Al coincidir el 25 de marzo en Semana Santa, la fiesta de la Anunciación se ha trasladado este año al 8 de abril. Con ese motivo, la Fundación Cari Filii ha difundido un vídeo con la predicación del padre Javier Siegrist en la Cueva de Nazaret, con motivo de una reciente peregrinación de un grupo de españoles a Tierra Santa.
María: desconcierto y confianza
Es importante destacar que los viajes y peregrinaciones a Tierra Santa vuelven a estar abiertos desde hace semanas y no se están viendo afectados, ni en su contratación ni en su seguridad, por la guerra que se libra en Gaza. Más aún: como todavía no han adquirido el nivel habitual, la visita a los Lugares Santos es mucho más tranquila y menos masiva de lo habitual. Y para los cristianos locales se convierte en una bendición que permite mantener la Iglesia viva en la patria de Jesucristo y la Virgen María, pues en buena medida sus negocios viven de la llegada de sus hermanos de fe procedentes del resto del mundo.
En sus palabras, el padre Siegrist quiso subrayar el desconcierto en el que debió sumir a Nuestra Señora el anuncio de su maternidad divina, a pesar de que ella «nunca salió de la intimidad del corazón del Señor«.
María escuchaba, referidas a ella, expresiones de las Sagradas Escrituras que conocía bien y se referían al mismo Dios, «saludos del Antiguo Testamento a alguien que está totalmente pendiente de la voluntad de Dios, deseando vivir en Dios». María y José habían hecho voto de virginidad, ¿cómo entonces esa propuesta de ser madre? Pero ella da su fiat [hágase] porque descansa su confianza en Dios, pues «para Dios nada hay imposible«.
Vida en el seno materno
Y desde ese mismo instante, Jesús fue concebido. Faltaban nueve meses para nacer (los que van del 25 de marzo al 25 de diciembre), pero Él ya está ahí, en el seno de su madre. Cuando José duda, es tranquilizado en sueños por un ángel para que acoja a María porque «la criatura que hay en ella» viene del Espíritu Santo (Mt 1, 20). Cuando la Virgen visita a su prima Isabel, el también nonato Juan el Bautista siente cerca la presencia del Hijo de Dios: «La criatura saltó de alegría en mi vientre» (Lc 1, 44), le dice su prima.
Son dos referencias a dos «criaturas» que se alojan en el vientre de sus madres respectivas, pero no forman parte de su cuerpo. Juan ya era Juan en el cuerpo de Isabel, Jesús ya era Jesús en el cuerpo de María. No hay mayor desmentido que éste a la gran mentira que justifica el aborto des-humanizando a los hijos no nacidos. Si no bastara la ciencia para decirnos que, desde el momento mismo de la fecundación, existe un ser nuevo y distinto a sus padres, ahí estaría la Revelación para proclamarlo.
Por eso en la Cueva de Nazaret los peregrinos, que rezaron por la paz en Tierra Santa, lo hicieron también por el respeto a la vida de cada niño en ese templo a nivel humano que es su madre, como templo -con todos los títulos, divino- lo fue también para Dios la madre de Dios.