Peregrinación a Lourdes con la Hospitalidad: allí los milagros ocurren y los cuentan las voluntarias

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Muletas, sillas de ruedas y maletas se amontonan en el andén. Las despedidas se confunden con las bienvenidas. El Tren de la Esperanza alcanza su última estación de penitencia: Albacete. Han sido cinco días intensos, de muchas emociones y deseos, de mucho trabajo y pocas horas de sueño. Pero «merece la pena, recibes mucho más de lo que das». Así lo cree Concepción Galiano, voluntaria hospitalaria que lleva siete años viajando a Lourdes porque «el Tren de la Esperanza engancha».

Vivir por y para los enfermos
En 2010, Concepción sintió necesidad de viajar hasta la gruta donde en 1858 la Virgen María se presentó ante Bernadette Soubirous, según la creencia católica. El primer año participó como peregrina, pero al segundo decidió convertirse en voluntaria al comprobar que «me llena darme a los demás». En su rostro se aprecia el cansancio de tantas horas de viaje y sueño acumulado, dado que Concepción ha ejercicio como responsable de Offix, un servicio de guardia de 24 horas para atender todas las necesidades de los enfermos. Sin embargo, «ahora mismo me daría una ducha y volvería a subirme al tren».

Con un minuto de adelanto sobre la hora prevista, el Tren de la Esperanza paraba ayer en el andén uno de la estación Vialia de Albacete. De uno de sus vagones bajó Encarnación Gil, 30 años como voluntaria hospitalaria. Habla de lo «especial» que siempre resulta esta peregrinación, de la «maravilla» de sus actos litúrgicos y de lo «emotivo» que es «todo».

El papel de voluntarias hospitalarias como ella consiste en cuidar a los enfermos, ayudarles en su higiene personal diaria, arreglarles las habitaciones, acompañarlos durante toda la jornada…

articipan también en la Procesión de las Antorchas y en la Procesión del Santísimo, así como en el Vía Crucis que se celebra en la pradera, dado que la movilidad reducida de los enfermos les impide subir la colina.

Los milagros de Lourdes
En el andén sobrevuela, sin llegar a ser sonora ni visible, la palabra milagro. «Los milagros ocurren cada día y esta peregrinación los ha presenciado», enfatiza Encarnación Gil, para quien el mejor milagro es la alegría de los enfermos al ver la imagen de la Virgen de Lourdes, lugar al que «llegan muy malicos, muy cansados, pero son capaces de pedirle a María por las voluntarias, porque dicen que estando nosotras bien podemos ayudarles a ellos».

María José Rodríguez ha viajado por primera vez en el Tren de la Esperanza. Lo ha hecho como enferma sólo por la ilusión que le hacía «ver a la Virgen» y para intentar «que nos concediera algún milagro, aunque sea pequeñito».

Cargada de medallas, agua bendita y escapularios, María José vuelve a Albacete muy emocionada, contenta, satisfecha con la peregrinación. «Es increíble», afirma, «no sólo la gruta y lo que allí se celebra, sino el viaje en sí y la ayuda mutua que nos prestamos entre todos». Está dispuesta a volver el año que viene para volver a participar en la Procesión de las Antorchas, uno de los momentos que más le han sobrecogido, como también le ha llamado la atención las piscinas que se encuentran en una especie de centro termal, de donde «sales seca, directamente para vestirte».

Con la Hospitalidad
La peregrinación del Tren de la Esperanza de 2016, que partió el jueves 26 de mayo hacia Lourdes, ha contado con la participación de 235 personas, de las cuales 50 han sido enfermos psíquicos y físicos, 130 voluntarios hospitalarios, nueve médicos y ocho auxiliares, a los que se unen peregrinos que viajan con la Hospitalidad, pero no contraen obligación alguna con el cuidado y la atención a enfermos.

El único incidente digno de mención que relata la presidenta de la Hospitalidad de Lourdes, Pilar Álvarez-Valdés, fue la avería que sufrió el tren de ida, que obligó a los pasajeros a tener que realizar transbordo en Chamartín. «Convertimos el problema en una fiesta y en una alegría; hasta cantamos y bailamos en el andén mientras hacíamos el transbordo de los enfermos».

Al margen de este incidente, la peregrinación se ha desarrollado sin problema alguno, según Pilar, que lleva 33 años viajando a Lourdes, aunque este ha sido «igual de emotivo que la primera vez». No sabe qué momento elegir de entre todos los que se desarrollan a lo largo de cinco días, pero se inclina por la Procesión del Santísimo, en la que permiten al personal sanitario ir detrás de la imagen.

La delegación albacetense hacia la gruta de Lourdes se completó con la presencia de seis sacerdotes, entre ellos, el padre franciscano José Arena, consiliario de la Hospitalidad de Lourdes de Albacete.

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