Era presbiteriano, descubrió las apariciones de Kibeho y decidió rezar el rosario: no sabía el Avemaría…

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«Quiero ser como ellos», pensó Charles Rogers al descubrir la religiosidad mariana del pueblo congregado en torno a la Virgen de Kibeho.

Muchos protestantes que se convierten al catolicismo admiten que uno de los principales obstáculos interiores que encuentran al principio, incluso cuando ya ven claro el camino a la Iglesia, es la figura de la Virgen María. En el caso de Charles Rogers, por el contrario, ese recorrido empezó precisamente por ella.

Rezar el rosario… sin saber el Avemaría

Fue en 2012. Él era presbiteriano y un día acudió a una librería a buscar alguna lectura espiritual. No encontraba nada interesante, salvo un libro por el que, sin embargo, no terminaba de decidirse. Salió sin adquirirlo, pero al poco, intrigado, dio media vuelta y volvió por él. Trataba sobre las apariciones de Kibeho, en Ruanda.

Cuando lo leyó, más que el fenómeno en sí de la mariofanía (“extraño, pero extremadamente interesante”) le impresionó la religiosidad de la gente. “Son las personas más religiosas de las que he oído hablar”, se dijo: “Quiero ser como ellas. Empezaré a rezar el rosario”. Haciendo gala de una gran determinación, porque no se sabía las oraciones, las apuntó en un papel para leerlas una a una, precedidas por un pasaje de la Biblia. Y empezó a hacerlo cotidianamente a las 5.30 de la mañana. Al tercer día pudo desfallecer, porque pensó “Esto es largo…”

Pero perseveró.

Y tuvo su premio. Al cabo de una semana, mientras oraba sintió que lo envolvía un intenso y embriagador aroma a flores. Se asustó, porque enseguida supo que se trataba de algo sobrenatural. Averiguó luego, y supo que otras personas han tenido experiencias similares. Comprendió que aquélla era la forma elegida por Nuestra Señora para entrar en su vida.

Sed insaciable

Desde entonces, Charles no hacía otra cosa que pensar en ella, de la mañana a la noche. “Mi sed de saber era insaciable”, confiesa, y no dejaba de leer libros sobre la Virgen. En algún momento creyó estar enloqueciendo. María ocupaba “la parte principal” de su vida: “Su intención desde el primer momento fue que mi barco diese la vuelta y empezase a navegar en la dirección correcta. Pero ella no nos trata con condescendencia, sino tan delicadamente que no lo podía creer”.

Con 59 años de edad, su profesión de programador informático en la industria del acero ya no conseguía apasionarle.  Al mismo tiempo, la percepción del amor de la Madre de Dios por sus hijos se intensificaba precisamente a través del rezo del rosario. Jesús y María ya no eran algo distante, sino abrumadoramente palpable.

Buscando profundizar en sus conocimientos, encontró el portal Discerning Hearts [Corazones en discernimiento], donde monseñor John Esseff, un experto en espiritualidad, sube podcasts para orientar a personas que emprenden un viaje espiritual hacia la fe. La página está respaldada por el arzobispo de Omaha (Nebraska), George Lucas. En uno de esos posts, el padre Esseff decía que la Virgen en sus apariciones animaba a visitar los santuarios marianos, porque en ellos concede gracias especiales.

Santuario de la Buena Esperanza en Kingstree (Carolina del Sur, Estados Unidos), cuyo icono es reciente, creado en 2003.

Rogers quiso seguir esa inspiración, y viajó junto con su esposa Melanie hasta el santuario de Nuestra Señora de la Buena Esperanza, en Kingstree (Carolina del Sur). Allí fue donde, el 2 de noviembre de 2014, conoció al director del santuario, el padre Stanley Smolenski, con quien trabó amistad, y que es quien ha contado su historia en el National Catholic Register.

Charles le contó al padre Smolenski que tenía un problema con el alcohol, sobre todo los fines de semana. Un domingo se miró al espejo, vio en qué se había convertido y se quejó en voz alta a la Virgen, preguntándole por qué perdía el tiempo con alguien como él, “que no se preocupa de nadie más que de sí mismo”.

Y le sorprendió escuchar claramente una respuesta: “Porque te amo”.

Recibidos en la Iglesia

Quedó transformado por aquello, comprendiendo que María era su mejor aliada para todo. Antes incluso de convertirse, hizo la Consagración a María de San Luis María Grignion de Monfort. Finalmente su esposa y él entraron en otoño de 2018 en un programa de catecumenado de adultos, y fueron recibidos en la Iglesia en la Pascua de 2019.

Para Melanie, su mujer, también antigua presbiteriana, fue asimismo un momento transformador, en particular en la Primera Comunión de ambos.

En cuanto a Charles, afirma que desde que se encontró con la Virgen su vida está rebosante y no podía haber pedido más. Agradece a Jesús por haber permitido que esto le suceda. Y agradece a Nuestra Señora que sea “guía y protectora de su fe”.

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