El domingo 17 de mayo, el Papa canonizó a cuatro religiosas, entre ellas dos monjas palestinas que constituyen las primeras santas de ese origen. Se trata de la carmelita Santa Mariam Baouardy (1846-1878) y de Santa Marie Alphonsine Danil Ghattas (1843-1927), fundadora de las Hermanas del Rosario, la primera congregación nacida en Palestina.
Aunque las dos fueron grandes devotas de la Santísima Virgen, en el caso de Santa María Alfonsina se da la circunstancia de una relación especial no sólo por haber consagrado a la devoción del Rosario a las religiosas que la siguieron, sino por la forma muy particular como vivió bajo el manto protector de Nuestra Señora.
Guiada directamente por la Virgen María
De hecho, sus padres, que asistían frecuentemente a misa y le dieron una educación cristiana, solían invitar a los vecinos a su casa para rezar el Rosario. Nació en Jerusalén y a los 14 años ingresó en las Hemanas de San José de la Aparición, y si como religiosa de vida activa trabajaba en la enseñanza y la atención a los pobres, no por eso descuidaba la vida de devoción, muy intensa, como cuenta Silas Henderson en Aleteia.
El 6 de enero de 1874, María Alfonsina tuvo una visión de la Virgen María. Un año después siguió una segunda aparición, durante la cual la Madre de Dios le pidió que estableciese una nueva comunidad religiosa que sería conocida como la Congregación del Santísimo Rosario.
Durante los años siguientes fue reuniendo jóvenes, y en 1880 recibió la dispensa de la Santa Sede para abandonar las Hermanas de San José de la Aparición y se integró en la comunidad fundada por ella misma, en la cual hizo los votos en 1885, dedicando el resto de su vida al servicio de las parroquias y al cuidado y educación de niños de ascendencia árabe.
Un secreto muy bien guardado
La nueva santa mantuvo sus visiones en secreto durante 53 años, y se llevó ese secreto al cielo. Poco antes de morir dejó a su hermana biológica, que era también hermana en religión, el encargo de leer sus diarios (donde estaban plasmadas las gracias especiales que había recibido) y entregarlos al Patriarca de Jerusalén, Luigi Barlassina (1872-1947). Fue así como se supo el origen de la congregación en los deseos de la Santísima Virgen directamente expresados.
"La humildad y mansedumbre de Santa María Alfonsina reflejan la humildad y mansedumbre de María, a quien la nueva santa amaba tanto", comenta Henderson.
"Ella", dijo el Papa en la homilía de la proclamación, "comprendió bien lo que significa el amor de Dios en el apostolado, convirtiéndose en testigo de dulzura y de unidad. Así nos ofrece un claro ejemplo de la importancia de hacernos unos responsables de los otros, de vivir uno al servicio del otro".
Esta idea está patente en todos los misterios del Santo Rosario, en torno al cual Santa María Alfonsina construyó una vida de oración y servicio. "Ella", remata Henderson, "atesoró la gracia de sus visiones durante màs de medio siglo, pero durante esas décadas, permitió que las gracias que había recibido de María floreciesen en algo aún más maravilloso y hermoso de lo que habría podido imaginar. Si vida se convirtió en un rosario viviente, una guirnalda de rosas para embellecer la Iglesia por medio de actos de servicio, compromiso de oración e inmolación en todo, siguiendo el ejemplo de María".