La idea de la «ternura» de Dios es una constante en la predicación de Francisco y no ha faltado en discursos suyos desde el momento de su elección, pero ha ido in crescendo a medida que se aproximaban las fechas navideñas.
Preparando el nacimiento del Hijo de Dios
«Hoy hay necesidad de personas que sean testimonios de la misericordia y ternura del Señor«, pidió en el Angelus del segundo domingo de Adviento.
«La gracia de Dios es es cercanía, es ternura. Dios te acaricia y te habla con ternura», enseñó en la homilía de la Casa Santa Marta del 11 de diciembre.
«Los sacramentos son la manifestación de la ternura, la consolación y el amor del Padre hacia cada ser humano», proclamó en la Plaza de San Pedro el tercer domingo de Adviento.
Se hizo la Luz, custodiada por María y José
Y cuando ha llegado la Navidad ha reiterado esta misma idea, pero esta vez añadiendo a su composición de lugar la figura de María en Belén, custodiando al Niño Jesús como madre prefigurando la ternura del mismo Dios con nosotros.
«Que la Virgen María, la Santísima Madre de Dios y Madre nuestra, os acompañe y proteja siempre con su ternura«, concluía la carta que dirigió a los cristianos de Oriente Medio a las puertas ya de la Navidad.
En la misa de Navidad, celebrada la víspera de la festividad por la noche, al hablar del cumplimiento de las profecías en el nacimiento del Mesías como «luz que disipa la oscuridad», volvió a vincular la cercanía de Dios a los hombres con la cercanía de María a su divino Hijo: «Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores».
El mensaje que todos ellos esperaban desde hacía siglos, insistió Francisco, «no era otro que la ternura de Dios: Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez».
Cercano a los refugiados
Horas antes, el Papa había telefoneado en directo, durante una transmisión de TV2000, la cadena de televisión de los obispos italianos, al padre Bonaca, párroco de los cristianos iraquíes refugiados en Ankawa, a quienes dirigió una de las frases del día: «Vosotros sois como Jesús la noche de su nacimiento«, un Jesús que no tiene un lugar donde nacer, pero sí tiene al lado cuando nace las manos amorosas de María.
«Queridos hermanos y hermanas», les reiteró, «estoy muy cercano a vosotros con todo el corazón esta noche, y pido a Jesús que os acaricie con su ternura, y a la Virgen que os dé mucho amor«.
Porque la Navidad, concluyó, «es la fiesta de la cercanía de Dios con nosotros, y la ternura es lo que Dios hace para manifestarse, ¡la ternura de un niño, de una madre!«.
Una constante en el arzobispo Bergoglio
Esta idea ha estado siempre muy presente en la catequesis de Jorge Mario Bergoglio. Ya el 1 de octubre de 1999, en una carta a sus sacerdotes diocesanos cuando era arzobispo de Buenos Aires le pidió que se encomendasen «a aquella que es Puerta del Cielo; a la de corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas; a la esclavita del Padre que sabe abrirse enteramente a la alabanza; a la que sale de sí con prontitud para visitar y consolar; a la que sabe transformar cualquier covacha [el pesebre navideño, precisamente, n.n.] en casa del ´Dios con nosotros´ con unos pobres pañalitos y una montaña de ternura«.
Y dos días después, en la peregrinación a Luján, insistía en la misma idea: «Necesitamos de su mirada tierna, su mirada de Madre, esa que nos destapa el alma. Su mirada que está llena de compasión y de cuidado».
Dos protagonistas: la ternura y los perseguidos
Eso es lo que ha hecho el Papa estas Navidades. Ha unido sus dos grandes ideas-fuerza de estas fechas, la ternura de Dios y los cristianos perseguidos en Irak, en torno a quien veló por Aquél hace dos mil años y vela por éstos hoy, en una hora de tinieblas que precede, siempre, a la Luz que viene a este mundo.
