«Mirjana merece ser escuchada», dice María Vallejo-Nágera sobre el libro de la vidente de Medjugorje

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Acaba de publicarse en español, pocas semanas después de la aparición del original inglés, el primer libro-testimonio de Mirjana Soldo, uno de los seis videntes de Medjugorje, bajo el título Mi Corazón triunfará.

El prólogo de la edición española es de la escritora María Vallejo-Nágera, quien, como ha relatado en más de una ocasión, se convirtió durante un viaje a Medjugorje que hizo sin intención peregrina y simplemente por acompañar a unos amigos que se lo propusieron.

Por su interés, lo reproducimos para los lectores de Cari Filii:

«En mi camino hacia Dios –cuya andadura comenzó allá por año 2000 de la mano de la Virgen en una peregrinación a Medjugorje–, ha habido de todo, querido lector. Digamos que subidas y bajadas, alegrías inmensas y también decepciones; como hasta algún tropezón que me dejó muy herida y decepcionada y del que me costó reponerme tras el asombro e indignación inicial. Y es que no tardé demasiado en descubrir que aquí el único perfecto es Dios.

»Los demás –y esto incluye a personas de Iglesia que podemos considerar santas, sacerdotes, obispos, religiosas y laicos comprometidos tal como puedo serlo yo­– hacemos lo que podemos, cosa que en la mayoría de los casos es poco y con alto porcentaje de meteduras de patas, imperfecciones incomprensibles y hasta inadmisibles. Triste realidad, querido lector, que no podemos ignorar.  

»Pero así mismo existen en el camino de la fe ­–¡gracias a Dios y nunca mejor dicho! – enormes alegrías y regalos que de ninguna manera podemos ni debemos olvidar jamás. Uno de ellos es, sin la más mínima duda, el fascinante caso de Medjugorje.   

»Cuando mis huesos fueron a parar a ese lugar, los restos de la guerra aún dejaban pinceladas en las zonas colindantes que erizaban la piel. Todo era penumbra y tristeza en una Bosnia-Herzegovina destrozada por el odio irracional y la violencia que caracteriza a toda locura bélica. Sin embargo, nada más posar mis pies en la aldea, me di cuenta de que nada de tal maldad rozaba sus esquinas. Había algo sobrenatural en sus calles, casitas e iglesia que no alcanzaba a asimilar… ¿Qué era aquello? No tardé ni 24 horas en descubrir que eso que tanto me conmovía no era otra cosa que el inconmensurable amor de todo un Dios. Su Santísima Madre, la Virgen María, se palpaba en cada rincón… Claro que no la veía –no tenía, ni tengo, ni sospecho que tendré jamás tal privilegio en vida–, pero notarla, le aseguro que la notaba en lo más profundo de mi corazón.

»Volví a mi hogar con un porrón de incógnitas y el alma incendiada con puro fuego que no podía, aunque quisiera, apagar. Había descubierto el amor de Dios, su misericordia y su ternura infinita, y como toda persona que recibe la mayor y más exquisita medicina que puede curar toda herida, quise compartirla con aquellos que desearan escucharme. ¡Pero vaya chasco me llevé, querido lector! Porque no sólo mis allegados no desearon que compartiera ese privilegio sobrenatural con ellos, sino que fueron muchos –tristemente demasiados– los cercanos seres queridos que hasta me rechazaron. Aquel bofetón de realidad me llenó de asombro e incertidumbre… ¿Cómo podía ser que casi nadie quisiera saborear y compartir conmigo aquel descubrimiento?   

»Los más entendidos (teólogos, sacerdotes y religiosas) fueron quizá los más duros con mi testimonio de fe… Les costaba una enormidad abrir sus corazones a un Medjugorje del que nunca habían oído hablar, naciendo en su razonamiento temores y dudas que hacían muy difícil su acercamiento a la investigación del lugar.

»Mucho tiempo ha pasado desde entonces, querido lector… Han sido 17 años de camino como testigo del amor que recibí de Dios en ese lugar, y créame si le aseguro que ha sido empinado. Sin embargo, Jesucristo, con el paso de los años, el aprendizaje recibido y mi oración y respeto incondicional hacia su Iglesia y sus pastores, ha ido transformando mi particular montaña en una hermosísima colina.

»Ya son muchos los peregrinos que han acudido, desde esos primeros ataques de antaño, a ese pequeño pueblo perdido entre montañas, en donde también ellos se han dado de bruces con el amor de Dios, el de su Madre y con los infinitos regalos sobrenaturales que ofrece la Iglesia católica de la mano de unos franciscanos valientes, en ese lugar.

»Mirjana, autora de este magnífico testimonio de vida reflejado en este libro que le presento, es uno de los pilares por los que yo pude un día ir ahí. Si ella no hubiera sido valiente, si no hubiera gritado al mundo que veía a la Madre de Dios en un país comunista, tomado por militares feroces que la acorralaron entre las garras del miedo y la amenaza, no nos hubiéramos enterado nadie de lo que sucedía en ese bendito y humilde pueblo.  

»Mirjana fue una niña-mujer muy valiente (lo descubrirán en la lectura de este escrito). No nos damos cuenta… A veces no queremos ver, nos empecinamos en agarrarnos al raciocinio desorbitado que rige nuestra sociedad del siglo XXI–tan atada al laboratorio y a la pipeta–, y cegamos el alma a realidades sobrenaturales que es imposible que ningún científico pueda probar. Porque a Dios no se le pone a prueba, querido lector. A Dios se le ama y agradece todo lo que nos regala. Punto. No le dé más vueltas.

»Mirjana ha aguantado treinta y seis años dando testimonio frente a muchas y graves adversidades –entre ellas las de una guerra–. ¿Qué más quiere?

»Abra el corazón y lea este escrito. Creo que ha llegado el momento en el que merece ser escuchada por usted y su intelectual raciocinio de hombre sabio.

»Hágalo leyendo este escrito, querido lector, pues hasta los sabios necesitan a Dios.

»Se lo recomiendo con todo mi corazón.

»Con cariño, siempre:

»María Vallejo-Nágera».

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