La Misa Crismal del Jueves Santo en la Basílica de San Pedro del Vaticano fue la ocasión para el Papa de exaltar la alegría sacerdotal como «un gran regalo» de Cristo a quienes siguen esa vocación.
«La alegría del sacerdote es un bien precioso no sólo para él sino también para todo el pueblo fiel de Dios: ese pueblo fiel del cual es llamado el sacerdote para ser ungido y al que es enviado para ungir», dijo Francisco. Y al explicar las característica de esa alegría, destacó que «se hermana con la obediencia«, pero entendida no sólo como un «marco externo» («la parroquia a la que se me envía, las licencias ministeriales, la tarea particular»), sino también «en el servicio: disponibilidad y prontitud para servir a todos, siempre y de la mejor manera«.
Fue entonces cuando introdujo como modelo a la Virgen María, al proponer esa disponibilidad «a imagen de Nuestra Señora de la Prontitud (cf. Lc 1,39: meta spoudes), que acude a servir a su prima y está atenta a la cocina de Caná, donde falta el vino».
Con ese modelo mariano, «la disponibilidad del sacerdote hace de la Iglesia casa de puertas abiertas, refugio de pecadores, hogar para los que viven en la calle, casa de bondad para los enfermos, campamento para los jóvenes, aula para la catequesis de los pequeños de primera comunión….», señaló el pontífice.
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