Ante una reproducción del icono de la Virgen que Desata los Nudos, a la que tiene una gran devoción, el Papa Francisco clausuró desde los Jardines Vaticanos el maratón del Rosario que, desde el 1 de mayo, se ha rezado en diferentes santuarios de todo el mundo para pedir por el fin de la pandemia de coronavirus.
Durante el transcurso de la ceremonia, el Papa pidió que “continuemos pidiendo al Señor que proteja al mundo entero de la pandemia y a todos, sin exclusiones, se les dé la posibilidad de protegerse mediante la vacunación”.
La ceremonia dio comienzo con la entrada del icono mariano en los jardinesen una procesión solemne presidida por Bertram Johannes Meier, el obispo de Augsburgo, que es la ciudad donde se custodia el icono original.
En la procesión participaron también niños que recibieron recientemente la Primera Comunión en la parroquia de Santa María de la Grotticella de Viterbo, jóvenes que se acaban de confirmar en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, un grupo de scouts de Roma, familias y religiosos en representación del pueblo de Dios. Custodiaba la procesión una representación de la Guardia Suiza y de la Gendarmería Vaticana que rindieron honores a la Virgen.
Los misterios del Rosario se rezaron por cinco intenciones, “cinco nudos a desatar”:
1- El primer nudo a desatar son “las relaciones heridas, la soledad y la indiferencia, que se han profundizado en este tiempo”.
2- El segundo nudo que se ha pedido a la Virgen que desate es el del “desempleo, con especial atención al desempleo juvenil, al femenino, al de los padres y madres de familia, por quienes buscan trabajo y por aquellos que intentan proteger a sus empleados”.
3- El tercer misterio se ofreció para desatar el nudo del “drama de la violencia, en particular la que se origina en la familia, en el hogar dentro de la casa, por las mujeres y por las tensiones sociales generadas por la incertidumbre de la crisis”.
4- El cuarto misterio se ofreció “por el progreso humano, para que la investigación científica que está llamada a apoyar, ponga en común los descubrimientos para que sean accesibles a todos, especialmente a los más débiles y pobres”.
5- el quinto misterio se rezó por “la pastoral, para que las iglesias locales, las parroquias, los oratorios, los centros de pastoral y de evangelización puedan recuperar el entusiasmo y tengan nuevo impulso en toda la vida pastoral y para que los jóvenes puedan casarse y construir una familia y un futuro”.
En el rezo del Rosario participaron, alternándose en cada misterio, jóvenes de Acción Católica, familias de recién casados o en espera de un niño, y una familia de personas sordas donde ha nacido una vocación religiosa.
Tanto la procesión de entrada como el rezo del Rosario estuvo animado por el coro de la Diócesis de Roma.
La maratón del Rosario para pedir por el fin de la pandemia de coronavirus fue una iniciativa del propio Papa Francisco. El Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización se encargó de organizarla y promoverla, involucrando a treinta santuarios marianos de todo el mundo que, por turnos, han guiado cada día durante el mes de mayo el rezo de la oración mariana.
La maratón la inauguró el mismo Pontífice desde la Capilla Gregoriana de la Basílica de San Pedro del Vaticano.
El Santuario de Nuestra Señora de Częstochowa (Polonia), la Basílica de la Anunciación (Nazaret), el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida (Brasil), el Santuario de Nuestra Señora de Luján (Argentina), la Santa Casa de Loreto (Italia), el Santuario de la Inmaculada Concepción (Estados Unidos), el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes (Francia), el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre (Cuba), el Santuario de la Virgen de Nagasaki (Japón), el Monasterio de Nuestra Señora de Montserrat (España), la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe (México), entre otros santuarios y basílicas, participaron en la iniciativa.
Al finalizar la celebración, el Papa Francisco procedió a coronar el icono de la Virgen Desatanudos que, finalmente, se venerará en el Vaticano.
Por último, el Papa rezó la siguiente oración a la Virgen:
“Oh, María. Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos encomendamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la Cruz quedaste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, que sabes desatar los nudos de nuestra existencia y conoces los deseos de nuestro corazón, acude en nuestra ayuda. Estamos seguros de que, como en Caná de Galilea, harás que pueda volver la alegría y la fiesta a nuestras casas después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a cumplir la voluntad del Padre y hacer aquello que nos pedirá Jesús que ha tomado nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, por medio de la Cruz, a la gloria de la resurrección. Amén”.