La Santa Sede ha publicado este miércoles el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos promulgado por el Papa y en el que se ha hecho público el anuncio del reconocimiento de milagros que propiciarán la canonización de Charles de Foucald o la beatificación en este caso de la laica Paulina María Jaricot.
Esta joven francesa enamorada de la Virgen tenía la certeza que con la oración todo lo podría y así logró poner en marcha iniciativas que acabarían teniendo trascendencia a nivel mundial.
El germen del Domund
Así fue como con este amor por las misiones, pese a que no salió de Francia, creó grupos que debían encargarse de rezar por las tierras de misión y conseguir fondos. Y así nació la Sociedad para la Propagación de la Fe, que en 1922 el Papa XI la transformó en la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. Su obra fue el germen del Domund.
Pero no se quedó aquí esta audaz laica francesa que pronto será beata. Y de ahí que llegara a la conclusión de que la mejor forma de apoyar la evangelización era a través de la intercesión de María a través del rezo del Rosario. Y así fue como creo una obra que se extendió por todo el mundo, el Rosario Viviente, que lo han practicado millones de personas en este tiempo y que a día de hoy todavía se sigue rezando.
El milagro de Mayline
Obras Misionales Pontificias informa que el milagro aprobado por la Santa Sede tuvo lugar en 2012, en el 150 aniversario del nacimiento de Paulina. La pequeña Mayline Tran, de tres años, perdió el conocimiento debido a la asfixia por un mal tránsito de alimentos. La niña, hospitalizada en un estado desesperado tras la asfixia y una parada cardiovascular de 20 minutos, se consideraba perdida.
A pesar de que se suspendió el tratamiento médico, la familia se negó a que se le retirara la asistencia vital artificial. Se hizo una novena a Paulina Jaricot, poco después, la niña se despertó, pero con daños cerebrales, y el pronóstico de estado vegetativo. Aún así, contra toda esperanza, se curó totalmente. La curación fue sometida a un Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Lyon, del 20 de julio de 2018 al 28 de febrero de 2019. Sus actuaciones fueron envidadas la Congregación para las Causas de los Santos. La comisión médica validó la naturaleza inexplicable de la curación.
Una joven enamorada de María
Pauline Jaricot nació en Lyon en 1799 y desde que nació la devoción mariana le vino gracias a Notre Dame de Fourvière, la advocación de su ciudad. Tuvo una infancia feliz y devota hasta que en la adolescencia su vida cambió drásticamente al sufrir un accidente.
La joven se encontraba limpiando cuando se cayó de un taburete y se golpeó violentamente en el suelo. La caída dañó seriamente su sistema nervioso, impidiéndola mover correctamente sus extremidades y hablar con normalidad. Aunque los médicos probaron varias terapias, acabaron admitiendo que era imposible encontrar un remedio. Su madre enfermó también debido a esta situación. Su padre viendo la situación decidió llevarse a Pauline a otra localidad hasta que su madre murió. Pero por temor a que la joven empeorara no le comunicaron el fallecimiento de la madre.
El párroco invitó a la joven a reanudar las prácticas religiosas y este fue el punto de inflexión para la joven. Gracias a los sacramentos comenzó a recuperar el uso de las extremidades. En cuanto pudo andar fue la basílica de Fourvière para rezar ante la Virgen.
Su entrega al sostenimiento de las misiones
En aquel momento decidió dedicar su vida exclusivamente a servir a los pobres y enfermos, visitando todos los días los hospitales y las personas incurables, vendando sus heridas y ofreciéndoles palabras de consuelo.
Pauline hizo un voto de castidad en la Capilla de la Virgen de Fourvière durante la Navidad de 1816, siguiendo siendo laica. Y desde esta condición y aún sin salir de su Lyon natal se convirtió en una misionera de alcance mundial.
¿Cómo lo consiguió? Se empeñó en la tarea de formar grupos de diez en diez personas, que se comprometían a rezar por las misiones, y a dar un pequeño donativo. Esta iniciativa, que comenzó con mujeres obreras, pronto se fue extendiendo entre gente humilde por toda Francia.
Por cada diez miembros puso al frente un dizenaire (capitán de diez), por cada cien miembros un centenaire (capitán de cien) y por cada mil miembros un millenaire (capitán de mil). La idea era sencilla: orar y recolectar fondos personalmente, creando una red de relaciones personales. El capitán de diez se reuniría con sus miembros y recogería las monedas cada semana, el capitán de cien las recogería de los capitanes de los diez, y por último, el capitán de los mil de los capitanes de cien. Así, en 1822 nació oficialmente la Obra de la Propagación de la Fe, que pronto llegó a otros países. El impulso del Papa León XIII contribuyó de manera especial a su difusión universal.
El Rosario viviente
Y como la Virgen no podía faltar en su vida decidió involucrarla mucho más en esta obra a favor de las misiones. Y así nació el Rosario viviente. Estaba decidida a hacer que el rezo del Rosario se conociera y se practicara por el mayor número de personas posibles para sostener la proclamación del Evangelio en los territorios de misión. Así, en 1826, alentada por el éxito de su enfoque personal en la organización de la Obra Misional a través de la creación de pequeños grupos, Paulina utilizó el mismo criterio para iniciar y organizar el Rosario Viviente, una iniciativa que también se extendió por todo el mundo.
Primero, comenzó organizando a sus amigos y colaboradores en grupos de 15 personas, según el número de los Misterios del Rosario en aquella época. Luego le pidió a cada miembro que se comprometiera a rezar una década del Rosario diariamente y meditar en un Misterio al día, durante un mes entero.
De esta forma, se recitaba diariamente todo el Rosario y cada grupo meditaba los 15 Misterios. Al comienzo del mes, la persona a cargo de los 15 redistribuía personalmente los Misterios entre los miembros, asegurándose de que todos recibieran un Misterio diferente para meditar durante la oración de la década del Rosario, durante las siguientes cuatro semanas.
Esto aseguraba que cada mes toda la vida de Cristo fuera meditada por el grupo y que las oraciones, a través de la intercesión de la Virgen María, fueran presentadas a Dios, convirtiendo el rezo del Rosario en una realidad “viviente” en apoyo a la Misión de la Iglesia de proclamar la Buena Nueva, especialmente a las personas que aún no la han escuchado. El esfuerzo apostólico de los misioneros de Jesús en todo el mundo se sostenía con el rezo del Rosario Viviente.
Una obra que se extendió por el mundo
El sueño de Paulina del Rosario Viviente pronto se convirtió en un fenómeno generalizado en todo el mundo. En 1831 escribía: “Los grupos de 15 cona oinúan multiplicándose a una velocidad increíble en Italia, Suiza, Bélgica, Inglaterra y en varias partes de América. El Rosario ha difundido sus raíces hasta las Indias y especialmente en Canadá”. La esperanza de Paulina era que el Rosario Viviente uniera a las personas, en todo el mundo, en una oración ferviente por la Misión de la Iglesia.
De hecho, la iniciativa del Rosario Viviente tuvo tanto éxito que después de la muerte de Paulina en 1862, ¡había más de 150,000 grupos de 15, con 2.250.000 miembros solo en Francia! Hoy en día, el Rosario Viviente aún se practica en muchas partes del mundo y los grupos de 15 se han ampliado a grupos de 20 al incluir los nuevos misterios luminosos, establecidos por el Santo Padre Juan Pablo II. En consecuencia, aún hoy continúa esta importante iniciativa de oración, que fue concebida por la fundadora Obra Misional Pontificia de la Propagación de la Fe.
María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros