El miércoles 15 de febrero se conmemorará en la capilla del Santuario de las Apariciones de Pontevedra (Rúa de Sor Lucia, 3) el 97º aniversario de la Aparición del Niño Jesús a Sor Lucia, que forma parte del mensaje de Fátima reconocido como auténtico por la Iglesia.
El programa es el siguiente:
17.00 h: Rosario
18.00 h: Santa Misa
18.45 h: Exposición del Santísimo
19.15 h: Bendición con el Santísimo
La importancia del Santuario de las Apariciones de Pontevedra
Sor Lucia había recibido desde meses antes varias apariciones de la Virgen y del Niño Jesús cuando estaba en el noviciado de las Hermanas Doroteas de la ciudad gallega. Además, la vidente de Fátima, única de los tres niños que aún vivía (su primo Francisco Marto falleció en 1919 y su prima Jacinta Marto en 1920), se encontraba en ocasiones con un niño en las proximidades del convento, y le enseñaba a rezar.
El 15 de febrero de 1926, volvió a encontrarse con él y le preguntó si había aprendido las oraciones que le había enseñado. “¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?”, le contestó el pequeño. En ese momento supo que se trataba del Niño Jesús, quien en efecto, le insistía en propagar la devoción de los cinco primeros sábados de mes. Con ella, la Santísima Virgen prometía asistir en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación a quien, los primeros sábados de cada mes durante cinco meses, se confiese, comulgue, rece el Rosario y dedique 15 minutos de oración para desagraviar al Corazón Inmaculado de María por las ofensas que sufre por los pecados de los hombres.
Procesión de la Virgen de Fátima por las calles de Pontevedra.
Así fueron estos encuentros, según su propio relato:
El relato de Sor Lucia
El 10 de diciembre de 1925, el Niño Jesús me dice: «Ten compasión del Corazón de tu Madre Santísima, que está cubierto de espinas que los hombres ingratos en todo momento le clavan, sin haber quién haga un acto de reparación para arrancárselas».
Enseguida dijo Nuestra Señora: «Mira hija mía, Mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos continuamente me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú al menos procura consolarme y di a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, recibiendo la Sagrada Comunión, recen el rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando los misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, que yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas».
El día 15, andaba yo muy ocupada con mi oficio y casi ni de eso me acordaba. Y yendo a dejar un recipiente de basura fuera de la finca, donde, algunos meses atrás, me encontré con un niño al cual le pregunté si sabia el Avemaría y, respondiéndome que sí, le mandé que la dijese, para oírla. Pero, como él no se decidía a decirla solo, la dije yo, con él, tres veces; y al final de las tres Avemarías le pedí que la dijese solo. Mas, como él se calló y no fue capaz de decirla solo, el Ave María, le pregunté si él sabía cuál era la Iglesia de Santa María. Me respondió que sí. Le dije que fuese allí todos los días y que dijese así: «Oh, Madre mía del Cielo, dadme a Vuestro Niño Jesús«. Le enseñé esto y me marché.
El día 15 de febrero de 1926, pues, volviendo yo allí, como de costumbre, encontré a un niño que me pareció ser el mismo y entonces le pregunté:
-¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del Cielo?
Y el niño se vuelve para mí y dice:
– ¿Y tú has difundido por el mundo, aquello que la Madre del Cielo te pidió?
Y en esto, se transforma en un Niño resplandeciente.
Conociendo, entonces, que era Jesús dije:
-¡Jesús Mío! Vos bien sabéis lo que mi Confesor me dijo en la carta que Os leí. Decía que era preciso que aquella visión se repitiese, que hubiese hechos para que ella fuese creída, y la Madre Superiora, sola, divulgando este hecho, nada podía.
-Es verdad que la Madre Superiora, sola, nada puede; pero, con Mi gracia puede todo. Y basta que tu Confesor te dé permiso y tu Superiora lo diga, para que sea creído, incluso sin saberse a quién fue revelado.
-Pero mi Confesor decía en la carta que esta devoción no hacia falta en el mundo, porque ya había muchas almas que Os recibían, en los primeros sábados, en honor de Nuestra Señora y de los 15 Misterios del Rosario.
-Es verdad, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban y las que los terminan es con el fin de recibir las gracias que ahí están prometidas: y me agradan más las que hacen los 5 con fervor y con el fin de desagraviar al Corazón de Tu Madre del Cielo, que las que hacen los 15, tibias e indiferentes.
La Vidente pidió una aclaración: si algunas personas no pudieran confesarse el sábado, ¿será válida la confesión de ocho días? A lo que Jesús respondió:
-Sí, puede ser de muchos días más todavía, con tal de que, cuando Me reciban, estén en gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María.
Todavía pregunté:
-Mi Jesús, ¿y los que se olvidan de formular esa intención?
A lo que Jesús respondió:
-Pueden hacerla en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran de confesarse.
La restauración del Santuario
Como venimos informando en Cari Filii, el Santuario de las Apariciones de Pontevedra, propiedad de la Conferencia Episcopal Española, se encuentra desde hace meses en proceso de restauración, porque amenazaba ruina. [Pincha aquí para colaborar económicamente en que pueda completarse a tiempo.]
El padre Javier Siegrist pide una colaboración para el santuario desde el lugar mismo de las obras.
Las obras comenzaron en mayo de 2022 y en septiembre se terminó de instalar la cubierta del tejado. Desde entonces los trabajos de rehabilitación siguen avanzando. El objetivo de todo ello es haber completado el proyecto, que incluye la habilitación de un albergue, en el año del centenario, para convertir el Santuario de las Apariciones en un centro mariano de peregrinación mundial, junto a Fátima y Lourdes. No en vano la petición vinculada a la aparición de Pontevedra, la extensión devoción de los cinco primeros sábados, es una parte no completada de lo que pidió la Santísima Virgen.