es respondida con una invitación a retirarse. No hay opción, ni aparece aquí ese «discernimiento» que sin embargo en ciertos casos autoriza a dar la comunión a personas que viven en adulterio, según la interpretación dada por los obispos de la región pastoral de Buenos Aires a la exhortación Amoris Laetitia.
Es exactamente lo que está sucediendo en la inmensa mayoría de las parroquias del mundo. Los sacerdotes niegan la Eucaristía a quien la pida en la boca, al precio de que se quede sin comulgar si no acepta la comunión en la mano. Es una realidad tan universal y fácil de comprobar que exime de prueba. Recientemente, al comentar en National Catholic Register su reciente viaje por Italia y por las regiones alpinas de Alemania y Austria, el conocido analista religioso Edward Pentin señalaba: «En todas las iglesias que visité, la comunión en la mano era obligatoria y se aplicaba enérgicamente«.
Pero es solo un testimonio entre cientos. Aunque no se ha determinado con exactitud el porcentaje de sacerdotes que aún respetan el derecho de los fieles a comulgar en la boca, es palmario que constituyen una minoría. Basta para comprobarlo hacer un sondeo sobre experiencias propias y ajenas, sobre todo en el ámbito de las parroquias.
El temor a un enfrentamiento con el obispo (sobre todo tras lo sucedido en la diócesis de San Rafael) o a verse señalados en los medios de comunicación como responsables de la pandemia está haciendo desaparecer en los sacerdotes que aún son conscientes del problema -muchos llevan tanto tiempo dando la comunión en la mano que son incapaces de concebir los reparos de los fieles que no lo hacen- toda consideración hacia la ley canónica o hacia las necesidades espirituales de una parte de sus parroquianos, al precio incluso de privarles de la Eucaristía o de retorcer su conciencia.
Sin razones sanitarias
Y todo ello sin una sola razón sanitaria que justifique este radicalismo. La opinión médica común es que las dos formas de recepción de la Eucaristía revisten un riesgo similar de transmisión del virus.
Tan pronto como principios de marzo, el obispo de Portland (Oregón, Estados Unidos), Alexander Sample, solicitó opinión a dos médicos, uno de ellos epidemiólogo del estado, y ambos concluyeron que ese peligro era «igualmente probable«.
A mediados de mayo, el presidente nacional de los Médicos Católicos italianos, Filippo Maria Bosci, afirmaba que «es más segura la comunión en la lengua que la comunión en la mano».
Y a mediados de junio, 21 médicos austriacos se dirigieron a la conferencia episcopal de su país para pedir que se levantase la prohibición de facto de comulgar en la boca: «Desde un punto de vista higiénico, no comprendemos por qué en Austria está prohibida la comunión en la boca«, señalaban, recomendando además hacerlo de rodillas por la mayor distancia facial entre sacerdote y comulgante.
Hacer valer los propios derechos
Algunos fieles se han organizado para que la violación de sus derechos pueda ser denunciada y reparada mediante un escrito-modelo dirigido al obispo de la diócesis donde les haya sido negado el sacramento, y que incluye los fundamentos jurídicos para la apelación.
La realidad concernida no es un trozo de pan. Es el Cuerpo de Cristo real y sustancialmente presente la Sagrada Forma y en cada una de las partículas que eventualmente puedan desprenderse de ella, por mínimo que sea su tamaño. Y se desprenden, como evidencia la patena cuando es utilizada.
Recibir al Señor directamente en la boca no es una concesión del sacerdote, ni siquiera del obispo: es la norma establecida en las rúbricas del misal romano, y garantizada a los fieles como derecho por una instrucción vigente de la Congregación responsable del culto.
Parece ser que desconocéis las “normas De la Iglesia”, comulgar en la boca no es la norma De la Iglesia, es una de las posibilidades, de hecho ni tan siquiera es la más antigua ni la que más siglos ha estado presente. Además hay que tener en cuenta las “normas De la Iglesia” en situaciones de pandemia y contagio.
Victor-J Viciano
Como observación: la Diócesis de Getafe también en sus disposiciones para retomar el Culto público indicó que se podía comulgar en la boca o en la mano; aunque muchos sacerdotes de dicha Diócesis, por su cuenta, lo niegan, en contra de las indicaciones de los Obispos, además de en contra, de la normativa vigente en la Iglesia Universal.
No soy digna de recibir a mi Señor en mis manos. Dios sostiene el mundo, cómo es q yo tengo q tener a Jesús en mi mano. Es Bello, !!!!!!,pero Mi Señor debe pasar de las manos de su Sacerdote directamente a mi boca.
Hay muchísimas ocasiones por las q puedo contagiarme, o contagiar.
Fe y razón,..si los médicos dicen q es poco probable, entonces…dejennos recibir a Jesús en boca, seamos los últimos en comulgar, así otros fieles , no tendrán queja de poder contagiarlos.,.