Nueve meses después del 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, la Iglesia celebra la Natividad de María. El 8 de septiembre se convierte así en patronal en cientos de localidades del orbe católico, en particular en España, donde, por ejemplo, es la gran fiesta local en la ciudad andaluza de Córdoba.
Con motivo de la Virgen de la Fuensanta, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha dirigido una carta a los fieles bajo el título Viva la Madre de Dios donde afirma que «las fiestas de la Virgen traen consigo gracia abundante de Dios para nosotros, traen alegría y esperanza, son ocasión para experimentar que ella es nuestra Madre«. Ella es también «icono del Padre«, porque Jesucristo fue engendrado «en su seno virginal sin concurso de varón, por sobreabundancia de vida, como Dios Padre engendra a su Hijo en la sustancia divina sin ninguna otra colaboración».
Además, su virginidad «nos habla de una vida plena y pletórica, abundante y rebosante», de la que ha brotado «la vida nueva del Hijo eterno que comienza a ser hombre en ella. De ella ha tomado su carne y su sangre que será entregada para nuestra redención en la Cruz. La virginidad de María es una llamada permanente a la fidelidad para todos los cristianos. Ella ha dejado a Dios la iniciativa en todo, y por eso su vida es tan fecunda».
Monseñor Fernández desgrana la riqueza del conocimiento de Dios que nos brinda ese hecho: «María no da origen a su Hijo en cuanto Dios. Él es eterno. María da origen a ese Hijo en cuanto hombre, y por eso es llamada desde antiguo la Madre de Dios (en griego, Theotokos). Verdadera Madre de Dios, porque es Madre del Hijo hecho hombre. De esta manera, Jesucristo es Dios como su Padre Dios y es hombre verdadero como su madre María, como nosotros. Una persona divina en dos naturalezas, divina y humana».
Y nosotros somos los beneficiarios de la fecundidad señalada por el obispo de Córdoba, porque, a causa de su posición ante su Hijo, «María es mediadora de todas las gracias. Es decir, todo lo que Dios nos quiere conceder lo hace con la colaboración de la Madre, nos demos cuenta de ello o no. Por eso, llegada su fiesta, acudimos a ella para pedirla atrevidamente aquello que necesitemos. En una fiesta suya ella quiere darnos gracias especiales, que hemos de pedir con confianza. Acudamos a nuestra Madre en estos días de su fiesta. Ella nos alcanzará de su Hijo todo lo que le pidamos».