Sor María de Jesús de Ágreda, un camino para imitar a María, madre y manantial de la misericordia

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El cuerpo incorrupto de Sor María Jesús de Ágreda se conserva en la iglesia de las concepcionistas de dicha localidad soriana.

Presentamos a continuación otro de los trabajos presentados a concurso en los Premios Cari Filii del año pasado, en este caso el aportado por Joaquín Javaloys (los ladillos y negritas son nuestras), donde explica el valor de la célebre obra Mística ciudad de Dios, de Sor María de Jesús de Ágreda (1602-1665), para conducirnos a la imitación de Nuestra Señora.

¿Cómo imitar a María, madre y manantial de la misericordia?

La imitación de María es una preciosa y fecunda tarea que debemos llevar a cabo siempre, pues es el mejor camino para imitar a Jesucristo y hacer lo que Dios quiere. La vida y las obras de nuestra Señora han de ser el espejo y la norma para nuestros comportamientos.

Un pequeño grupo de matrimonios, deseosos de aprovechar el año de la misericordia, decidimos peregrinar hasta Zaragoza para visitar a la Virgen María, manantial del amor hermoso, o sea, de la acción amorosa o misericordia; para que nos inspirara y nos enseñase a ser misericordiosos con su ejemplo, con su gracia y con su intercesión por nosotros ante el Señor.

Al pie del Pilar sacrosanto

Iniciamos nuestro viaje en Madrid y, una mañana de sábado radiante, nos encaminamos hacia Zaragoza en tres coches. Previamente habíamos dedicado un par de reuniones a compartir nuestras ideas sobre lo que es la misericordia y su operatividad, concluyendo que es un atributo de la naturaleza divina que se manifiesta cuando Dios, que es Amor, actúa exteriormente; tanto cuando crea de la nada al hombre, como cuando, tras su caída en desgracia por su desobediencia, lo perdona y lo libera del pecado por su gracia. Dios es bueno, es misericordioso eternamente, antes y después de que Adán y Eva pecaran. Dios es Amor que se manifiesta externamente mediante la misericordia, primero en la Creación del hombre y, posteriormente, en la Redención del hombre pecador por Jesucristo. La misericordia es la forma externa del amor de Dios hacia el hombre, actualmente oprimido por la debilidad y por el pecado que lo hace miserable. Dios libera a la humanidad de su miseria pecaminosa mediante su amorosa Misericordia.

Con estas ideas bien aprendidas llegamos a la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y nos aprestamos a venerar a la Santísima Virgen María, madre y manantial de misericordia. Tras hacer una minuciosa visita a la Basílica, nos arrodillamos ante su imagen sobre la columna, y le agradecimos profundamente a nuestra Señora que se apareciera allí mismo, en carne mortal -porque todavía no había muerto-, a consolar y a fortalecer al apóstol Santiago en la difícil tarea de cristianizar a los ásperos hispanos. Recordamos gozosamente que, en su milagrosa aparición, la Virgen le ordenó a Santiago que allí, a la vera del rio Ebro, le construyera un templo en su honor (el primero que habría en el mundo), pues así se lo había mandado su hijo Jesucristo. Entonces María hizo de España su tierra predilecta, por lo que todos debemos venerarla filialmente.

Allí, en la pequeña capilla de la Virgen, le pedimos nuestra renovación y conversión espiritual; y también  que nos ayudara a cumplir el mandato de que amáramos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Además le pedimos que intercediera por nosotros ante su divino Hijo para que nos concediera Su amor misericordioso a lo largo de nuestra vida. Después rezamos un fervoroso rosario a nuestra Madre celestial y le pedimos la gracia de que nos hiciera más misericordiosos y comprensivos con nuestros prójimos. Finalmente asistimos a la celebración de una misa en la misma Basílica.

Posteriormente hicimos una breve visita turística a Zaragoza y, finalmente, entramos a un amplio restaurante que tenía varios salones. Allí pudimos conversar tranquilamente y hacer una puesta en común de las impresiones de nuestra estancia en la Basílica y sobre las peticiones que hicimos a nuestra Señora del Pilar.

La principal conclusión de nuestra fructífera conversación fue la necesidad que tenemos de conversión espiritual asimilándonos poco a poco a la Santísima Virgen; porque, como se lee en el Eclesiástico, capítulo 24, ella es la Madre del amor hermoso y del conocimiento y santa esperanza; porque en ella está la gracia de todo camino y verdad, en ella se halla toda la esperanza de la vida y de la virtud.

