Difícilmente se puede entender la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en España y toda Hispanoamérica sin la figura del beato Bernardo de Hoyos, cuya fiesta se celebra este viernes 29 de noviembre. Aunque esta espiritualidad es mundialmente conocida por la historia de Santa Margarita María de Alacoque también fue indispensable el papel que posteriormente desempeñó este religioso vallisoletano en su difusión
El sacerdote José Ramón Godino Alarcón, autor del libro En el corazón de la Iglesia, explicaba a Cari Filii que la “vía vallisoletana”, protagonizada por Bernardo de Hoyos, muestra otra realidad, la de la monarquía hispánica en el siglo XVIII, en el zénit de la influencia de la Compañía de Jesús. Sin duda alguna también presenta al Dios-Amor, pero no tanto en lo personal como en lo universal. Las revelaciones del Padre Hoyos serán el anticipo de lo que, siglo y medio después, será la preparación a la consagración del mundo que realizó el papa León XIII y, más importante para nosotros, de la idea del “reinado social” de Cristo a principios del siglo XX. Una categoría que parece que en nuestros días está cobrando nuevamente fuerza”.
Un hallazgo que cambiaría su vida
Este sacerdote añadía también que “por lo que se muestra en los textos de la época, la revelación que tuvo Bernardo de Hoyos, por la cual el Corazón de Jesús reinaría en España de una forma especial, no tendría ninguna alusión socio-política, sino que indicaría la fuerza que esta devoción tendría en siglos posteriores”.
Bernardo estudió en los jesuitas durante toda su vida (tanto en colegios como siendo seminarista). Le gustaba mucho leer y escribir pero, preparándose para ser sacerdote, desconocía la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Cuando tenía 21 años, le encomendaron al Beato la tarea de recopilar fragmentos de un libro titulado De cultu Sacratissimi Cordis Iesu. Y ahí su vida empezó a cambiar.
Según explica COPE, Bernardo de Hoyos, según contó él mismo, experimentó un sentimiento de amor muy intenso, una sensación que jamás había experimentado. Escribió: “Yo, que no había oído jamás tal cosa, empecé a leer el origen del culto del Corazón de nuestro amor Jesús, y sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui delante del Señor sacramentado, a ofrecerme a su Corazón, para cooperar cuanto pudiese, con oraciones a la extensión de su culto. No pude echar de mí este pensamiento hasta que, adorando la mañana siguiente al Señor, me dijo clara y distintamente que quería, por mi medio, extender el culto de su Corazón sacrosanto para comunicar a muchos sus dones”.
Jesucristo, como escribió el propio Bernardo, le dijo que, a través suyo, iba a extenderse la devoción al Sagrado Corazón en España, También le aconsejó recibir dirección espiritual por parte del Padre Juan de Loyola, quien se convertiría en su biógrafo, para contarle sus experiencias místicas.
«Reinaré en España»
Poco después, el futuro beato recibió un mensaje, a través del arcángel San Miguel, enseñándole a difundir la devoción en España. Bernardo también escuchó como Jesucristo le dijo: “Reinaré en España con más veneración que en otros muchos lugares”.
El mensaje parece algo premonitorio pues el Señor también le dijo que, a pesar de las dificultades, el culto al Sagrado Corazón terminaría venciendo en España.
Bernardo de Hoyos falleció prematuramente en 1735, poco después de ser ordenado sacerdote, víctima del tifus. Celebró su primera misa en el vallisoletano colegio de San Ignacio. Fue beatificado por el Papa Benedicto XVI en 2010. La principal fuente para conocerle es el libro Tesoro Escondido, dictado por el beato en 1734, encontrándose ya enfermo, para difundir la devoción. Fue el primer libro sobre el Sagrado Corazón publicado en España. Según aseguró, «los que leyesen este librito con buena intención serán aprobados de su corazón”.
Desde su muerte, la devoción comenzó a expandirse y llegó a los oídos de Felipe V. El Rey promulgó la devoción, escribiendo al Papa Benedicto XIII pidiendo Misa y Oficio para el Sagrado Corazón en todos sus territorios y dominios. El Santo Padre lo aceptó.
La oración del beato
Bernardo de Hoyos escribió en 1733 una oración para consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús. Fue escrita en latín y traducida al castellano por el Padre Juan de Loyola:
«¡Oh Corazón de mi amantísimo Jesús! ¡Corazón dignísimo de toda mi adoración y amor! Yo, Bernardo Francisco de Hoyos, inflamado en el deseo de compensar y borrar tantas y tan graves injurias cometidas contra vos, y para huir, cuanto está de mi parte, el vicio de ingrato, os entrego y consagro del todo mi corazón con todos sus afectos, y a mí mismo con todo cuanto soy enteramente. Protesto que es mi deseo puro y sincero olvidarme del todo desde esta hora y momento de mí mismo y de todas mis cosas, para que, quitados todos los impedimentos, pueda entrar en vuestro sacrosanto Corazón, que con singular misericordia me habéis abierto, y habitar en él vivo y muerto con vuestros fieles siervos».
“Encendido, pues, todo en vuestro amor, ofrezco gustoso a este divinísimo Corazón todo el mérito y satisfacción que puedo tener en los santos sacrificios de la misa, oraciones, obras de penitencia, humildad, obediencia y de todas las demás virtudes que ejercitare por todo el tiempo de mi vida hasta el último aliento de ella. No sólo quiero hacer todo esto en alabanza y honra del Corazón de Jesús, sino que también le pido humilde e instantemente se digne de admitir esta perfecta donación de todas mis cosas que hago a este santísimo Corazón, de suerte que pueda disponer de todas ellas a su arbitrio, aplicándolas a quien fuere servido, o destinándolas al fin que más le agradare: y cediendo a las ánimas del purgatorio toda la satisfacción que pueda tener en mis obras, deseo se las aplique según el beneplácito del Corazón de Jesús. Pero, no debiendo impedir ésta mi donación, que yo pueda ofrecer las misas y oraciones según lo pidieren algunas veces la obediencia y caridad; habiendo de valerme entonces de los bienes ajenos y que ya pertenecen al Corazón de Jesús, es mi intención que todas las obras de virtud que ejercitare entonces, queden dedicadas y consagradas al Corazón de Jesús como bienes propios suyos»
“¡Oh Corazón santísimo! enseñadme, os ruego, el camino que debo tomar para que, olvidado enteramente de mí mismo, llegue a conseguir la pureza de vuestro amor, cuyo deseo me habéis infundido. Abrásome en vehementes deseos de agradaros; pero siento que de ningún modo podré llegar a conseguir lo que deseo sin aquel gran auxilio que vos solamente podéis darme. Perfeccionad, pues, en mí ¡Oh Corazón santísimo! todo lo que os es agradable y conforme a vuestra voluntad. Conozco ciertamente que yo repugno y resisto; pero, si no me engaño, no quisiera resistir: a vos os toca dar y perfeccionarlo todo. A vos sólo ¡Oh Corazón santísimo! se deberá toda la gloria de mi santidad, si mereciere finalmente el conseguirla: ni yo quiero aspirar en adelante a la misma santidad con otro fin sino el de vuestra gloria y alabanza: Amén.