¿Por qué celebramos el 2 de febrero la fiesta de la Candelaria, la purificación de María?

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40 días después de dar a luz la Virgen, junto con San José, presentaron a Jesús en el templo.

Este martes la Iglesia celebra la conocida como “La Candelaria”, la fiesta de las luces, aunque en realidad va mucho más allá pues este día es profundamente cristológico, con la Presentación de Jesús en el Templo, y a la vez marcadamente mariano, porque también se celebra la Purificación de la Virgen María. Ambas, en cumplimiento de las leyes judías que observaban en aquel momento.

Esta es una fiesta con mucha historia y tradición. En una homilía en 2002 San Juan Pablo afirmaba que “celebramos el misterio de la consagración: consagración de Cristo, consagración de María, y consagración de todos lo que siguen a Jesús por amor al Reino”.

La Candelaria recibe este nombre porque en esta fiesta se bendecían tradicionalmente las candelas que se iban a necesitar durante todo el año para que así no faltase luz en los hogares. De este modo, los fieles acudían al templo con sus velas, que eran solemnemente bendecidas por el sacerdote para a continuación realizar una pequeña procesión con estas luces encendidas.

Concretamente, esta fiesta se celebra exactamente 40 días después de la Navidad, es decir, del nacimiento de Cristo. De acuerdo a la ley de Moisés, una mujer que había dado a luz a un hijo varón era considerada impura durante siete días. Además, debía permanecer otros treinta y tres días en “purificación de su sangre”.

Por ello, al cumplirse el tiempo de su purificación María cumplió con este precepto de la ley donde además de quedar limpia la madre ofrecía a su hijo en el Templo.

Dice la tradición que los mismos ángeles quedaron extasiados al observar a María ofrecer en aquellos virginales brazos al mismo Hijo de Dios.

De este modo, una vez cumplida la ceremonia de la purificación, la Sagrada Familia estaba dispuesta para salir del templo cuando se produjo el encuentro con el anciano Simeón primero y Ana después que relata Lucas en su Evangelio. «Ahora, Señor, ya puedes dejar irse en paz a tu siervo, porque han visto mis ojos al Salvador… al que viene a ser luz para las gentes y gloria de tu pueblo Israel…», afirmó el anciano, que además dijo a la Virgen: «Mira, que este Niño está puesto para caída y levantamiento para muchos en Israel… Y tu propia alma la traspasará una espada…».

Es una fiesta que los cristianos celebraron desde muy antiguo. Hasta el Concilio Vaticano II se celebraba como principalmente mariana, pero desde entonces ha pasado a ser en primer lugar cristológica, ya que el principal misterio que se conmemora es la Presentación de Jesús en el Templo y su manifestación o encuentro con Simeón. El centro, pues, de esta fiesta no sería María, sino Jesús. María entra a formar parte de la fiesta en cuanto lleva en sus brazos a Jesús y está asociada a esta manifestación de Jesús a Simeón y a la anciana Ana.

Hasta el siglo VII no se introdujo esta fiesta en la liturgia de Occidente. Al final de este siglo ya estaba extendida en toda Roma y en casi todo Occidente. En un principio, al igual que en Oriente, se celebraba la Presentación de Jesús más que la Purificación de María.

No se sabe con certeza cuándo empezó a celebrarse la Procesión en este día. Parece ser que en el siglo X ya se celebraba con solemnidad esta Procesión y ya empezó a llamarse a la fiesta como Purificación de la Virgen María. Durante mucho tiempo se dio gran importancia a los cirios encendidos y después de usados en la procesión eran llevados a las casas y allí se encendían ante alguna necesidad.

María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros

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