La iniciativa partió de la diócesis de Fréjus-Toulon, donde uno de los obispos más activos del episcopado francés, Dominique Rey, convocó a todos los fieles diocesanos a una oración por los cristianos perseguidos el próximo 15 de agosto, festividad de la Asunción de Nuestra Señora a los Cielos.
Pero no se trata de una convocatoria privada, sino pública, y por tanto será reforzada con el tañir de las campanas de todas las iglesias de la diócesis, con un llamado a los fieles a que se concentren ante ellas para rezar por esa intención.
«No son seres desencarnados», proclamó monseñor Rey al lanzar la convocatoria: «Se encuentran a pocas horas de avión de aquí, en países devastados. Se llaman Samir, Sobhi, Tony, Petro, Boutros, Adib, Rima, Macha, Lama, Fadia, Rama. Son hombres, mujeres, niños, ancianos. Son rostros donde en ocasiones se lee la angustia, el miedo, la tristeza, la confianza, a veces la alegría y la esperanza. Son sollozos inacabables o carcajadas infantiles. Son seres asesinados física y moralmente. Son seres infinitamente amados por Dios«.
«Bastaría un signo, una llamada firme a todos los hombres de buena voluntad», pidió el prelado: «Que el día de la Asunción, en Francia, las campanas de todas nuestras iglesias repiquen y los cristianos y todos los que lo deseen se congreguen para expresar su apoyo. Por la Paz, con el único arma del amor en las manos. Unos minutos de recogimiento y silencio».
Poco a poco se han ido sumando diócesis a la iniciativa, y así lo hicieron las de Bayona, con su combativo obispo Marc Aillet a la cabeza, Gap, cuyo titular es Jean-Michel di Falco, y -última por ahora- Avignon, comandada por otro prelado sin respetos humanos, Jean-Pierre Cattenoz.
Así lo justificaba monseñor Cattenoz: «Es importante no bajar los brazos. Hacer tañir las campanas es una hermosa forma de dar testimonio de lo que se vive en las iglesias. Así que invitamos a los cristianos, pero también a todas las personas de buena voluntad, a concentrarse en la calle con ese motivo».
Y «¿por qué el día de la Asunción?», se interroga monseñor Cattenoz: «Cuando todo va mal, cuando no se tiene nada, uno se vuelve hacia la Virgen María. Dos mil millones de hombres sobre la tierra le rezan, no sólo los cristianos… Propongo a todos los fieles que se concentren en las iglesias a que digan juntos la oración a María que derriba los muros«.
Esta oración dice así:
«Santísima Madre de Dios, nos dirigimos a ti como Madre de la Iglesia, madre de todos los cristianos que sufren y de todas las minorías perseguidas. Te suplicamos, por tu ardiente intercesión, que hagas caer ese muro, los muros de nuestros corazones, y los muros que producen odio, violencia, miedo e indiferencia, entre los hombres y entre los pueblos.
«Tú, que mediante tu Fiat aplastaste a la serpiente antigua, congréganos y únenos bajo tu manto virginal, protégenos de todo mal, y abre para siempre en nuestras vidas la puerta de la esperanza.
«Haz que nazca en nosotros y en este mundo la civilización del amor que pende de la cruz y de la resurrección de tu Divino Hijo, Jesucristo, Nuestro Salvador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén».
«Tal vez», concluye monseñor Cattenoz, «algunos teman que este gesto sea considerado como una provocación hacia los musulmanes o un atentado a la laicidad. Pero no es nada de eso: se trata de un gesto de oración, de solidaridad, de paz y de fe. Creemos que puede tener un auténtico impacto».