Sus tíos estuvieron en el «milagro del sol» en Fátima: el obispo auxiliar de Nueva York cuenta cómo lo vivieron

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El mensaje de Fátima fue tan potente y fue tan querido por el pueblo que nada pudieron hacer los que lucharon contra la Virgen

El pasado 13 de octubre se cumplieron 100 años del conocido como «milagro del sol», en el que en Fátima y ante más de 70.000 personas durante varios minutos el sol empezó a “danzar” mientras los pastorcitos tuvieron las visiones de la Sagrada Familia. Hasta laicistas y masones quedaron estupefactos con lo que allí ocurrió.

Para conmemorar esta fecha, el obispo auxiliar de Nueva York, Dominick J. Lagonegro, presidió una Eucaristía en el Santuario Nacional de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Middletown. Pero fue en la homilía, donde este obispo sorprendió a los presentes.

Los tíos del obispo, testigos directos del milagro

Al inicio de su sermón, monseñor Lagonegro levantó una de las fotografías más conocidas de aquel día en Fátima en el que se produjo el milagro del sol. Y señaló a dos personas que aparecían en ellas. Eran Herminio y Antonia Caixeiro. “Este es mi tío, y esta es mi tía”, señaló el obispo estadounidense.

Monseñor Lagonegro contó la experiencia de sus tíos en Fátima

Aunque la pareja se había casado en Estados Unidos viajaron en 1917 a Portugal a ver a su familia. Escucharon lo que estaba sucediendo en Fátima y decidieron ir allí para verlo con sus propios ojos. Fue así como sus tíos estuvieron presentes aquel  13 de octubre de de hace un siglo.

El recuerdo del «terrible» clima de aquel día

Durante varias veces en su vida, el obispo auxiliar de Nueva York escuchó el testimonio de aquel día de boca de sus tíos, testigos en primera persona de aquel extraordinario hecho. En la homilía, que recoge Crux Now, recordó estas conversaciones. “Mi tía insistía en cómo era terrible el clima aquel día. Me dijo que la lluvia seguía cayendo y cayendo, mojándolo todo”, dijo.

Los allí presentes, entre ellos sus tíos, tuvieron que avanzar entre un gran cantidad de barro enorme para poder llegar al lugar de las apariciones. Cuando llegaron allí “estaban empapados”.

Cuando llegaron los tres niños, la lluvia cesó

Sin embargo,  su tía le contó que “cuando los niños (los tres videntes) llegaron, la lluvia se detuvo, las nubes desaparecieron y salió el sol”.

Entonces, el obispo prosiguió su relato recordando cómo sus tíos vieron “el sol que subía y bajaba, venía y se iba, casi como si estuviera danzando”. “¿Quién más si no la Santísima Virgen podría hacer bailar el sol?”, se preguntaba.

La ropa, de color amarillo brillante

En un momento dado, contó monseñor Lagonegro, el sol comenzó a hacerse cada vez más grande al acercarse a la tierra. “Mi tía recordaba que se veía la ropa de todos de un color amarillo brillante a causa del sol”.

El sol –agregó- “continuó cayendo hacia la tierra durante algunos minutos y entonces se detuvo”.  Su tía le contó que quedó completamente maravillada y sobrecogida por el hecho de que no sólo sus ropas se hubieran secado de manera repentina sino que el suelo mismo, hasta ese momento un lodazal, estaba seco y firme. “Cuanto más lo pienso, más increíble lo encuentro”, le decía su tía.

Oración y penitencia

Sin embargo, el obispo pidió no quedarse tan sólo con los signos externos de lo ocurrido en Fátima y mostrando un crucifijo que le dio San Juan Pablo II, devoto de la Virgen de Fátima, dijo que el mensaje que se dio allí es tan importante hoy como hace un siglo.

“La paz sólo llegará a través de la oración y la penitencia”, dijo en la homilía. Y para ello consideró “importante para nosotros rezar el Rosario y ofrecer actos de penitencia”.

“Realmente creo que algún día encontraremos la paz en nuestro mundo, pero sólo a través e la oración y el sacrificio”, concluyó.

Maria, Reina de las Familias, ruega por nosotros

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