Cada 15 de agosto, una ventana a la altura del segundo cuerpo del Miguelete, la torre de la catedral de Valencia, recibe los rayos de sol de forma directa y vertical: así lo diseñaron en el siglo XIV los constructores del templo, consagrado a la Asunción de Nuestra Señora, como especial homenaje a la Santísima Virgen. El fenómeno sucederá este año a partir de las 9.45 horas durante siete minutos en la sala conocida como «el refugio» o «la prisión».
La manera en que el sol incide este día hace que la luz «entre en el interior de la sala formando en la zona central del suelo un rectángulo luminoso de algo más de tres metros y medio de largo«, explica Francesc Llop, presidente de la Asociación de Campaneros de la Catedral, y se construyó así «para que se produjera este alineamiento solar, como una forma de rendir homenaje a la Virgen en la fiesta de la Asunción».
Otra ventana en el primer cuerpo del Miguelete registraba un fenómeno similar cada 22 de junio, coincidiendo con la fecha en la que se colocó la primera piedra de la Seo, el 22 de junio de 1262, pero este alineamiento ya no se puede ver debido a la construcción de un edificio.
El hecho de la luz de la Asunción fue descubierto por los campaneros en 2010, en una fecha en la que tienen que emplearse a fondo, pues a lo largo del día procederán a ocho volteos a mano de las campanas siguiendo una composición del canónigo de la Seo Teodosio Herrera, que data del siglo XVIII.
El primero de los volteos será el toque al alba, a las 8 horas, y los otros siete tendrán lugar en otros momentos del día como el final de la misa mayor o en la procesión vespertina con la imagen de la Virgen yacente.
Para el perfecto tañido de todos los elementos, el pasado 10 de agosto, festividad de San Lorenzo, los campaneros de la torre del Miguelete llevaron a cabo el tradicional “repret de les campanes” o apretado de los tornillos de los yugos de madera de las campanas para fijarlas más. Se hace ese día porque desde la Edad Media se considera el más caluroso del año, y la dilatación de los hierros que fijan las campanas permite ajustarlas más y mejor. El hierro y el calor evocan también el martirio de San Lorenzo, diácono oscense quemado en una parrilla en Roma en el año 258.