Marie Parra nació en Caracas, Venezuela, «en una familia normal, corriente; católica de bautismo, fui a catequesis». «Crecí bastante mundanizada; aunque en el colegio me hablaban algo de Dios, no prestaba atención», admite.
A los 22 años conoció a quien hoy es su marido, se casaron pronto y enseguida tuvieron dos hijos.
Por la crisis del país, dejaron Venezuela. Vivían alejados de Dios.
Marie considera que en los países donde aún hay «cultura de familia», las familias que no se tratan con Dios tratan de compensar o de llenar sus huecos, ese vacío, con muchos encuentros y actividades familiares. «Pero no es bastante», asegura ella. Como emigrantes en Inglaterra, sin dinero y sin parientes allí, con otro idioma, perdieron esas compensaciones.
Un accidente terrible y absurdo
Marie explica en el programa Cambio de Agujas, de HM Televisión, que cuando el pequeño tenía 4 años, un accidente en su colegio la hizo pensar mucho.
Una madre, con su gran vehículo, atropelló a una niña del colegio y la mató. Esta madre era una mujer buena, volcada en atender a su propio hijo de 10 años, discapacitado gravemente desde los 4, con terapias y rehabilitaciones, con su coche especialmente adaptado. Y, en un accidente sin culpa especial, por no ver a la niña, ella causó su muerte.
Marie pensó sobre ello. «No es como cuando dos criminales se matan por drogas, que hay un culpable, una causa. Aquí no había a quien culpar. Todo el colegio veíamos el sufrimiento de ambas familias, padres destrozados en las dos. ¡Yo veía tanto dolor! La madre de la niña muerta lloraba, el padre de ella estaba como ido».
Marie no iba a la Iglesia ni rezaba, aunque hasta ese momento sí creía en Dios. Pero ahora se hacía preguntas muy duras: ¿Existe Dios? ¿Cómo puede entonces permitir tanto dolor? ¿O simplemente no existe?
¿Para qué vivir, si todos podemos morir en cualquier momento?
A raíz de ese accidente, Marie entró en una dinámica de tristeza y depresión. Ella iba a morir, recordaba, quizá en cualquier momento, y también morirían sus hijos tan queridos, y todo el mundo. ¿Para qué levantarse por la mañana, para qué vivir? Nada tenía sentido.
«Un día que iba conduciendo el coche, con los niños detrás, decidí, claramente: ‘basta de debatirse, se acabó, no creo en Dios, todo es mentira'». Y si antes estaba triste, ahora me sentí muerta interiormente».
Una caja con una sorpresa
Cuando llegaron a casa, les esperaba una caja que pensaban que la enviaba la abuela desde Venezuela. Los niños estaban ilusionados: «chucherías, chucherías». Pero al abrirla, lo primero que se vio fue una estampa de la Virgen de Fátima. Marie no sabía nada de Fátima ni sabía que era eso. Dio la vuelta a la estampa y leyó: «Dios mío, yo creo en ti, te adoro, espero en ti y te amo, te pido perdón por los que no creen en ti, no te adoran, no te aman…»
Ella sintió que se le estaba invitando a retirar, a rebatir, lo que acaba de decidir. «Como si alguien supiera lo que yo pensaba», señala.
«Acosté a los niños, me metí en Internet y busqué: ‘Virgen de Fátima’. Yo no sabía nada, me sonaba a algo de portugueses. Curiosamente la niña que había muerto era de familia portuguesa, se llamaba Catarina de Jesús, murió justamente en Semana Santa». En Internet leyó sobre la aparición de Fátima, empezando por el mensaje del ángel a los pastorcitos: «no tengáis miedo, rezad, orad conmigo». Y ese «no tengáis miedo, rezad conmigo» parecía una respuesta a todos sus miedos, a la muerte, a las pérdidas.
Respuestas de la Virgen para cambiar la vida
«Yo iba leyendo e iba encontrando respuestas a lo que me agobiaba. En la segunda aparición la Virgen decía ‘rezad, rezad’.» Eso parecía una respuesta a algo que vivía en casa, porque su marido se estaba acercando a la fe por su propio camino y por las noches, al acostarse, le decía «perdona, mi amor», se ponía de lado y rezaba sus oraciones en silencio, y eso a ella le molestaba. Pero ahora la Virgen parecía recomendar eso, rezar.
La Virgen también explicaba que el pequeño Francisco tendría que rezar muchos rosarios para ir al Cielo. «Yo pensaba: él, niño de 9 años, de pueblo de hace cien años, que no ha hecho nada, ha de rezar mucho… ¿y yo, que tengo 30 años?»
Y la Virgen decía en su último mensaje: «tienes que cambiar de vida». Y Marie pensó que aquello iba dirigido a ella. Sintió una gran sed de saber más. Aprendió que existía el Purgatorio, entendió que existía el infierno, «que antes pensaba que eran fantasías». Se apuntó a un curso online de teología, aprendió… y se asustó.
Al principio, conociendo los mensajes de Fátima, el Rosario les parecía la respuesta, la solución a todo. Solo quería rezar el Rosario. Empezaron a ir a Vigilias de Pascua, a Viernes Santo… Los niños, decían «¿por qué ahora vamos tanto a misa?»
La Divina Misericordia y el domingo
Después conoció el mensaje de la Divina Misericordia, el mensaje de amor y perdón que Jesús transmitió a través de la monja polaca Santa Faustina Kowalska y el icono que hizo pintar: un Jesús que avanza hacia el espectador, tocándose el Corazón, del que sale un rayo rojo (la sangre, la vida, la Eucaristía) y uno pálido o azul (el agua del bautismo, el poder del Espíritu Santo). Esa espiritualidad hizo crecer al matrimonio en confianza y serenidad en Dios.
Los que los conocieron hace años los ven muy cambiados. «Antes los domingos los pasábamos en pijama en casa sin hacer nada. Ahora, al contrario, los mejores trajes, vamos a misa, cocinamos cosas ricas y especiales, el domingo es el día más lindo de la semana. Y ese cambio les chocó a los que nos conocían. Ahora somos «los raros» para ellos».
Mantener la fe en España… y compartirla
Llevan diez años de fe intensa. Llegaron a España, donde pensaron que habría más fe, al ser tierra de grandes santos. Han encontrado un país distinto al que imaginaban, pero aún encuentran muchas personas que aman a Dios de verdad.
Sus hijos adolescentes resisten a las presiones contrarias a la fe que reciben en una sociedad hostil. Su matrimonio se ha visto fortalecido por la fe, «mirándolo a Él sabemos que podemos ir hasta el final». Y tiene un mensaje para quien dude: «vete, arrodíllate ante el Sagrario, y pregúntale a Dios todo lo que te inquieta, Él te toma de la mano y no te suelta».
Concluye con una certeza: «Soy muy feliz, bendito sea el Señor».
https://youtu.be/ESB_bNvAfUg