Criado en una familia protestante en Kuala Lumpur (Malasia), Lawrence Lew aún se sorprende del desenlace de su vida como dominico y promotor del gran poder del rosario, al que se refiere como «el regalo de María a toda la Iglesia«.
El primer contacto que tuvo con el catolicismo fue durante la adolescencia, en Singapur, donde llegó tras mudarse con su familia. Allí estudió con los Hermanos de La Salle en la escuela misionera de mayor antigüedad del país, desvelándose una pasión por la teología, la apologética, la música o el arte sacro nunca verbalizado.
Cuenta a National Catholic Register que, en un principio, su descubrimiento del catolicismo fue «intelectual», ya que «tenía curiosidad por saber en qué creían sus compañeros» católicos. Pero para ser completamente sincero, agrega, «quería mostrarles que estaban equivocados y que el protestantismo era lo correcto».
Décadas más tarde, Lawrence Lew sigue asombrado de la «misericordia y sentido del humor» divinos.
«Cuanto más leía sobre lo que creen los católicos y lo que enseña la Iglesia, más me doy cuenta de que es la continuación de la Iglesia apostólica y que lo que Jesús había enseñado a sus apóstoles ha sido transmitido a través de los siglos por la Iglesia. Una vez que me di cuenta de eso, realmente no tuve otra opción: tenía que convertirme en católico», explica el dominico.
El converso obtuvo su licenciatura en derecho civil inglés de la Universidad de Leeds, comenzó sus estudios teológicos en el Ushaw College de Durham e ingresó en el seminario de Leeds.
«Lo que estaba buscando: todo encajaba»
¿Por qué dominico? Cuenta que esta orden se le reveló «lenta pero providencialmente». Todo empezó en Google, al buscar los nombres de las órdenes religiosas que conocía, hasta que llegó al de los dominicos ingleses.
«Tenía todo lo que estaba buscando en la vida religiosa. Una comunidad, una profunda tradición de hábito, un oficio coral cantado, una hermosa liturgia, la vida en común, la vida apostólica de predicación y enseñanza y, sobre todo, Santo Tomás de Aquino. Todo encajó», subraya.
Tras más de 20 años como dominico y cerca de quince como sacerdote, en 2019 fue nombrado Promotor General de la Orden Dominicana para el Santo Rosario el pasado 2019. A lo largo de estos años, el sacerdote ha cosechado una amplia experiencia que le permite relatar numerosas anécdotas e historias. Como la explicación de por qué a los dominicos se les conoce como Orden de María o las historias de regalos marianos que configuraron la identidad de los consagrados, como las oraciones de María, el escapulario blanco o el origen del mismo Rosario, «el don más precioso que confió a la orden».
«No creía necesitar a María»
Como protestante converso, continúa, «desde un principio dije con bastante orgullo que no creía que necesitase a María. Lo único que pensé que necesitaba era a nuestro Señor y la Santísima Trinidad. Pero nadie puede vivir como cristiano sin conocer a la Madre de Dios , porque Dios ha querido que lleguemos a conocer y amar a Jesús a través de María».
El sacerdote dominico define el rosario recurriendo a San Atanasio y su explicación de que «Dios se hizo hombre para que nosotros llegáramos a ser Dios».
«Eso resume de qué se trata el Rosario. Es una presentación de los misterios de nuestra salvación. No es tanto la cronología de la vida de Cristo lo que estamos viendo, sino la historia teológica de lo que Él ha hecho por nosotros. Cristo se hizo hombre, murió por nuestros pecados y resucitó para que nosotros resucitemos y seamos divinizados con Él». Por eso, cuenta que cuando «predica» el rosario, también lo está haciendo sobre «cómo participar en la vida de Cristo».
El gran poder del rosario
El rosario también tiene un importante poder comunitario. El dominico recuerda que, paralelamente a los «preocupantes» niveles de aislamiento, soledad y angustia de la pandemia, se dio también «una proliferación real de grupos de oración del rosario que rezaban por Zoom y otros medios». «Rezar juntos une a las personas, y creo que ese es el gran poder del rosario. Nos une y nos lleva directamente al corazón de la Iglesia universal, reconocemos que somos una comunión de los santos y que el Rosario es el regalo de María a toda la Iglesia», explica.
Actualmente, el rosario es literalmente su «obligación» y modo de vida. Como Promotor General de la Orden Dominicana, esperan de él que ayude a coordinar el trabajo de todos los promotores locales llevado a cabo en torno al rosario.
Por ejemplo, en Roma, no hace mucho que presentó su directorio para la Cofradía del Rosario, «una de las más antiguas de la Iglesia y la red espiritual más grande de personas conectadas a través de la rezo del Rosario«.
Entre sus obligaciones también se encuentra la de «predicar el rosario», lo que hace a través de retiros en parroquias de todo el mundo o a través de libros como Misterios hechos visibles (2021) publicado para «ayudar a meditar mejor, especialmente cuando la mente comienza a divagar, sobre los misterios del Rosario con la ayuda del arte sagrado».
Para el sacerdote dominico, el rosario no solo es la oración que le acompañará toda su vida, sino que también lo ve como «una hermosa guirnalda de flores que ofrecemos a nuestra Madre Santísima como un ramo espiritual de oraciones. Eso es el Rosario. Es ponerse, como María, a disposición de la gracia de Dios para ser obedientes, para decir ‘Sí’ a Dios. Se trata de esforzarse por lograr una nueva creación y lograr la paz en el mundo«, agrega.