Francisco dirigió el pasado sábado un videomensaje a los peregrinos polacos llegados a Czestochowa para conmemorar el tricentenario de la coronación de la Virgen María como reina de Polonia.
Y evocó que hace solo un año, el 28 de julio de 2016, ofició misa en el santuario de Jasna Gora en la segunda jornada de su viaje pastoral a Polonia: «Es muy bello para mí recordar cuando me puse bajo la mirada de la Madre, cuando dirigí mis ojos a aquella Virgen, confiando a su corazón lo que estaba en el mío y en vuestro corazón”. El Papa compartió que conserva “viva y grata la memoria de esos momentos, la alegría de haberme hecho yo también peregrino para celebrar, bajo la mirada de la Madre, los 1050 años del bautismo de Polonia”.
En su videomensaje, Francisco afirma que “es un gran honor tener por Madre a una Reina, la misma Reina de los Ángeles y de los Santos, que reina gloriosa en el cielo», pero «es una alegría aún mayor saber que tenemos por Reina a una Madre, amar como Madre a aquella a quienes llamáis Señora».
«La sagrada imagen muestra, en efecto», continúa el Papa, «que María no es una Reina distante que se sienta en el trono, sino la Madre que abraza al Hijo y, con Él, a todos nosotros sus hijos. Es una auténtica Madre, con el rostro marcado, una Madre que sufre porque le preocupan realmente los problemas de nuestra vida. Es una Madre cercana, que jamás nos pierde de vista; es una Madre tierna, que nos lleva de la mano en el camino de todos los días».
Francisco le dice a los polacos, pero también a todos los cristianos, «que ninguno de nosotros está huérfano, porque todos tenemos cerca una Madre, Reina insuperable de ternura. Ella nos conoce y nos acompaña con su estilo típicamente maternal: suave y valiente al mismo tiempo; jamás invasivo y siempre perseverante en el bien; paciente ante el mal y activo en promover la concordia».
«Que la Virgen os conceda la gracia de gozar siempre como familia reunida en torno a la Madre», concluye el Papa.