El santuario del Pueyo: hogar de María, germen de reconquista, burla de la desamortización y semilla de martirio

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Romeros en el santuario de El Pueyo.

Año 1100. Algo más de la mitad de la península se encuentra aún bajo dominio del imperio almorávide, mientras el rey Pedro I de Aragón infringe duras derrotas a los andalusíes. Con las últimas victorias y plazas tomadas de Bairén y Alcoraz, Barbastro o Sariñena, era prácticamente cuestión de tiempo que cayese también Zaragoza, como sucedería en 1118. En ese contexto, una aparición mariana solo podía interpretarse en sentido favorable. Y es lo que sucedió en 1101, en el hoy icónico santuario de El Pueyo.

Hoy, y desde 2009, el antiguo santuario de benedictinos y claretianos está regido por el Instituto del Verbo Encarnado y conforma un amplio conjunto de hospedería, claustro y templo. Pero no siempre fue así.

Sus orígenes son mucho más humildes. Las primeras noticias al respecto son precisamente del año 1100 y especialmente 1101. Un pastor, Balandrán, apacentaba a su rebaño de ovejas cuando unos resplandores que salían de las ramas de un almendro llamaba su atención y se acercó a  ver.

La web del santuario relata que lo siguiente que vio el pastor fue a la Virgen, con un resplandor que le cegaba mientras le encomendaba un mensaje a transmitir a las autoridades: era voluntad de la Virgen que se levantase una capilla en la cumbre del monte, al lado mismo de donde se hallaba el almendro donde hizo su presencia la Virgen.

Primeros pasos y expansión del santuario

Acababa de nacer el Santuario del Pueyo y desde entonces no pararía de crecer hasta convertirse en uno de los focos de fe y devoción mariana del norte de España. Habría que esperar 50 años hasta que en 1251, Jaime I el Conquistador emitiese el primer documento histórico al respecto, un decreto fechado en Lérida estableciendo una capellanía en El Pueyo.

Desde entonces habría capellanes de forma perpetua regentando la ermita, si bien antes de esa fecha se tiene constancia de que ya hubo capellanes asistiendo El Pueyo: como recoge María por el mundo, el mismo Balandrán habría sido ordenado sacerdote y constituido en primer capellán del santuario, lo que parece corroborar la representación del mismo Balandrán con ornamentos sacerdotales.

El santuario, con la espadaña y esquilón como campanario, comenzaba a ser del todo insuficiente, especialmente a la hora de albergar la creciente afluencia de peregrinos y romeros de los pueblos vecinos. Primero pasó a conformar un templo románico con un pequeño claustro, que a su vez transicionaría al estilo gótico, siendo nuevamente ampliado a finales del siglo XVII.

La desamortización, burlada en El Pueyo

Uno de los episodios más representativos del santuario contemporáneo fue en plena desamortización en1843, cuando El Pueyo no era más que un número entre una larga lista de posesiones eclesiásticas a punto de ser subastado para recaudar fondos para el Estado, primero en Huesca y después en Barbastro.

Conscientes de la ventaja que suponía la doble localización de la subasta, un grupo de vecinos recaudaron dinero dispuestos a participar en la misma y evitar que el santuario pasase a manos o empresas ajenas a la ciudad.

Pero para ello había que saber cuál era la cantidad ofertada en Huesca, para horas más tarde subir la cifra en la subasta a celebrar en Barbastro.

Se estableció la siguiente estrategia: un jinete barbastrense acudiría a la capital para conocer la cifra pujada y después recorrer a caballo la distancia de vuelta. A lo largo de los más de cincuenta kilómetros se prepararon varios caballos para permitir al jinete llegar antes del final de la puja que se celebraba en Barbastro.

La propuesta tuvo éxito. Tanto que, preservado el santuario, los vecinos lo recordarían cada año con una carrera simbólica desde la Delegación de Hacienda en Huesca y hasta el Santuario, y con varios relevos. Una vez llegados al Santuario se entregaba a la Virgen una réplica del acta notarial de propiedad del Santuario para recordar que el esfuerzo de unos barbastrenses en el siglo XIX permitió que hoy todos los vecinos del Somontano puedan disfrutar de este enclave.

Preservado el santuario, este pasaría a finales del siglo XIX, en 1889, a manos benedictinas. Los monjes se encargarían de atender el santuario y los peregrinos, del cuidado de los edificios y accesos y, en última instancia, de contribuir con sus vocaciones al sostenimiento de las florecientes misiones en Filipinas y Australia.

Mártires durante la Guerra Civil

La siguiente gran prueba del santuario, y en especialmente para los benedictinos, no tardaría en llegar. Con el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936, había decenas de monjes benedictinos y de jóvenes y niños que se formaban y preparaban para ser monjes en los próximos años.

Era miércoles, 22 de julio, y habían transcurrido solo cinco días desde que comenzó la guerra cuando dos motoristas armados subieron  al santuario, anunciaron a los benedictinos que debían bajar a la carretera y colocaron un letrero que decía:

«Este monasterio es de los Revolucionarios, Barbastro, día 22 de julio de 1936, fue tomado este monasterio por los Revolucionarios adictos al Régimen constituido».

Pocas horas después, ya el jueves 23, un camión cargó a los 18 monjes y a los jóvenes para trasladarlos a Barbastro, con alguna despedida que presagiaba la muerte. Ejemplo de ello fue la del padre Honorato a Tomasito, de cinco años: «Adiós Tomasito, hasta el Cielo«, le dijo. Horas después se encontraban presos en el colegio de los Escolapios de Barbastro.

Allí pasaron cerca de una semana, entre rumores y oraciones clandestinas, hasta que el 28 de agosto fueron trasladados entre golpes en camión hasta que, en un momento dado del viaje, se los repartieron para ser asesinados.

«Murieron perdonando de corazón a sus enemigos. A más de uno oí decir que, a pesar de lo que les hacían y maltrataban, salían de los labios de sus víctimas palabras de perdón, llenas de cariño», reza el testimonio del padre Santiago Mompel, recogido en Barbastro, una diócesis mártir (1931-1939).

Barbastro. Una diócesis mártir.

`Barbastro, una diócesis mártir´, escrito por el especialista en la persecución en Barbastro Martín Ibarra Benlloch

Concluida la guerra, el santuario pasaría primero a nuevas manos benedictinas y después de claretianos, hasta que en 2009 el obispo de Barbastro encomendó el cuidado del santuario al Instituto del Verbo Encarnado.

A comienzos de este año 2013, el consejo general del IVE constituyó al monasterio del Pueyo en una casa de formación para los religiosos de vida contemplativa, lo que significa que todos aquellos miembros del Instituto que quieran ingresar a la vida monástica iniciarán su experiencia como monjes en esta casa.

Entronización de los Mártires

Los 18 monjes mártires del monasterio de Pueyo fueron beatificados el 13 de octubre en Tarragona, junto con otros 504 mártires de la persecución religiosa en la España del siglo XX.

El domingo 27 de octubre, con la presencia del obispo de Barbastro-Monzón, monseñor Alfonso Millán Sorribas, la comunidad del IVE procedió a la entronización de los mártires. El obispo de Barbastro presidió la Santa Misa en el monasterio Nuestra Señora del Pueyo, durante la cual fue consagrado el nuevo altar principal del Santuario, construido expresamente por los monjes del IVE, donde fueron solemnemente entronizados los restos de los 18 mártires. Se colocaron también otros tantos cuadros con la fotografía de cada uno de los 18 monjes benedictinos beatificados el 13 de octubre.

Quien desee ayudar al santuario, puede hacerlo a través de su página web.

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