Por ello, decidimos ponernos bajo la protección de la omnipotencia suplicante de la Virgen María, dispensadora de toda gracia, convencidos de que todo lo que le pidamos nos lo concederá Dios. En fin, para nuestra necesaria renovación espiritual, para convertirnos en «hombres nuevos», acudimos en peregrinación hasta la columna donde está nuestra Señora y Madre de Misericordia pidiéndole que nos oriente y nos ayude para hacer siempre la voluntad de Dios, imitando en lo posible a nuestro señor Jesucristo. Sin embargo, no nos atrevemos a fijarnos altas metas espirituales sin contar con la enseñanza y la protección de María, quien como excelente discípula de su divino Hijo, con el que convivió más de treinta años, llegó a imitarle perfectamente, hasta ser modelo de Evangelio viviente. Desde luego, estamos convencidos de que la imitación de María (que siempre estuvo unida espiritualmente a Dios) es una factible meta a la que debemos aspirar, pues es el mejor camino para imitar a Jesucristo y, en lo posible, unirnos con Dios.

El encuentro con Sor María de Jesús de Ágreda

Al día siguiente, domingo, emprendimos el regreso a Madrid, pero lo hicimos pasando por Ágreda (Soria); pues para hacer factible nuestro propósito de imitar a nuestra Señora creemos que hay que contar necesariamente con la ayuda de un medio seguro: el libro de la Vida de la Virgen María, que es una extensa, minuciosa y verídica historia revelada en el siglo XVII por la propia Virgen a la vidente María de Jesús de Ágreda, una modesta monja de clausura en su convento de MM. concepcionistas de Ágreda. El libro se titula Mística Ciudad de Dios.

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Cuando llegamos a Ágreda nos dirigimos al convento de las monjas concepcionistas, pues queríamos adquirir algunos ejemplares del citado libro, para que todos los peregrinos miembros de nuestro pequeño grupo de matrimonios tuviésemos un ejemplar del mismo. En el recoleto convento visitamos la iglesia y adquirimos los libros que necesitábamos, pero también nos llevamos una gratísima sorpresa: la superiora del convento y unas cuantas monjas accedieron a charlar un rato con nuestro pequeño grupo de matrimonios en un acogedor salón. Las monjas estaban situadas tras una gran reja metálica, donde comenzaba su clausura. Naturalmente, el objeto principal de la charla fue el de conocer la espiritualidad en que se fundamenta el comportamiento de la vida de esas monjas concepcionistas. Por supuesto se basa en el cumplimiento de las reglas de su orden; pero su comportamiento está orientado y dirigido, con fecunda sencillez y humildad, por la imitación de la Virgen María que ella conduce a la verdadera luz, a la perfección, a la unión con Dios. En esa imitación ellas copian, con las fuerzas y la gracia de cada una, los comportamientos y las virtudes de nuestra Señora, que se detallan en la historia de su vida, que se revela en la Mística Ciudad de Dios.

En ese rato de fecunda charla -edificante por su hondo y práctico contenido espiritual-, les hicimos a las monjas de Ágreda muchas preguntas, que contestaron amablemente:  nos dijeron que la Virgen se complace cuando ve que un cristiano pone su confianza en Dios porque, como asegura el salmo 145, «el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor. El Señor es bueno con todos, es compasivo con todas sus obras«.  Por ello nuestra Señora, la dispensadora de los tesoros de misericordia de su divino Hijo, no se olvida nunca de las miserias y de la pobreza de los hijos de Eva y, dado su amor misericordioso, pide incesantemente por todos los humanos, por la Iglesia y para que los frutos de la Redención y la Cruz de Jesucristo sean eficaces para la salvación de todos los hombres.

También nos dijeron esas admirables monjas que María santísima, haciendo siempre la voluntad de Dios, se convirtió en una fiel estampa o imagen de su Hijo santísimo. Por lo tanto nos aconsejaron que nos hiciéramos un memorial de todo lo que la Virgen obraba, para que debidamente adaptado a cada persona, nos sirva de orientación cuando la imitemos en nuestros quehaceres y en nuestras oraciones cotidianas. En esa imitación, podemos estar seguros de que María no nos dejará nunca solos, pues actuará siempre como nuestra maestra y nuestro amparo. En fin que, con la confianza de hijos amados, debemos pedir a nuestra Madre de Misericordia que nos ayude a imitarla en su vida de oración, de humildad, de fidelidad, de sacrificio y de sencillez que compartió con Jesucristo, especialmente en su muchos años de convivencia hogareña en Nazareth.

Cuando terminamos la fecunda charla con las monjas concepcionistas y salimos del convento a la calle, nos pareció que aterrizábamos en Ágreda provenientes de otro mundo, superior y extraterrestre. Entonces, absortos en nuestro ensimismamiento reflexivo, notamos que nos invadía la ansiedad y que deseábamos finalizar nuestra peregrinación regresando lo antes posible a Madrid, para abrir el libro Mística Ciudad de Dios y adentrarnos en la lectura de la excelsa y ejemplar vida de la Virgen María.

Autor: Joaquín Javaloys (presentado a concurso en los Premios Cari Filii 2016).

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