Queridos lectores:
«El gran amor que Dios tiene para cada uno de vosotros se manifiesta a través de nuestra madre María. La belleza de esta fiesta de hoy nos invita a llevar este mensaje (que da vida, renueva y ofrece esperanza) con la imagen de la Virgen y con nuestro testimonio de fidelidad a Cristo». Son palabras del Papa León XIV cuando era obispo en Perú, al llegar la festividad de Nuestra Señora del Carmen.
Es oficialmente la patrona de los navegantes desde 1901, por disposición de su predecesor León XIII, si bien desde siempre había sido venerada por las gentes del mar por su continua intercesión, en ocasiones milagrosa.
«Sed Vos aquí la estrella / que en este mar insano / mi pobre barca guíe / y de tantos peligros la desvíe», rezaba nada menos que Miguel de Cervantes, quien vivió su protección en la batalla de Lepanto.
También Lope de Vega tuvo versos para la Reina de los Océanos: «Voy en las alas de la mar furiosa, / con roto barco y con mojadas velas, / fluctuando, a morir peligro claro. / Tú contra las sirenas torre hermosa / y el canto en que disfrazan sus cautelas, / eres del mundo esclarecido faro, / de las nubes amparo, / porque la luz en el extremo ardía, / esos brazos, María».
Otro poeta más cercano a nosotros, Rafael Alberti, le dijo algo que vale también como oración para todos los cristianos, sin más que entender nuestra vida como un barco tantas veces al borde del naufragio: «Que tú me salvarás, ¡oh marinera / Virgen del Carmen!, cuando la escollera / parta la frente en dos de mi navío».
Procesión marítima de la Virgen del Carmen en Puerto Real (Cádiz).